Orson se recuperó del trance y la miró. Ella tenía los ojos redondos y grandes, mirándolo fijamente.
Y él, sólo envuelto en una toalla alrededor de su cintura, con gotas de agua cayendo de su cabello, aterrizando en su pecho y deslizándose por sus musculosos contornos, delineando cada pulgada de su piel.
La mirada de Jimena siguió esas gotas de agua hacia abajo, hasta llegar a la cintura donde estaba atada la toalla.
El rastro de las gotas suscitaba infinitas fantasías, y Jimena miraba con la boca abierta.
Orson observaba toda la expresión de Jimena y sonrió con picardía: "Parece que aún no has tenido suficiente, ¿quieres que me la quite la toalla para que sigas mirando?"
Dicho esto, puso su mano sobre la toalla en su cintura, como si fuera a desatarla.
Jimena respiró hondo, volviendo en sí, y levantó la mano para detenerlo: "Ya basta, Orson, si no quieres terminar castrado, detente."e2
Mientras hablaba, Jimena hizo un gesto cortante con la mano.
Orson se asustó, deteniendo su acción y riendo: "Si ya lo has visto antes, ¿por qué tanta timidez?"
"¡Dilo otra vez, y sabrás lo se siente tener unos huevos quebrados!" Jimena dijo, frunciendo el ceño.
"Qué fiera, creo que nadie más que yo se atrevería a quedarse contigo", dijo Orson con resignación y una sonrisa: "Voy a cambiarme, pídeme algo de comer, que me muero de hambre."
"¿Qué quieres que pida? Yo cocinaré para ti." Jimena se ofreció voluntariamente y se dirigió a la cocina de su casa, abriendo la refri, que estaba tan vacía que sólo quedaba agua mineral.
Jimena dijo con resignación: "Orson, no tienes ni un huevo en casa, ¿cómo puedes ser tan pobre?"
Orson acababa de regresar a su habitación y respondió antes de cerrar la puerta: "No como en casa, comprar comida sería un desperdicio."
Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con Jimena, deteniendo el paso que estaba a punto de dar hacia afuera. La tensión en su rostro desapareció de inmediato.
Había estado preocupado de que si Jimena se iba, no regresaría.
Jimena llevaba una bolsa en una mano y estaba a punto de tocar la puerta, que se abrió antes de que pudiera golpearla.
Al ver a Orson, Jimena sonrió: "Eres rápido, ya te has vestido."
Lo miró de arriba abajo: "Te ves decente, casi pareces otra persona."
Orson se hizo a un lado para dejarla entrar, la sonrisa en sus labios se relajó: "Siempre he tenido una buena presencia, ¿no fue mi apariencia lo que te atrajo al principio?"
Jimena giró la cabeza y lo miró fijamente: "Cállate, no vuelvas a mencionar esas cosas."
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...