El Alfa romance Capítulo 33

'Correcto. Supongo que es como una cicatriz, pero una que nunca desaparece, ya que es una muestra de la aceptación de la unión, y algo que marca a cada miembro de la pareja como inaccesible para los demás'.

'Dudo que hubiera detenido a Fernando... y tampoco detuvo a tu padre...' Murmuró Maena, enfadada.

Amaris optó por ignorar el comentario de Maena, pero sabía que tenía razón. La marca no era infalible, solo era un símbolo de propiedad si uno la aceptaba como tal.

'Papá ya nos explicó lo que sucedería si trataras de marcar a alguien que no fuera tu pareja, así que sé que no es posible hacer solo eso. Pero estábamos pensando: si infundimos la marca en cada uno de ustedes junto con la magia de ataduras de papá, y algo de magia para evitar la curación... él cree que podría funcionar'.

Amaris se mordió los labios mientras pensaba en las palabras de Minerva. No era una mala idea, en teoría. Estarían ligados el uno al otro, usarían las marcas del otro, y estas cicatrizarían como de costumbre.

Según todas las apariencias, era muy factible que eso pudiera funcionar.

'Sin embargo, hay un problema, Amaris' agregó Minerva, vacilante.

Amaris frunció el ceño ante el tono de voz de su amiga. Por una vez, de hecho soñaba un poco dubitativa.

'¿Por qué suenas tan preocupada, Minerva? ¿Cuál es el problema?'

Minerva se quedó en silencio durante unos segundos antes de suspirar profundamente.

'Después de ser marcados, tendrían que suprimir a sus lobos para que papá pueda realizar la magia requerida para que comiencen a sanar'.

El corazón de Amaris se hundió. No había forma de que Dave aceptara eso. Un Alfa sin su lobo era un blanco fácil, y dudaba que él estuviera de acuerdo en hacerse tan vulnerable.

'No sé si aceptará eso, Minerva' dijo Amaris, la decepción en su voz coloreando sus palabras.

Minerva suspiró levemente.

'Lo sé, cariño, pero es la única opción que tenemos. Ni siquiera sabemos si eso funcionará, pero es lo mejor que se le ocurrió a papá. Podemos ser discretos al respecto. Papá puede ir hasta ustedes, y yo también. Pueden hacer lo suyo, morderse el uno al otro, y luego vamos nosotros y arreglamos todo lo demás'.

'¿Crees que tu papá estará seguro rodeado de cambia formas?'

Minerva resopló con desprecio.

'Estoy segura de que papá, en su verdadera forma, se comería a esos pequeños cambia formas como desayuno, Amaris, sin ofender. El inframundo es un lugar tan grande como lo son los seres que lo habitan. No ha estado aquí desde que... bueno... desde que me hizo a mí, supongo, por lo que está un poco emocionado ante la perspectiva de unas vacaciones. Es un poco triste, en realidad'.

Amaris se rio. Sabía muy poco sobre los demonios. Solo conocía las historias que se contaban sobre ellos, y en ellas no hablaban con amabilidad de los demonios, que hacía tantos años se habían infiltrado en la sociedad con la ayuda de los Midnight Covens.

'¡No puedo esperar!' Gritó emocionada Minerva, y se escuchó una serie de palabras apagadas a través de su mano, que cubría el teléfono.

'Lo siento, Amaris, tengo que irme. La gente es incompetente, y necesita que haga su trabajo además del mío. ¡Te veré más tarde!'

Amaris sonrió para sí misma mientras colgaba y arrojaba su teléfono sobre la cama.

Realmente debería empezar a buscar un atuendo espectacular para la noche. Sabía que los chismosos de la alta sociedad no se lo pondrían fácil. Abundaban las especulaciones sobre por qué ella y Fernando se habían separado, y por qué él estaba ahora comprometido con su hermana.

Estaba interesada en ver cómo se desarrollaría todo el asunto. Por mucho que no quisiera asistir esa noche, se aseguraría de impactarlos con su apariencia.

Amaris hizo su regreso al palacio del Rey Alfa con mucha fanfarria. Los reporteros estaban esperando afuera, y los flashes de las cámaras comenzaron a disparar furiosamente en el momento en que ella salió del auto que había sido enviado a recogerla.

El personal de seguridad la siguió de cerca mientras caminaba por la alfombra roja bordada en oro que se había colocado en la entrada, y luego subía corriendo los escalones.

Ella saludó y sonrió recatadamente, ignorando las preguntas que le hacían a los gritos, mientras se dirigía a donde su padre y su familia adoptiva la esperaban. Había sido muy cuidadosa al seleccionar el atuendo que vestiría esta noche.

Quería enviar un mensaje sutil: que ya no era una mujer que dependía de la buena voluntad de su padre, y que, aunque seguía siendo leal a su padre, y a su linaje real, sus prioridades eran diferentes.

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