'No hay redención posible para ti ahora, Jess. Si el aquelarre exige que seas desollada viva. Entonces, en lo que a mí respecta, pueden tomarse todo el tiempo del mundo para hacer lo que quieran contigo. Eres una decepción, una mald*ta vergüenza!' Amanda siseó venenosamente, mientras una sonrisa maliciosa se extendía por su rostro.
'¿Qué está pasando? ¿Amanda?'
Instantáneamente, el rostro de Amanda se congeló. Tras un momento de vacilación, se puso de pie, se alisó la ropa, plasmó una empalagosa sonrisa en su rostro y se volvió hacia el inesperado visitante.
'Leopold, cariño, qué agradable sorpresa' ronroneó, su voz suave como la seda, mientras se enfrentaba a la expresión confundida de su esposo.
'No hacía falta que vinieras hasta aquí, mi amor. Estábamos a punto de regresar a casa'. Amanda dijo dulcemente, mientras se acercaba presurosa hacia donde Leopold estaba parado, obviamente confundido.
Ella le pasó las manos por el pecho y lo miró tímidamente, con una pequeña sonrisa coqueta en sus labios rojos brillantes. Toda la incertidumbre que él sentía se disolvió al instante, y sonrió afectuosamente.
Amanda se burló en su interior. Esta patética imitación de un Rey Alfa ya no era un desafío para ella... ya ni siquiera era divertido.
Despreciaba a este hombre con todo su ser, pero él nunca había sido capaz de percibirlo. Ella era simplemente demasiado buena actuando.
'Mi reina... ¿Por qué le gritabas a Jess? No tienes razón para estar enojada con ella, ¿verdad?' Leopold preguntó gentilmente mientras envolvía sus brazos alrededor de su esposa y la acercaba a su pecho.
Amanda vaciló por una fracción de segundo, pero se recuperó rápidamente y se puso de puntillas para plantarle un beso en la mejilla.
'No fue nada, querido. Usé palabras más duras de lo que pretendía debido a mi frustración con toda esta situación. Jess necesita aprender defenderse a sí misma, y no permitir este tipo de comportamiento'. Amanda ronroneó, mientras le acariciaba el brazo.
'¿Defenderse a sí misma? Pero Amanda, ¡ella está embarazada! Tiene que ser protegida... Leopold se rio con incredulidad.
'Tonterías' dijo Amanda con un gesto de la mano: 'El mundo es un lugar cruel e implacable, y ya no se puede confiar en Fernando desde que Amaris lo rechazó. Su lobo ha perdido todos sus instintos protectores, y me preocupa su capacidad para proteger, no solo a nuestra hija, sino también a su manada'.
Leopold frunció el ceño al darse cuenta de que lo que ella decía era razonable, y adquirió una expresión pensativa.
'Si ella no puede protegerse a sí misma, mi amor, entonces, ¿qué oportunidad tiene el pobre niño que lleva dentro? Ella no tiene seguridad... ninguna protección... imagínate si Amaris intenta esto otra vez... no sabemos lo que podría pasar. Dios no permita que vaya detrás del bebé una vez que nazca...' Agregó Amanda apresuradamente, fingiendo una preocupación ansiosa.
Ya no había forma de cambiar lo que había pasado hoy, por lo que no le quedaba más remedio que aceptar el estúpido plan que la idi*ta de su hija había inventado, y tratar de hacerlo más creíble.
Leopold rio sombríamente.
Amanda se quedó muda. Parpadeó hacia él en estado de shock, demasiado aturdida para hablar, mientras su mente daba vueltas.
¿Su hija idi*ta realmente había ayudado a acelerar su plan original? ¡¿De verdad iban a hacerse con el control del trono tan fácilmente?!
Quería reírse a carcajadas, y lucho por contener la alegre sonrisa que luchaba por extenderse hacia sus labios.
En cambio, se volvió hacia Jess y le dirigió una mirada escalofriante.
Tan pronto como sus ojos se encontraron, Jess tragó saliva nerviosamente, y su corazón pareció detenerse. Los ojos de su madre comunicaban todo lo que no podía decir en voz alta en ese momento.
A pesar de que el plan apresuradamente ejecutado por Jess para arruinar la reputación de Amaris había cosechado recompensas mucho mayores de lo que jamás se había atrevido a esperar, sabía, por la mirada asesina que su madre le estaba dirigiendo, que si volvía a arruinar las cosas había una gran probabilidad de que terminara pagando el precio más alto a manos del aquelarre.
Tenía que jugar esto a la perfección. Ya no había lugar para errores.
Su vida, y la de su hijo por nacer, dependían de ello.
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