El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 19

Dos patrullas nos recibieron.

Un hombre alto, castaño, ojos muy azules e imponente podía decirse, pues por su postura de manos en la cintura, apoyándose en el cinturon cargado de aditamentos policiales y algún que otro tatuaje decorando o no, según se mira los anchos y fuertes brazos del típico hombre de cuerpo trabajado a golpe de gimnasio así de veía, era la descripción exacta del policía allí presente.

La siguiente figura era la de una mujer, vestida acorde a su oficio también. No era fea. Podía verse guapa y de un buen cuerpo, pero demasiado atrevida pude notar, cuando se acercó a Alexander con la intención de besarlo y él le ofreció su mano, colocando su brazo en mi cintura. Gesto que me molestó un poco... El de ambos, quiero decir.

— ¿ En qué puedo ayudarlos? — dijo serio y un poco tenso mi captor. Los polis intercambiaron una mirada y el tío miró directo hacia donde se encontraba la mano posesiva de Alexander.

— Un café no estaría mal Alex— dijo ella. Me escudriñó de forma rara pero sonrió cínica para el castaño. Otro gesto raro que me pasó desapercibido.

— ¿No nos presentas? — comentó el extraño, sonriendo mientras se acercaba a mí.

— ¿Que demonios quieren? — dijo Joseph.

— Así no se recibe a tu...

— Pasemos dentro. Sube Lore, enseguida estoy contigo — interrumpió Alexander al policía y me besó la sien.

Me pareció que marcaba no sé cuál territorio, pero me supo equivocadamente a triunfo, delante de la morena medio guapa.

Le devolví el beso. El mío se lo dí en su mejilla, sorprendiendonos a ambos.

Sin que me diera tiempo a enrojecer de la vergüenza frente a todos y a que me presentara a los intrusos, desaparecí rápidamente.

Me fuí directo hacia la cocina.

Mery me recibió...

— Ay mi niña, ¿Dónde estabas? —  ella me abrazó algo compungida y supe que mi ausencia le había dolido y me indicó un refresco para que tomara.

Le conté con un poco de vergüenza que me había superado saber lo de la esposa de Alexander.

Podría decirse que le recriminé un poco por no habermelo dicho antes.

— Cristel es un tema complicado niña, no es algo que pueda ni quiera hablar Loreine, los temas de Alex,solo él los habla— el hermetismo en pluralidad de esta casa me molestaba.

— ¿Sabes que vendrá mi amiga? — mis ojos se aguaron solo de mencionar a Patri y ella me quitó el refresco de las manos y se sentó frente a mí, tomando mis manos y acomodando su delantal para explicarme...

— Vamos a cuidar de tu amiga y se va a poner muy bien. No te asustes que un mal momento, puede traer consecuencias hermosas — esta señora tenía sus momentos de ternura y me fascinaba cuando me trataba con tanta calidez — estará a salvo que es lo que importa. Mi Alex la salvó. Ahora estará bien.

Solté sus manos...

Sequé mis lágrimas y me levanté en el justo momento que sonó la sirena de la ambulancia, haciendo notar su presencia y la de Patri aquí.

Salí corriendo y me detuve en una ventana observando como siguió hasta una parte alejada de la casa.

— Estará en la casita — dijo Mery apretando mi hombro con cariño y apoyo — allí tendrá todo lo que necesita, ya está todo listo mi niña, cuidarán muy bien de ella.

— ¿Puedes llevarme por favor?

Asintió y salimos hacia el salón, volviendo a encontrarme con la mirada escrutadora de los allí presentes.

— Me refiero a tí, frente a mi comisaría esta mañana y luego, casi a punto de subir, arrepintiéndote a última hora.

Dios que alivio.

Pensé que sería otra cosa.

Me relajé un poco, pero Alexander no me soltaba.

— Solo estaba perdida, pero conseguí orientarme y llegué al sitio que buscaba — mi excusa era floja pero no podía descubrir la verdad entre mis palabras.

— Suponiendo que te creo — dijo estirado y serio, cruzando sus brazos bajo su pecho y mirando a Alexander en lugar de a mí — quiero que sepas que puedes venir a mi cuando me necesites — su comentario sonó raro y Joseph se levantó y se posicionó detrás de mí — después de todo aquí soy la autoridad — miró mis labios tensos un rápido minuto y dijo — estoy a tu servicio linda.

Dí un respingo poco notable y mi mano fue liberada para que mi cintura pasara a ser apresada por la de Alexander y me pegara a su cuerpo de forma posesiva. Cadera con cadera.

— Ella no va a necesitar nunca de tí — sus dedos acariciaron mi cintura frente a todos — yo la cuido mucho, vete tranquilo — su tono daba miedo y sus labios se pegaron a mi mejilla — que no se te olvide que la autoridad aquí, soy yo.

Estaba confundida.

Sentía que se estaban diciendo cosas en este sitio, que escapaban a mi comprensión.

Ambos hombres se retaban demasiado y nos arrastraban a todos a su concurso de poderío y se había cargado el ambiente.

Sin embargo, el final de aquella conversación casi bélica me dejó más confundida y asombrada de lo que esperaba.

— ¿Y Cristel que piensa de eso hermanito?...

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