El Alfa romance Capítulo 26

'No, gracias. Tengo que trabajar', arguyó Amaris bruscamente, sacudiendo la cabeza frenéticamente mientras retrocedía.

Maena le rugió airadamente, y Amaris, enojada, la bloqueó mientras Dave observaba cada uno de sus movimientos como si quisiera devorarla de punta a punta. Amaris luchaba a ultranza por pensar con claridad, ante la presión a la que estaba siendo sometida.

'Puedo ir al trabajo por mi cuenta, Dave. No quiero causarte molestias', le dijo, intentando infructuosamente ocultar el temblor en su voz.

Dave rio entre dientes.

'No es ninguna molestia. Insisto en llevarte al trabajo. No permitiré que mi luna ande por ahí transmitiendo su obvio estado de excitación a todo el que la vea', respondió él con firmeza, casi de manera posesiva.

Amaris se estremeció. No creyó que su día iba a comenzar así.

...

Cuando cerró la puerta del auto y vio a Dave alejarse a gran velocidad, dejó escapar un suspiro de alivio.

La tensión sexual de la cual eran presa hizo el viaje casi insoportable.

Maena había dificultado más las cosas con sus sugerencias lujuriosas de que se sacara la espina que tenía clavada. Amaris se había resignado al hecho de que su loba era insaciable, algo con lo que tendría que aprender a lidiar.

La había bloqueado debido a su enfado, que mantenía en el momento en que entró en la oficina central de la empresa. Deslizó su tarjeta de acceso y saludó con la cabeza a las señoras de la recepción, que la saludaron deprisa.

Atravesó rápidamente el vestíbulo, fue directamente hacia el ascensor y esperó pacientemente a que este llegara, para ir hasta el piso dieciocho. Anderson Estates había prosperado desde que ella tomara las riendas.

Se especializaban en comprar y renovar propiedades deterioradas y abandonadas, y luego lucrar con su venta. El predecesor de Amaris se había centrado solo en propiedades comerciales, o en adquirir negocios en quiebra, antes de desmantelarlos y vender sus activos.

Pero Amaris había visto el potencial que tenían las propiedades altamente especializadas, si se renovaban para satisfacer las necesidades de la comunidad sobrenatural, que había crecido gracias a las manadas que se habían desplazado, otros mutantes y nuevas guaridas de vampiros o guaridas ya establecidas que habían sido obligadas a mudarse. Todos estos grupos habían dinamizado el gran mercado de bienes raíces, y las propiedades ya habían sido adaptadas de acuerdo con sus necesidades. Además, a menudo estaban dispuestos a pagar lo que fuera necesario.

Amaris había logrado construir una estrecha relación con el Vampire Council, y les informaba con anticipación sobre cualquier propiedad que fuera a estar disponible en los próximos meses. Ellos también la mantenían al tanto acerca de dónde necesitaban instalarse y, en ese sentido, mantenían una relación beneficiosa para ambas partes.

Al llegar al piso dieciocho, Amaris salió del ascensor y abrió las oficinas de seguridad con su tarjeta.

Su asistente Eva levantó la vista, sorprendida, y se apresuró a saludarla calurosamente.

'Amaris. ¿Cómo estás? No te esperaba tan temprano..., sobre todo teniendo en cuenta todo lo que ha sucedido recientemente...'. Eva hizo una pausa, y su cálida sonrisa se convirtió en una mueca.

Amaris rio entre dientes.

'Es la vida, nos pasa a todos, Eva. Además, sabes que prefiero estar ocupada con algo productivo en lugar de hundirme en mi propia miseria'.

Eva la miró seriamente y pareció dudar un poco antes de hablar...

Eva, incómoda, mudó de posición.

'No se trata solo de tu vida, Amaris. La vida de la realeza suele ser seguida de cerca por los empleados administrativos y por los miembros de la alta sociedad... Tú sabes cómo ellos son'. Hizo una mueca.

Amaris asintió y suspiró.

'Lo sé, lamentablemente. Voy a revisar mis correos electrónicos. ¿Será que quedaron algunos mensajes por verificar?'.

'No, oh. Espera. Sí... Tienes alrededor de cuarenta, o más, de Fernando...' Se detuvo, vacilante, ante la mirada glacial que se había posado sobre ella.

'Si llama, dile que estoy ocupada. Y si persiste, dile que no estoy interesada'.

Eva tragó saliva y asintió vigorosamente.

'No hay problema. Adelante, Amaris. Yo me hago cargo, no te preocupes. Te traeré un café'.

'Gracias, Eva', dijo, mostrando una sutil sonrisa, y se dirigió a su oficina, al fondo.

Amaris había estado ocupada con los correos electrónicos durante la mayor parte de la mañana. Se acomodó en su asiento y agarro la taza de café, para tomarse el tercero de la jornada.

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