¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1832

Asier cerró los ojos, sin mostrar cambio alguno en su expresión.

Por otro lado, Elia observaba con el corazón apretado, frunciendo ligeramente sus finas cejas con cada pinchazo de la aguja.

Mientras Floria se concentraba en la acupuntura, el teléfono celular de Asier empezó a sonar en su bolsillo.

Afortunadamente, el tono de llamada no interrumpió a Floria, quien continuó con su labor como si nada.

Sin embargo, el persistente sonido del celular podía acabar siendo una distracción para Floria.

Viendo que Asier tenía los ojos cerrados y no mostraba reacción alguna, y que no podía moverse en ese momento, Elia se acercó, metió la mano en el bolsillo de Asier y sacó el teléfono. La pantalla mostraba una llamada entrante del oficial Gil.

Consultándolo con Asier, dijo: “Es una llamada del oficial Gil, ¿contesto o la ignoro?”e2

“Contesta,” respondió Asier con una palabra.

Elia asintió, deslizó el dedo para responder y activó el altavoz.

La voz del oficial Gil salió del teléfono: “Asier, como se esperaba, Maximiliano fue al bar y se llevó a Liuva. Morfis estaba molestándola y Maximiliano le dio una buena regañada.”

En la voz del oficial Gil había un tono de enfado.

Al oír sus palabras, el corazón de Elia también se hundió. Maximiliano era la persona detrás de Liuva, y no había lugar para giros inesperados.

Si Maximiliano estaba ayudando a Liuva a tenderle una trampa, ¿por qué había salido a reconocer que ella era su hija durante las semifinales?

¿Qué ganaba mostrándose como un buen padre en público, pero ayudando a Liuva a ponerle trampas en la sombra?

Elia se quedó paralizada en el lugar, sin pedir la opinión de Asier sobre cómo responder, sumergida en sus propios pensamientos.

Cuando volvió en sí, se encontró con la mirada de Asier, que la estaba observando con los ojos abiertos.

Elia no volvió a meter el teléfono en el bolsillo de Asier, sino que lo dejó sobre la mesa de café, diciendo casualmente a Floria: “Continúa, no creo que haya más interrupciones telefónicas.”

Parecía que no se había tomado la noticia del oficial Gil demasiado en serio, como si solo hubiera sido una pequeña interrupción en el tratamiento de Asier.

Floria tampoco pensó demasiado y siguió con la acupuntura.

Floria se fue por la tarde.

Elia llevó a Asier arriba para que descansara y, una vez que se sentó en la cama, Elia se giró para salir, pero Asier la detuvo agarrando su muñeca con su gran mano.

Elia se volteó y preguntó con ternura: “¿Qué sucede?”

Asier respondió: “Quédate conmigo un rato.”

“Pero tengo cosas que hacer...”

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