¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia romance Capítulo 2006

"¿Qué relación tenemos?" Jimena se sentía inquieta por dentro, recordando cómo Orson la había besado profundamente y cómo ella había correspondido. Se sentía tan avergonzada que deseaba desaparecer bajo tierra.

Justo en ese momento de vergüenza, Orson tenía que preguntarle sobre su relación. ¿Cómo iba ella a discutir ese tema directamente?

"Estoy hablando de que te propuse matrimonio", dijo Orson apurado, tratando de recordarle todo lo que había pasado ese día.

No llegó a terminar la frase cuando desde afuera, Jacinta, con su tono apremiante, interrumpió: "¿Ya terminaron ustedes dos? Vengan pronto, no pierdan más tiempo."

Al oír a Jacinta, Jimena se tensó y, con un sobresalto, no se atrevió a quedarse más en la habitación. Rápidamente evitó a Orson y se dirigió hacia la salida.

"Ya voy", respondió Jimena.

Orson, no queriendo ofender a su futura suegra, también respondió de inmediato: "¡Eh, ya vamos!"e2

Su voz sonaba más suave y considerada que la de Jimena.

Al ver a Jimena y Orson saliendo uno tras otro, Jacinta, con el rostro serio, preguntó: "¿Qué estaban tramando juntos en la habitación?"

Orson frunció el ceño, pensando en una respuesta idónea y dijo, "Señora, usted tiene un ojo de águila, por instinto sabe lo que planeábamos."

Por suerte no habían llegado a nada concreto, de lo contrario, Jacinta no les creería nada de lo que dijeran a continuación, pensaría que ambos se habían unido para engañarla.

"Madre, estás pensando de más. ¿Cómo podría estar confabulando algo con él?" Dijo Jimena mirando a Orson con desdén.

"Mejor que así sea. Te digo que las cosas son como son, no puedes esconderte ni huir, y mucho menos esperar engañarme. Engañarme no les traerá ningún bien", dijo Jacinta con un bufido.

Si Elia se enterara de esto, seguramente se moriría de risa.

Orson notó la tensión de Jimena. Aunque él también estaba nervioso, temiendo el juicio de Jacinta, no podía permitirse retroceder. Como hombre, tenía que asumir su responsabilidad y mostrar su firmeza.

Levantó el brazo y rodeó con él los hombros de Jimena.

De repente, ella sintió el calor y la solidez de su abrazo. Instintivamente, estaba a punto de sacudir esa mano.

Pero al mirar hacia arriba, se encontró con la mirada inquisitiva de su madre.

Esos ojos parecían capaces de detectar cualquier detalle, capaces de descubrir cualquier indicio entre ellos dos.

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