Elia cayó pesadamente al suelo, antes de poder reaccionar, intentó levantarse rápidamente, pero el hombre fue más rápido y le ató las manos a la espalda con un cinturón.
"¡Suéltame! ¡Lo que estás haciendo es ilegal!" Elia se debatía, con una respiración agitada y pesada.
El hombre ignoró sus palabras, la volteó y con una corbata le ató las piernas.
Elia ya no podía ni siquiera luchar, abrió sus ojos de par en par e intentó ver bien la cara del hombre. Llevaba una gorra de visera, tan baja que no se le veía la cara. Aplicaba fuerza al anudar la corbata, atando las piernas de Elia.
Ella lo pateaba mientras gritaba: “¡Aléjate, no me toques! ¡Auxilio!”
Mientras luchaba, llamaba por ayuda.
En ese momento, el hombre ya había atado sus piernas juntas, dejando un nudo bien firme.e2
Él se puso de pie, frente a Elia y, con una voz sombría, dijo: "No grites, no me obligues a taparte la boca también."
Elia pudo ver su rostro y, sorprendida, tomó una respiración profunda, incrédula y angustiada: "Ramiro, ¿cómo puedes ser tú?"
Había sido secuestrada varias veces, y cada una era un susto que la dejaba con el corazón en la boca, llena de peligros y horrores.
Pero en cada ocasión, quienes la secuestraban la odiaban profundamente, eran personas con el corazón negro, o simplemente malvadas.
Nunca imaginó que un día sería Ramiro quien la secuestraría.
Ramiro, que siempre la había ayudado sin condiciones, que había sido el más bueno y tierno con ella.
Pensó que, a lo sumo, él sólo se había desviado un poco, cometiendo algunos errores, solo para acercarla más a él.
Nunca había entendido por qué Sergio había estado tan obsesionado con una mujer, incapaz de olvidarla incluso cinco años después de la separación, aferrándose a alguien que no respondía a sus sentimientos, y sin embargo, seguía siendo leal hasta la muerte.
Ramiro nunca había sentido pena por su buen amigo.
Hasta que se acercó a Elia, desde el principio queriendo entenderla, hasta que poco a poco se enamoró de ella, y luego fue rechazado una y otra vez.
Finalmente entendió los sentimientos de Sergio.
El amor es una obsesión, un veneno del que es difícil deshacerse una vez que lo pruebas.
Había intentado olvidar a Elia, aceptar a otras mujeres, pero cuando estaba con ellas, solo podía pensar en Elia. Al girarse y ver que la mujer a su lado no era ella, ese vacío y dolor, como si le picara una abeja en el corazón, era indescriptible.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...