Jimena respondió de forma evasiva y se giró para marcharse.
"¿Por qué te empeñas en ocultarlo? ¿Temes que te quite a los niños?" Orson no la siguió, se quedó parado y preguntó.
Un escalofrío recorrió la espalda de Jimena y su corazón se contrajo, deteniendo sus pasos bruscamente.
Podía huir, podía rechazar, pero Orson había tocado el punto más sensible de su corazón, acertando su preocupación con su pregunta.
Esa evasiva se vio firmemente reprimida, obligándola a enfrentarse a la realidad.
Jimena apretó más fuerte las manos en torno a los niños, su respiración se volvió agitada. Con los dientes apretados, se giró y dijo a Orson con seriedad y precaución: "¡Ya te dije, no son tus hijos!"
"He encontrado un cabello de Adora en su ropa, ¿necesito hacer una prueba de paternidad?" Orson levantó la mano izquierda, sosteniendo un fino cabello entre su índice y su pulgar.e2
A simple vista no era claro, pero al observar detenidamente, se podía ver claramente que era un cabello. El cabello de Jimena aún no había crecido completamente, llevaba una peluca de color azul verdoso.
Y el cabello que Orson sostenía era negro y largo. No podía ser de nadie más que de Adora.
El último bastión de Jimena se derrumbó ante Orson, y ella le gritó con hostilidad: "¡Orson, nunca te voy a entregar a los niños!"
Observando su nerviosismo, Orson entendió su estado de ánimo. Él habló con calma: "Tranquila, no voy a pelear contigo por los niños. Tú los has criado, sé que no puedes estar sin ellos."
Orson comprendía los sentimientos de Jimena. Ella era la mejor amiga de Elia y había presenciado cómo los hijos de Elia habían sido arrebatados por la familia Griera, dejándola impotente y desconsolada.
Jimena temía sufrir la misma soledad y dolor que Elia, por eso escondía a los niños con tanto empeño, para que él no los descubriera.
Jimena no dijo nada porque sus brazos realmente dolían.
"Confía en mí, vamos a sentarnos y hablar con calma." Orson tomó a Adora en sus brazos.
La pequeña era suave como un bollo de masa, y al acercarse, Orson se dio cuenta de que desprendía un dulce aroma a leche, un olor que tranquilizaba y despertaba un fuerte instinto protector en su interior.
Era la primera vez que Orson sostenía a un niño tan pequeño, y más aún, su propio hijo. Esa sensación mágica, no sabía si era conmovedora o emocionante. La manejaba con sumo cuidado, temeroso de apretar demasiado y herirla.
Adora colocó su pequeña mano casualmente sobre el hombro de Orson, y sus ojos tiernos y curiosos, brillando como estrellas, lo miraban fijamente y con alegría.
Orson sentía que su corazón se derretía, y no pudo resistirse a pellizcar suavemente las mejillas regordetas de la niña: "No tengas miedo, no soy un malhechor, soy tu papá."
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...