El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 14

— De todas las cosas que he pensado de tí — dije levantándome del suelo para no hablar arrodillada frente a él — y mira que he pensado cosas — puntualicé apretando mis ojos con genio y gestualizando con mis manos  — esto es con diferencia, lo más bajo que podías mostrarme — ni siquiera se defendía, mantenía impasible como solo él podía mostrarse ante cualquier situación — pero lo peor de todo no es lo pequeño que te deja algo así ante mí, sino lo repugnante que se siente haberme dejado agachar a tu nivel. Y por más que lo pienso, con la rapidez que impone la situación, no llego a fundamentar... cómo has sido capaz de ser tan miserable.

Apreté entre mis dedos la alianza matrimonial y lo miré furiosa, dolida y completamente asombrada de ver tan de cerca, lo frío que era aquel imponente hombre.

Cerró con lentitud la puerta, justo en las narices de una Mery que se asomaba a ver la trifulca que ambos teníamos, o más bien que yo trataba de tener con él, pues el muy bastardo ni se inmutaba.

La capacidad de mantener su postura de iceberg al que solo se le ve la punta, era la parte más tenebrosa ante mis ojos, de un hombre tan voluble como había demostrado ser él.

De la gente impulsiva sabemos que esperar y generalmente como gestionar sus berrinches, pero...¿Cómo derretimos el hielo de los impasibles y metodicos Alexander's del mundo?

— Es la última vez que voy a decirte que tú eres la culpable de no descifrar mi personalidad y mis conductas — el cínico había avanzado hasta detener su enorme cuerpo delante del mío — puedes lapidarme por lo que quieras, pero nunca por ser un mentiroso ni por no decir verdades como puños Loreine.

— Tienes razón — le concedí eso sin pestañar, alzando la vista a sus ojos que estaban muy cerca  — eres alguien sincero... cuando quieres, tú y tus manipulaciones. No te vendas de hombre de bien, cuando no eres más que un número indefinido de crueldades juntas — estaba en bañador y descalzo y no dejaba de impactarme al verlo — juegas con la vida de varias personas bajo el traje de elegancia que no te cubre ni la mitad del cuerpo de indecencia y un día — tomé su mano y se dejó. Coloqué el anillo en su dedo anular sin dificultad — te vas a arrepentir de todo lo que tan vilmente orquestas.

Decidida a irme, me encaminé hacia la puerta. Ya no podía hacer otra cosa que impedir que manoseara mi cuerpo, sobre todo con mi permiso y disfrute.

Aquel hombre, había dejado claro desde el minuto uno que irrumpió en mi vida, lo canalla que era.

Me había demostrado su primera canallada cuando se quedó esperando que yo asesinara a una persona para intervenir siempre, a su conveniencia. Y eso era algo, que yo había decidido opacar ante su falsa elegancia y galantería.

Mi mano en el pomo de la puerta y la activación del cierre de la misma me dijo, que era su turno de exponer sus falsos argumentos que nada justificarían llegados a este punto.

— Tu conducta básica, me grita una vez más, que no eres más que una soñadora creyente de la parte rosa de la vida que jamás has vivido y ya no vivirás — no me dí la vuelta, no quería que viera la confirmación en mis ojos de lo real que eran sus negras palabras — te concentras en el detalle más obvio y menos importante de los acontecimientos, dejando escapar lo que verdaderamente deberías cuestionarme.

Era tan surrealista su forma de reaccionar que me casi me parecía histriónica.

Me sentía en una función negra protagonizada  por un actor interpretando una perfecta puesta en escena de desenlace psicodélico.

Sus comportamientos bizarros me hacían sentir así.

— Tu conducta siniestra y críptica no me deja concentrarme en nada más que poner distancia entre tus mundos y los míos — lo miré por encima del hombro y su rostro ausente de emociones me hizo cuestionarme algo — pero dándote la razón debo decir, que soy tan básica como tú mezquino.¿Está tu mujer de viaje y me has contratado para follar con tiempo de descuento?

Sorprendentemente noté una explosión en su calmada conducta, cosa que lo hizo venir hasta mí y amedrentarme, pero no pensaba claudicar. Alcé mi vista a sus ojos y habiendo llegado a mí, con inmensa velocidad, levantó mi barbilla y me dijo entre dientes muy apretados...

— No te permitas nunca ser vulgar — repasó mis labios con su dedo pulgar y cerró sus ojos — mantén la clase hasta para ser ofensiva. Es más profundo lo que se expresa con elegancia que lo que se escupe con grosería.

Lo miré a los ojos aún cerrados y abofeteé su duro y hermoso rostro. Me miró impasible, como para variar...

— Más vulgar y grosero de lo que tú cara educación te hace ser, no creo que consiga superar una simple palabra obscena mía — me soltó con ademán de rendición.

— Mi esposa no va a molestarte y desde luego — miró mi cuerpo con fuego en la mirada — yo no voy a hacerte mía.

Volvió a su escritorio y desactivó el cierre de la puerta. Me giré nerviosa y me acerqué, la abrí y justo en el umbral me giré hacia él con poco ánimo de hacerlo y de asumir con palabras lo que tan claro estaba...

— ¡Yo ya soy tuya Alexander!

No comí. Ni volví a bajar el resto del día. Mery nunca vino y era algo que internamente agradecía.

Me bañé sola y en paz. Él tampoco había aparecido por la habitación, cosa que definitivamente aplaudía.

Me supo demasiado fácil el salir de la casa y entre arbustos y gisazos llegué a la verja principal.

Los guardias estaban dormidos los seis.

Se veía que cuidar no cuidaban mucho.

Con todo el riesgo y el cuidado que pude reunir me subí a los barrotes y logré salir entre las puntas de lanza de la parte alta de la verja y poner los pies en el suelo, del otro lado, sin despertar a los seis hombres que estaría metiendo en problemas ahora mismo.

Me supo a libertad, a gloria y a peligro el estar fuera de la propiedad, que estaba en medio de un camino angosto y alejado pero un camino al fin y al cabo.

Un camino hacia la autonomía que había perdido al lado de Alexander Mcgregor.

Comencé a caminar en medio de la oscura noche hacia donde me llevaran los pies y esperando tener la suficiente velocidad, como para haberme desaparecido de por esos lares para el amanecer.

Buscaría una estación de autobús y me iría a dónde primero saliera cualquier ómnibus y buscaría un trabajo que me ayudara a subsistir lejos de el maldito comprador con brotes de bipolaridad.

Cortaría mi pelo y cambiaría mi imagen. Si no me encuentra no puede reclamar nada por incumplimiento de un contrato dudoso.

No es que fuera un plan estudiado pero sí, uno desesperado.

A medida que avanzaba por aquellos oscuros parajes, sentía que volvía a ser mía y que había ganado un juego que no sabía que jugaba hasta que me ví, gritando el jaque mate en mi mente.

Cuando las verdades dan voces de alerta, no debemos callarlas con miedos infundados que solo nos detienen en el pantano de la vida mal escogida.

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