'Por favor, damas y caballeros, si desean pasar al salón de banquetes, continuaremos allí' anunció Amanda a las personas restantes en el salón de baile. 'Tenemos otro anuncio que hacer, y la tradicional entrega de regalos entre el Rey Alfa y su hija'.
Amaris puso los ojos en blanco mientras Minerva entrelazaba su brazo con el de ella y la obligaba a pasar por la pequeña entrada que conducía al salón de banquetes.
La familia real se sentó en la mesa principal mientras el banquete ya estaba en marcha.
Un poco después, Amanda se puso de pie y solicitó la atención de todos.
'Me gustaría proponer un brindis antes de la entrega de regalos' dijo cortésmente mientras levantaba su copa, y el resto de la habitación se apresuraba a imitarla.
'Por un largo y feliz matrimonio entre Jess y Fernando, y una larga y saludable vida para sus cachorros. El matrimonio ayuda al fortalecimiento de nuestra especie, y nos une en una alianza, no solo diplomática, sino también de sangre... por favor, beban por la feliz pareja'. Amanda sonrió mientras bebía el contenido de su copa.
Jess le dio un codazo a Fernando en el costado y susurró con furia, y él brindó también, de mala gana. Amaris bebió de un trago su bebida, pero se negó a levantar la copa.
Esperaba que ambos obtuvieran lo que se merecían, y que ningún niño inocente se viera envuelto en esa locura.
'A continuación, mi esposo se ocupará de la tradicional entrega de regalos' dijo Amanda, e inclinó la cabeza hacia el Rey Alfa.
Este se puso de pie lentamente, casi de mala gana, mientras lanzaba una mirada de culpabilidad hacia Amaris. Luego le dirigió una mirada preocupada a Jess, Amanda y Fernando.
Tomó los paquetes, que previamente le había entregado uno de los sirvientes, y Amaris lo observó atentamente mientras se acercaba.
La entrega de regalos no era impresionante en sí misma, pero cuando Amaris se dio cuenta de lo que se estaba regalando exactamente, se quedó boquiabierta, y se puso de pie, enojada.
El rostro de Jess exhibió una expresión de extrema alegría cuando se reveló el conjunto de joyas, y lanzó una mirada llena de malicia y desprecio hacia Amaris, al tiempo que sostenía las joyas en alto para que los medios de comunicación presentes las vieran.
'¡Oh, padre! ¡Son hermosas, muchas gracias! ¡Es un gran honor!' Ella sonrió.
Los artículos que le habían regalado eran de la abuela materna de Amaris, y verlos alrededor del cuello de Jess, y en sus manos, encendió una furia dentro de ella que no sabía que poseía.
'Quítatelas'. Amaris espetó enojada, y un silencio de muerte llenó la habitación.
La cara de Jess era una máscara de inocencia.
'Disculpa. ¿Qué pasa, Amaris? ¿No te gustan?' El tono que usaba era perfectamente equilibrado.
Apretó la mandíbula y cerró los ojos, agachando la cabeza y luchando por mantener el control. Su cordura pendía de un hilo, y podía sentirlo, mezclado con la ira ciega y el pánico aterrador de Maena.
Era simplemente imposible de soportar.
Amaris llevó con fuerza su cabeza hacia atrás, al tiempo que un rugido aterrador la desgarró desde adentro, y Maena se lanzó hacia adelante, tomando el control del cuerpo de Amaris y creando una forma retorcida, mitad humana, mitad lobo. Era consciente de los gritos aterrorizados a su alrededor, pero se escuchaban ahogados, como si estuviera bajo el agua.
Minerva le gritó desesperadamente, con pánico en la voz, que intentara contenerse, mientras ella lanzaba mordiscos salvajes al aire y avanzaba amenazadoramente hacia Jess.
Cualquier tipo de simulación se había extinguido de la cara de Jess, y se tambaleó hacia atrás, aterrorizada, mientras Amanda corría a su lado..
'Niña estúpida. ¡¿Qué hiciste?!' Amanda siseo furiosamente en el oído de Jess mientras intentaba alejarla.
'Yo... yo no quise...' Tartamudeó Jess mientras tropezaba con sus propios pies, tratando de retroceder.
'¡Cállate! Solo... Me ocuparé de ti después... si logramos salir de aquí con vida'. Amanda gruñó mientras la arrastraba hacia atrás.
Aunque todo se escuchaba amortiguado, Amaris había escuchado cada palabra. Al darse cuenta de que probablemente madre e hija tenían la culpa de lo que sea que esto fuera... soltó el último hilo que contenía a Maena. Con el último rastro de control desaparecido, Maena se abalanzó, saltando hacia ellas a una velocidad aterradora, con los ojos desorbitados y los dientes expuestos.
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