El amor leal del mal CEO romance Capítulo 11

Delia y Mario comenzaron a discutir en el pasillo. Él no quería que alguien los viera y se dañara su reputación, así que la tomó de la mano y tiró de ella mientras corría escaleras abajo hacia un callejón donde no los escucharan.

En el callejón, había solo una lámpara encendida, así que ellos ni siquiera podían ver con claridad a las personas que pasaban por ese lugar tan oscuro. Delia se deshizo de la mano de Mario y no le preguntó nada; ella solo se quedó parada junto a la pared, aturdida y sin pronunciar ni una palabra. El chico se puso ambas manos en los bolsillos, inclinó la cabeza y suspiró profundamente.

-En realidad, yo siempre te vi como una hermana.

-¡Eso no me lo habías dicho nunca antes, y ahora es que me lo cuentas! ¿Acaso ibas a dejar que las cosas siguieran su curso y ya? -le preguntó Delia un poco afónica.

De inmediato, Mario frunció el ceño y le respondió con

impaciencia:

-Delia, no hagas que parezca peor de lo que es en realidad. A pesar de que fuimos compañeros de clase en el instituto y ambos somos de las afueras de la ciudad, yo soy un estudiante universitario con un futuro brillante y tú solo eres una estudiante de una universidad comunitaria. En el futuro, tú ni siquiera serás capaz de encontrar un trabajo estable con un salario mínimo. Además, durante este último año, me has dado dinero como si estuvieras invirtiendo en mí, para que yo tuviese que casarme contigo y darte una vida en la gran ciudad cuando yo triunfara en el futuro.

-¿Eso es lo que piensas de mí? —Delia se le quedó mirando como si no pudiese creer lo que estaba escuchando.

Mario la miró y le respondió:

-¿Estoy equivocado? ¡De todas formas, eres ese tipo de chica!

-¡En ese caso, quiero que me devuelvas con intereses todo el dinero que te he dado durante este año! -Delia extendió su mano furiosa hacia donde estaba Mario.

El chico miró con ira a la muchacha y apretó sus labios mientras se giraba un poco de costado.

—¿Ya ves como yo tenía razón? Tú eres ese tipo de mujer; ya veo que eres una chica del campo después de todo. Una cosa es que no tengas aspiraciones en la vida; sin embargo, si solo te preocupa el dinero, entonces ya no queda nada más por hacer.

-¡Tú! -Delia levantó su mano y apretó los dientes mientras apuntaba con su dedo a la nariz de Mario. Sin embargo, las palabras no salían de su boca.

El chico sacó su cartera del bolsillo y tomó todo el dinero que tenía. Luego, lo depositó en la mano con la que ella continuaba apuntándole.

—Delia, tú no me mereces. Tu personalidad, tu formación académica y el pasado de tu familia no estarán a mi altura en el futuro. Además, si yo me casara contigo, eso significaría que me estaría casando con toda tu familia también, así que no solo tendría que mantenerte a ti, sino a tu miserable madre, a tu padre lisiado e incluso al inútil de tu hermano. ¡Cuando yo termine mis cursos de diploma y obtenga un buen trabajo, te voy a devolver el dinero que me diste, con intereses! —Mario suspiró mientras hacía un gesto de arrepentimiento con su cabeza.

Sin embargo, Delia le tiró el dinero en su cara. El chico estaba pasmado y se le quedó mirando fijo a la mujer. A él no le irritó en absoluto la desfachatez de Delia. Mario se agachó y comenzó a recoger uno a uno los billetes que habían caído al suelo. Ella se quedó atónita mirando al chico que recogía el dinero y lo ponía de vuelta en su cartera. Al mismo tiempo, Mario seguía murmurando enojado.

-Tú eres quien no quiere tomar el dinero. No importa. Yo fui el que cometió un error en primer lugar, así que tienes todo el derecho de estar molesta.

—Mario Herrera, nosotros fuimos compañeros de clase en el instituto por tres años, e incluso salimos juntos en la universidad durante casi un año. ¡Yo de verdad nunca pensé que fueras capaz de engañarme con otra mujer, y mucho menos que pudieras mentir acerca de lo que sentías por mí! -Delia ahogó sus lágrimas mientras hablaba.

-¡Parece que nadie nos va a ayudar a lavar nuestra ropa en el futuro! -suspiró Héctor.

Heriberto le dio un golpe en la cabeza de inmediato.

-¡Idiota! ¿No puedes lavar tu propia ropa?

Delia no pudo evitarlo y se echó a reír.

-El autobús ya está al marcharse. Delia, deberías subir ya. Ten cuidado durante el viaje y mantente a salvo -dijo Samuel.

Después de que Delia hiciera un gesto de aprobación con su cabeza, ella se dio la vuelta y subió al autobús para comenzar su viaje de vuelta a casa. Luego de que el vehículo arrancó, el autobús se alejó de la estación poco a poco. Heriberto puso su brazo sobre el hombro de Samuel mientras arrojaba el otro brazo en los hombros de Héctor. Los tres comenzaron a caminar uno al lado del otro.

Mientras caminaban, Heriberto preguntó: -Samuel, ¿a ti te gusta Delia?

Héctor se viró y le dio unas palmaditas en el pecho a Samuel.

-Por supuesto que le gusta. ¡Desde que la conociste, debes haber sufrido mucho cada vez que la veías durante todo este año que pasó!

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