El Alfa romance Capítulo 65

Amaris tenía los ojos en blanco mientras apuntaba a los lobos.

'Por muy humillante que me parezca, los invito a todos a inspeccionar la marca que su Alfa dejó en mi cuerpo. Si debo hacer esto para demostrar que esta mujer no hace otra cosa que mentir, entonces, que así sea'.

Los lobos retrocedieron y dejaron escapar un murmullo casi inaudible; era obvio que estaban indecisos sobre ofender a su Alfa o a su Luna.

'Por favor, no teman hacerlo. Quiero poner fin a esta locura. Esta manada me ha brindado una gran hospitalidad desde que llegué aquí, pero hace solo unos instantes... sentí el cambio en su actitud hacia mí. Si esto les va a dar la tranquilidad que necesitan, entonces, como su Luna, estoy dispuesta a dar ese paso', dijo Amaris en voz baja.

Ningún lobo se movió en dirección a ella. Todos, al unísono, desviaron la mirada, y entonces escucharon una voz fuerte y clara.

'Perdona que dé mi opinión, mi Luna, pero ninguno de nosotros dudó de ti. Tenemos fe en nuestro Alfa y en ti como nuestra Luna. Si fuiste la pareja predestinada del Alfa, o su pareja elegida, por lo menos para mí, eso carece de importancia. Una manada fuerte tiene líderes fuertes, y el Alfa Nocturne siempre ha sido eso para nosotros'.

Un murmullo conciliatorio recorrió la habitación al tiempo que seguían escuchando la voz varonil.

'En cuanto a esta 'oscuridad' que, según la bruja, se alberga en las entrañas del Alfa ..., no le doy el más mínimo crédito. Todos hemos visto la marca que llevas. Gracias por... ofrecerte a mostrarla, pero no. La bruja dice que esa tiniebla no permitirá que el Alfa encuentre a su verdadera pareja..., pero estás marcada... y todos somos plenamente conscientes del apareamiento entre ustedes dos...'.

Un coro de risas inundó la habitación y, mirando a Dave, Amaris sintió que se ruborizaba. Él, por alguna razón, le sonrió con orgullo.

'Por si solo, eso prueba que ella dice un embuste tras otro. No sé mucho sobre las brujas en general, pero recuerdo las historias de mis antepasados sobre cuán hábiles eran para, con su magia negra, sembrar la discordia y la duda entre los demás, enemistar familiares y amigos y someter asentamientos que habían sido prósperos. Parece que esto es lo que ella pretende, aunque no sé... con qué propósito'.

Amaris, pensativa, asintió ante el silencio que sucedió a las palabras de él. Se volvió para mirar a Esmeralda, cuya cara era la viva imagen de la ira.

'¿Ves? Te miro como lo que eres..., como también lo hacen estos lobos..., que constituyen mi manada..., mi familia'. Amaris habló llena de convicción mientras daba un paso al frente, en dirección a Esmeralda, que comenzó a abrir desmesuradamente los ojos al percatarse de que no se saldría con la suya.

‘Como su luna y como heredera al trono del rey alfa, me siento con el deber de poner coto a esto’, dijo con calma mientras señalaba a los guardias que se encontraban en la entrada del recinto.

‘Creo que sería prudente confinarla en una celda por un tiempo', continuó con serenidad, en tanto Dave se le acercaba y miraba a Esmeralda con los ojos entornados.

‘Enciérrenla en una celda que haga mella en ella, una celda del diablo donde no hable con nadie ni vea a nadie, solo a la luna y a mí. ¿Entienden?’. Dave intervino a la vez que los lobos avanzaban hacia ella en actitud belicosa.

Esmeralda luchó ferozmente mientras la sacaban a rastras y, con un último alarido de indignación, dos guardias más ayudaron a llevarla adonde aguardaría su destino: en la húmeda y fría mazmorra.

Mientras los gritos de Esmeralda se desvanecían a lo lejos, Dave abrazó a Amaris y le sonrió con amabilidad.

Dave exhaló un gruñido repentino y, antes de que ella cayera en la cuenta, la puso sobre su hombro, la sacó del comedor y la llevó cargada hasta el dormitorio de ambos, para beneplácito de los miembros de la manada, que seguían aglomerados en el comedor y los pasillos.

Dave la bajó por tercera vez y, despacio, le rodeó por el estómago con uno de sus brazos. Amaris giró la cabeza para mirarlo. Respiraba a un ritmo más veloz de lo normal, debido al sobreesfuerzo al que había estado sometida desde la mañana.

Él le sonrió de manera relajada cuando sus miradas se encontraron. Amaris sintió que el calor en sus mejillas se intensificaba y se puso colorada, pero se hizo el firme propósito de no desviar la mirada.

i¿Cómo había tenido la enorme dicha de encontrarse con un hombre como este, de manera totalmente fortuita?!

Amaris sentía que, con el paso de los días, se enamoraba cada vez más de él, y la idea la aterraba.

Sabía que cuando apareciera su verdadera pareja, lo perdería para siempre, y eso le destrozaba el corazón.

Maena gimió con tristeza, y Dave arrugó el entrecejo con preocupación.

'Mi Luna....¿Por qué te ves tan triste?', murmuró al tiempo que levantaba la mano para acariciar sus mejillas suavemente.

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