¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 1949

"Envíenme su ubicación, ¡ya!" Asier habló con una voz gélida y severa, la estaba dando básicamente una orden.

"Claro, claro, te la mando en seguida." Colgó el teléfono y, sin perder un segundo, Jimena envió su ubicación a Asier.

Esa vez seguro había armado un buen lío. Si a Elia le pasaba algo, jamás se lo perdonaría.

Asier recibió la ubicación y de inmediato llamó al personal de seguridad del centro comercial, exigiéndoles que revisaran las cámaras de seguridad. Tenía que encontrar a alguien.

Mientras el encargado del centro comercial revisaba las cámaras, Asier ya iba en camino.

Al llegar Asier al lugar, el responsable ya había enviado la información crucial de las cámaras.

En el video se veía claramente cómo Elia era llevada por un hombre con gorra a una habitación del hotel dentro del centro comercial.e2

En la habitación, Ramiro no le importaban los gritos de Elia. Se inclinó sobre ella, con una pierna en el piso y la otra arrodillada en la cama, aprisionándola entre su cuerpo, sin darle oportunidad de resistirse.

Sus manos comenzaron a desabrochar los botones de su blusa, uno a uno, lentamente...

Elia estaba al borde del colapso, llorando desesperada mientras luchaba con todas sus fuerzas.

"¡Por favor, Ramiro, déjame ir!" suplicaba sin cesar.

Pero Ramiro había perdido la razón.

Todo lo que podía pensar era en tener a Elia, solo así su vida estaría completa, solo así podría compensar lo que Sergio no logró antes de morir. Sergio jamás pudo tener a Elia, y a pesar de que Ramiro había intentado ser amable y hasta había tramado a escondidas para separarla de Asier, nunca consiguió ganarse su corazón.

En ese momento, Ramiro no quería seguir siendo amable. Si con eso podía tener a Elia, ¿qué más daba ser un poco extremo?

Asier, con los dientes apretados y los ojos clavados en Ramiro, ordenó: "Haz lo que dice."

El gerente del hotel, al oír eso, salió rápidamente y cerró la puerta tras de sí.

Asier, al ver a Elia tan desamparada en la cama, tensó las manos sobre la silla de ruedas, y un escalofrío recorrió su cuerpo.

Elia oyó el nombre de Asier y, en ese instante, su humillación y sufrimiento alcanzaron el límite. Las lágrimas brotaron sin control, pero se mordió el labio para no sollozar.

Ramiro, con el cuchillo aún en el cuello de Elia, se burló de Asier: "Escuché que tus piernas ya no funcionan, ¿no es así?"

Mientras hablaba, ató la silla de ruedas de Asier a un armario de la habitación, dejándolo inmovilizado.

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