'¡¿Cómo te atreves?!', rugió Leopold, levantándose de su asiento y volviéndose para mirar por encima de él.
Pero solo volvió a escuchar aquella risa oscura, aumentando su furia.
'¡Las suposiciones sobre mi mujer y yo ni siquiera son relevantes en este juicio y no están en discusión!', rugió el rey casi echando espuma por la boca debido a su rabia. '¡Esto es traición! ¡¿Cómo te atreves a hablar en contra de tu rey?!'
Un coro de exclamaciones surgió de parte de varios Ancianos mientras él miraba frenéticamente a su alrededor. Su paranoia empezaba a dominarlo.
Amaris lo observó con una mezcla de horror y lástima. Sintió compasión por el estado en que se encontraba, pero al mismo tiempo no pudo evitar sentir una pequeña chispa de satisfacción cuando los Ancianos pronunciaron las palabras que ella se moría por decir desde hacía años.
Era alentador saber que las opiniones del Anciano, en este caso, coincidían con las suyas.
'Nos atrevemos a hablar en su contra cuando no estamos de acuerdo con sus decisiones, porque somos los únicos que podemos hacerlo', exclamó con calma la suave voz femenina.
'No es más que una observación basada en los hechos. Como todas nuestras observaciones. No hay ninguna intención de traición en esta cámara, solo la búsqueda de la verdad y la justicia para todos. Ya sabes que interferir en un vínculo bendecido por la diosa también es un delito punible... ¿Verdad, Rey Alfa?', continuó la ancestral voz.
Incluso Amaris pudo oír la insinuación en sus palabras y el atisbo de una sonrisa burlona en su discurso. Era evidente que aquel hombre tenía un problema con el pasado de su padre y estaba estableciendo rápidamente paralelismos entre el comportamiento de Amanda y el de Jess.
'Soy consciente, desde luego', le espetó Leopold, con el pecho agitado y la mirada fija en el Consejo.
'Entonces comprenderás por qué se hacen estas preguntas y por qué debemos establecer los hechos, mi rey', respondió la voz femenina, con un rastro de molestia en su voz.
'Lamento decir esto. Leopold, pero si continúas perturbando el procedimiento, junto con tus salvajes acusaciones a los miembros del consejo, entonces no tendremos más remedio que sacarte a la fuerza de la sala y llevaremos a cabo el juicio sin ti'.
Leopold gruñó por lo bajo y vacilo antes de darse la vuelta bruscamente y volver furioso a su asiento.
Una rápida mirada a Amanda reveló que había palidecido de repente y tenía la cabeza gacha, mientras que Jess estaba visiblemente temblorosa.
Los únicos que no parecían afectados eran Amaris y Dave, que miraban al frente con confianza.
'Entonces continuemos. Amanda, tú estabas con Jess cuando fue al hospital, ¿verdad?'.
Ella asintió en silencio, sin levantar la vista.
'¿Y qué sucedió?'
'Los médicos le hicieron algunos análisis y le aconsejaron que guardara reposo tras el incidente', respondió con cautela.
'¡Pero está embarazada!', protestó el Rey en voz alta.
'Somos muy conscientes de ese hecho, pero estar embarazada no es una discapacidad. Si tu deseo es que dirija un reino, ¿cómo va a hacerlo si ni siquiera puede pararse con valentía frente al consejo con el que gobernará? ¿Qué pasará si se ve obligada a defender a sus cachorros de un ataque violento? ¿Se acobardará y pedirá ayuda a los más cercanos?', resopló despectivamente una voz femenina.
'La heredera al trono debe ser capaz de liderar con eficacia y seguridad y de infundir miedo a sus enemigos en el campo de batalla si es necesario. Si no es capaz de responder a nuestras preguntas, dudo que pueda estar a la altura de lo que se espera de ella', coincidió en voz alta otro orador.
Maena resopló dentro de la cabeza de Amaris, quien tuvo que reprimir una sonrisa. Por primera vez en su vida, sintió que el reino se gobernaba con sensatez. La justicia existía de verdad.
Era un marcado contraste con el caos y la amargura que la habían rodeado en su infancia en palacio.
A regañadientes, Amanda abandonó la sala del consejo, no sin antes lanzar una mirada gélida a Amaris.
'Ahora que el testimonio de Amanda ha sido escuchado, pasemos a Jess y escuchemos desde su perspectiva, los supuestos acontecimientos que condujeron e incluyeron la presunta agresión real a ella y a su hijo no nacido'.
Jess se levantó y miró nerviosa a Leopold cuando se acercó al atril. Su impaciencia y fanfarronería habían quedado en el pasado, y se mostró mansa e inocente, tal y como quería que la percibieran.
Después de todo, la supuesta vulnerabilidad con la que se presentaba siempre le había conseguido todo lo que quería en el pasado, así que en su mente, no había razón para que no funcionara con los miembros del consejo... pero pronto descubriría que estaba muy equivocada.
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