El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 21

Dos días habían pasado y Patri seguía igual.

No despertaba, aunque tampoco empeoraba.

Los médicos que la atendían, decían que su estado era semi vegetativo. No era un como propiamente, pero si era un estado similar e inducido.

Debido a la gravedad de sus lesiones a nivel cerebral, habían decidido que lo mejor era mantener sedada a mi amiga.

Sus lesiones físicas iban sanando de a poco pero sin complicaciones, sin embargo, las cerebrales tomarían más de su voluntad que de otra cosa.

Ella me tenía el corazón roto. No encontraba paz de ninguna manera.

Pasaba horas de mi día sentada a su lado, justo como ahora.

Estaba sentada, esperando algún gesto que indicara que estaba luchando, volviendo a mí al menos.

Necesitaba que fuera indulgente con la vida que tanto daño le había hecho.

La indulgencia puede ser una buena forma de auto sanación.

Es más saludable perdonar, que odiar.

Aunque siendo sincera, el odio es un sentimiento al que algunos nos aferramos para esconder las ganas que tenemos de amar eso que tanto odiamos. En algunos casos.

Alexander era uno de esos casos. Me daba odio, no poder amarlo.

Estos días me había apoyado a su manera fría y distante, pero aún así, cada noche me daba su beso a mis labios y sus caricias a mi piel dormida, mientras yo fingía dormir, y eso era algo, que se estaba haciendo costumbre y que me costaría no extrañar cuando se cumpla mi tiempo con él.

— Vamos cariño, ven a cenar algo — me decía Mery, que casi que era la encargada de buscarme y sacarme de la casita. De no ser por ella, no me iría nunca.

Sentada en aquel sofá blanco, con las piernas recogidas y la barbilla apoyada en mis rodillas supliqué a dios que la ayudara y me despedí de mi amiga, con un beso a su frente y saliendo de allí con Mery y mi guardaespaldas.

Alexander no estaba. Estos últimos dos días, se había mostrado un poco ausente de la casa. Decían que tenía trabajo fuera. No sabía en qué trabajaba.

Había decidido dejar de interesarme por su vida, pues no era mi asunto y el parecía respetar mi nueva postura. Me dejaba hacer.

¿Que importaba si tenía mujer?

¿Que importaba su vida o su trabajo?

El no era ni sería nunca algo mío. Así que su vida privada no era mi problema.

Si tenía mujer, problema de ellos. Ellos se debían preguntas y respuestas, más no yo.

Si ella decidía aparecer, yo con gusto me iría si me lo pidieran, así que en el fondo y con mi nueva postura, la vida de mi comprador no era asunto mío.

Cenamos en la cocina y a pesar del cariño que me dedicaban allí, yo no lograba sentirme a gusto.

Quizás era poco entendible que estuviera tan afectada, pero es que habían sido menos de tres semanas demasiado duras.

Me ví de pronto en la calle, sin familia, con personas queriendo lastimarme y sin nadie que pudiera ayudarme.

Entro a la vida de este hombre, que me supera, y tengo muchos altibajos y demasiados cambios bruscos que me tienen descolocada.

Es muy confuso mi estado.

Después de cenar a medias y socializar un poco con la gente de la casa, me retiré a acostarme.

Él no estaba.

Y justo ahí, estaba esa sensación de abandono que no quiero sentir cuando se ausenta Alexander.

Me confundía mucho mi propia actitud, pero poco podía hacer para responder mis propias incógnitas.

¿Cómo se puede querer cerca y lejos, alg o alguien al mismo tiempo?

Poco a poco, inclinandose delante de mí, sacó la prenda y me dejó desnuda, frente a él.

Ya no había pudor. Ni vergüenza.

Ahora había costumbre y comodidad.

Su mirada me hacía sentir hermosa. Y estúpida, pero me hacía sentir. A eso me aferraba.

— ¿Por qué ? — pregunté susurrante.

Era un por qué, que encerraba muchas cosas.

—  Porque cuando estás así, tan rota, quisiera poder arreglarte desde cero, quisiera ser tu respuesta y tus soluciones — hacia cosquillas a mi vientre y me hacía temblar — y verte desnuda, me aclara la mente. No puedes entenderme pero puedes creerme. No es morbo, es oxígeno, el verte desnuda. Me oxigenas las venas y me vuelvo más humano.

— ¿Por qué nunca me has hecho el amor y te controlas? — pasó sus dedos por mis labios y cerramos los ojos.

— Porque no me lo has pedido y no quiero robarte eso — lo miré confusa.

Era todo tan confuso que me perdía en todos los caminos.

Iba dando bandazos.

—¿ Si te lo pido lo harías?...

Caminó hasta su parte de la cama. Se desvistió y se quedó en boxer, como siempre. Aunque esta, sería la primera vez, que no me haría la dormida.

Se acostó a mi lado, nos metió bajo las sábanas y me atrajo hasta su cuerpo. Mi pecho se pegó al suyo y aguanté la respiración.

Besó mis labios como siempre hacía y me quedé quieta, como de costumbre, solo que esta vez, lo hicimos mirándonos...

— No me lo pedirás...

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