¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1833

Asier tomó a Elia gentilmente y la sentó en la cama. Se veía cansado cuando habló: "Duerme un poco primero, descansa para recobrar energía antes de hacer cualquier otra cosa."

Al ver lo mucho que Asier la necesitaba y lo agotado que parecía, Elia se ablandó, esbozó una sonrisa y acarició su mano diciendo: "Está bien, descansaremos un poco."

Ella había planeado revisar las noticias, puesto que el concurso de joyería de esa mañana había sido un evento importante y seguramente las noticias estarían llenas de información sobre ella y Natasha.

Elia no tenía ni idea sobre lo que dirían las noticias exactamente. Solo leyéndolas podría saber.

Pero viendo lo cansado que estaba Asier, no quería dejarlo solo para ir a ver las noticias.

Demasiadas cosas habían ocurrido ese día. Primero, el concurso de joyería había sido interrumpido por un plagio, luego Elia sintió una enorme sorpresa con la aparición de Abel, y después, la interrogación a Liuva le reveló que quien la apoyaba desde las sombras era ¡Maximiliano!

Una sucesión de eventos, uno tras otro, había dejado a Elia casi incapaz de soportar más.e2

Ella y Asier se acostaron en la cama, se abrazaron y rápidamente se quedaron dormidos.

………

Una semana después.

Justo después de desayunar, Asier le dijo a Elia: "Te llevaré a un lugar."

"¿A qué lugar?" preguntó Elia con curiosidad.

"Lo verás cuando lleguemos." contestó Asier.

Elia sonrió. Asier había aprendido a dar suspenso.

Si Asier no quería decirle, ella no insistiría en preguntar.

El carro se detuvo frente a un Hogar Infantil de Bienestar.

Cuando Elia bajó del carro y vio el letrero de Hogar Infantil de Bienestar, frunció ligeramente sus delicadas cejas sintiendo una oleada de tristeza.

Confundida, le preguntó a Asier: "¿Qué hacemos aquí?"

El pasillo dentro del hogar de bienestar era largo, pasando por muchas habitaciones, cada una con su propio propósito.

Al final del pasillo, el hombre se detuvo de repente y con la mirada señaló hacia una habitación.

Entendiendo su gesto, Elia empujó la silla de Asier hasta la puerta y la escena dentro de la habitación la dejó boquiabierta.

Dentro, una mujer con el cuello enyesado estaba alimentando a un niño de unos dos años de edad con leche.

La mujer, sonriendo y con ternura, le daba de beber al niño: "Mi amor, bebe. Esto es fórmula de la mejor calidad que mamá te compró. No es que mamá no te quiera, es que mamá no puede cuidarse a sí misma y tengo que dejarte aquí. Cuando mamá se haga importante, serás lo primero que recogeré..."

La mujer no se había dado cuenta de la presencia de alguien en la puerta y seguía hablando dulcemente con su hijo.

Al oír sus palabras, Elia se alarmó.

¡Esa mujer era Liuva y el niño que afirmaba ser su hijo tenía solo dos años!

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