Dos pequeños rábanos chocaron contra Jimena y, de paso, se aferraron a sus piernas, levantando sus pequeñas cabezas con sus rostros tiernos y sonrientes, mirándola con ojos llenos de ilusión.
Jimena estaba a punto de decir que no, que Orson no había venido, y de paso, deshacerse de él con cualquier excusa.
Pero al ver esas caritas inocentes de los niños, con sus ojitos húmedos y tiernos llenos de esperanza hacia su papá, simplemente no pudo.
No tenía corazón para decepcionarlos.
Ella creció en un hogar completo, disfrutando del amor de su padre y de su madre, y además, sus padres se querían mucho,
creció feliz.
En cambio, Elia perdió el amor de su padre desde pequeña, y hasta en ese momento, todavía se mostraba insegura y solitaria.e2
Ese sentimiento de aislamiento debido a la falta de cierto tipo de amor, es realmente doloroso.
Además, en ese día había visitado un centro de bienestar y había visto tantos niños abandonados, carentes del amor de un padre o de una madre, niños que deberían tener una infancia feliz y radiante, pero que se habían vuelto introvertidos por el egoísmo de los adultos.
Tan jóvenes y ya habían perdido la alegría innata, se volvieron inseguros, frágiles y temerosos, incluso sin hablar.
Si fueran sus hijos, simplemente no podría soportar ese dolor.
No podía soportar ver ni un ápice de timidez o inseguridad en sus niños.
Sus hijos deberían ser siempre saludables, alegres y soleados.
En unos pocos segundos, Jimena pasó por dos luchas internas completamente diferentes.
Pronto, con una sonrisa cálida en su rostro, le dijo a Fred y Adora: "Sí, su papito ha venido, para comer con ustedes, ¿están felices?"
Dicho eso, acarició sus suaves mejillas con ternura.
El tono de añoranza de los pequeños casi derritió el corazón de Orson.
Se agachó y, con un brazo alrededor de cada uno, los levantó en alto, presionando su rostro contra sus mejillas suaves y tiernas.
"Papito también los extrañaba mucho, pero estos días estuve enfermo, y no quería contagiarlos, por eso no vine. Esperé a estar mejor para poder verlos," la voz de Orson era baja y magnética, nunca había hablado con tanta ternura.
La suavidad de las mejillas de los niños era algo que él quería seguir sintiendo, no quería dejar de rozar sus caritas.
"Papito, ¿te pusieron inyecciones cuando estabas enfermo?" preguntó Adora, preocupada en sus brazos al saber que había estado enfermo.
Sus ojos infantiles y brillantes lo miraban llenos de preocupación.
Orson se sentía como flotando en una piscina de agua tibia cuando escuchaba las voces tiernas y encantadoras de sus pequeños, su corazón se llenaba de una calidez y felicidad.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...