Orson agarró la mano de Jimena y le metió tres tarjetas bancarias en ella, con una sonrisa que le iluminaba los ojos encantadores y le dibujaba en los labios una curvatura de media luna.
Ella estaba visiblemente conmovida.
Jimena, casi sin querer, tomó las tarjetas, parpadeando. Pensó que Orson estaba bromeando, pero no, él realmente le estaba confiando sus tarjetas.
"Orson, esto es..." Jimena empezó a decir, un poco apenada.
Pero antes de que pudiera terminar, Orson la interrumpió: "Esta tarjeta es en donde me depositan el sueldo. Ya sabes que estoy trabajando en el Grupo Fuentes y todos los meses me pagan puntualmente el día quince. Así que cada día quince puedes echarle un ojo a la cuenta."
Señaló la primera tarjeta que Jimena sostenía y luego apuntó a la del centro: "Esta otra, la conseguí invirtiendo un dinero que tenía cuando estaba con mis padres. Esa empresa da dividendos anuales que se depositan aquí. Al comienzo de cada año puedes revisarla y ver cuánto hay."
Orson explicaba con seriedad y Jimena, sin querer interrumpir, escuchaba atenta.e2
Pensaba que Orson era solo un vividor sin oficio, pero resultaba que sabía de inversiones y hasta recibía dividendos.
Después de explicarle, Orson continuó: "La última tarjeta, es la que me daban en casa. Mi mamá solía depositarme algo de dinero cada mes para mis gastos, pero ya hace tiempo que no la uso. Si tienes curiosidad, puedes ver cuánto hay."
Con esas palabras, quedaba claro que esa última tarjeta era mejor no tocarla.
Él realmente le estaba dando todo lo que tenía.
Jimena, con una sonrisa, le dijo a Orson: "Mira, estamos recién casados y ya me entregas todas tus tarjetas. ¿No tienes miedo de que me lleve tu plata y me pire?"
Era un chiste.
Ahora sí que se le aguaban los ojos. Parpadeando para contener las lágrimas, miró hacia otro lado y dijo: "Solo tú sabes hablar tan bonito. No quiero ni pensar en cuántas cayeron por tus piropos."
"No son solo piropos." Orson se apresuró a aclarar, porque ya eran marido y mujer, y no quería que ella dudara de sus sentimientos.
Diciendo esto, tomó sus hombros y la giró hacia él, y al ver sus ojos enrojecidos, Orson sintió un vuelco en el pecho y, sin poder resistirse, la besó apasionadamente.
La respiración de Orson era agitada y poderosa, con un aroma que embriagaba a Jimena. Su corazón latía con fuerza y ella se sentía abrumada por la emoción y la sorpresa.
Casi se dejaba llevar por las dulces palabras y la tentación de aquel hermoso hombre.
No podía ser, apenas se habían casado y ya estaba cayendo bajo su encanto. Si seguía así, ¿qué lugar le quedaría en su nueva casa?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...