Las parejas que se apresuraban a casarse por amor eran realmente dignas de admiración.
La encargada del registro civil también deseaba que cada pareja que formalizaba su unión bajo su supervisión encontrara la felicidad.
Si la gente tenía prisa, ¿por qué hacerlos esperar más?
Orson, al ver que la encargada aceptaba, no paró de darle las gracias.
Jimena, al ver la expresión tan genuina y alegre de Orson, como la de un muchacho, no pudo evitar sonreír también.
Desde rellenar los formularios hasta tomar la foto y recibir el certificado de matrimonio, todo tomó apenas diez minutos.
Cuando el recién impreso certificado de matrimonio llegó a las manos de Orson, todavía calentito por la impresora, aún no podía creerlo.e2
Orson sostenía el certificado, entre la alegría y la incredulidad, sintiéndolo incluso sagrado.
¡Se había casado, realmente se había casado con Jimena!
Nada en sus treinta y tantos años de vida le había hecho sentir tanta felicidad y alegría como en ese momento.
Después de sujetar el certificado un rato, Orson lo guardó con cuidado en su bolsillo, e incapaz de contener su emoción, tomó el rostro de Jimena entre sus manos, puchereando sus labios y le plantó un beso firme.
"Mi amor, ¿qué te gustaría almorzar?" le preguntó Orson, aún eufórico tras el beso.
Jimena, tomada por sorpresa por el beso y algo aturdida, entendió su excitación.
Ella miró a la encargada y dijo: "¿No íbamos a invitar a esta señorita a comer?"
Orson se dio cuenta y rápidamente se dirigió a la trabajadora: "Señorita, ¿qué le gustaría comer? Lo que usted prefiera."
Había prometido invitarla a comer por haberles tramitado el certificado de matrimonio incluso fuera de horario y por poco se le olvidaba por andar en su alegría.
Jimena se encogió de la risa, una risa clara como las campanillas y dijo: "Eres increíblemente confiado, después de todo, tú eres el segundo hijo de la familia Salcedo."
"Yo soy Orson, no el segundo hijo de ninguna familia Salcedo. Cuando lleguemos a casa, te entregaré todas las tarjetas bancarias. Vamos, es hora de comer." Orson entrelazó sus dedos con los de Jimena y juntos salieron del registro civil.
Con el certificado de matrimonio en su bolsillo, se sentía como si llevara un talismán protector.
No importaba a dónde fueran, no temía perder a Jimena.
Después de comer, Orson llevó a Jimena a su casa, insistiendo en que ella visitara su hogar primero.
Efectivamente, sacó todas sus tarjetas bancarias y se las entregó a Jimena.
"Este es todo mi patrimonio, cuídalo bien," le dijo Orson.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...