El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 30

Estar a su lado, en cualquier circunstancia era un hecho para mí, pero su compañía en este momento, era casi un regalo.

Estábamos tan a gusto juntos que sentía que era un universo paralelo en dónde nos encontrábamos ahora mismo y no en la vida misma, que solo nos daba una tregua, sabríamos después.

Podía haber utilizado está oportunidad para preguntarle tanto que estaba sin decir, que cualquiera diría que era el momento perfecto; pero es que sabía, por lo que lo conocía ya y por lo que era más que obvio, que si tocaba ciertos temas se rompería la magia del momento y si hasta ahora estaba viviendo en una montaña rusa emocional, pues era mi momento de disfrutar de la altura en la que me sentía ahora, en cuanto a nuestros estados de ánimo.

De todos modos, ¿Que sabe nadie de mí, de lo que me gusta o no y de lo que necesito o no, como para que de explicaciones o piense en el que dirán por lo que hago?

Ahora mismo mi corazón vibra de alegría a su lado y eso, es algo que nadie más que yo puede sentir y no voy a negarme lo, básicamente, porque no me da la gana.

Aquello que me preocupa, que a veces no me deja dormir, siempre tendré tiempo de averiguarlo y de volver a sentirlo. Ahora solo pensaba vivir el momento, y el  momento se presentaba en compañía de Alexander.

— ¿Será que puedo confiar en lo que me darás de comer? Igual y aprovechas para envenenarme — jugaba conmigo, sentándome sobe sus piernas, abrazando mi cintura, mientras yo le daba una tortita que había preparado para él.

— Quedamos en que morirías de sobredosis de mí — besé su nariz mientras el tragaba lo que le daba y me acariciaba la piel. Solo me había puesto un bikini y hasta descalza estaba.

— Es verdad — me acomodó a horcajadas sobre él y aparto la silla de la mesa y la comida — pero con las pocas dosis que me has dado, no creo que ni siquiera me logres enfermar — metía las manos dentro de la parte de baja de mi bikini, enis nalgas y apretaba sintiendo mi sexo encima del suyo.

— ¿Me vas a decir  que ahora no te estoy poniendo malísimo? — le mordí el cuello y sonreímos juntos mientras el aceptaba que estaba teniendo una erección.

El desayuno quedó aparte y pasamos a hacernos el amor allí mismo. Lentamente. Con pasión pero sin premura y podría decir, que cada vez que me hacía suya, sentía que en realidad lo era. Que me estaba volviendo enteramente suya y mi mente no lograba conectar con nada más que con lo que me hacía Alexander y no el comprador.

Pasamos el resto del día, endemoniadamente a gusto juntos.

Su compañía era maravillosa. Sabía encantar a una mujer. Sabía entretener y era muy culto. Pasamos horas hablando de tantas cosas que sentía que estaba frente a un experto en cultura universal.

Un suave piano sonaba por los altavoces de la nave y era como sentir notas de amor. Cada melodía que sonaba era como una caricia al corazón.

Por instinto buscábamos tocarnos todo el tiempo y hasta besarnos, entre copa y copa del vino que nos acompañó durante todo el día.

No nos hizo falta ni bañarnos en el mar, porque estábamos tan agusto conversando de todo que no pedimos más.

Pero llegó la noche. Y la cena. Y la sobremesa.

— ¿Siempre tienes la nevera con comida aquí?— pregunté bebiendo de mi copa.

— Cuando supe que Mónica estaba en la casa, sabía que tendrías dudas y decidí volver y pensé en traerte al bote, dónde suelo estar muy pacífico y le pedí a mi capitán que preparara todo, pero que yo navegaría solo contigo.

— Siempre planeas todo con anticipación sin contar con nadie. Eso es bastante arrogante por tu parte — lo miré desafiante.

— ¿Que demonios estabas esperando para decírmelo? —se levantó furioso y estrelló las cosas de la mesa contra el suelo.

Su postura era demasiado agresiva y me levanté para salir de allí, me tomó del brazo y me pegó a su cuerpo.

Apretó mi cintura y deslizó un dedo por mis labios, abriéndolos para tocar mi lengua con la yema de su pulgar.

— Lo siento. Perdóname — me besó corto pero sentido — solo de pensar que otro quiere tocarte me enfurezco.

— Estaba esperando que volvieras.

— Llevo dos noches y un día entero contigo Lore, podías haberlo mencionado ya — me recriminó, volviendo a besarme.

— No encontré el momento y la verdad ni siquiera lo recordé, me siento segura contigo.

Su rostro cambió y me dió pena ver, como todo el vientre se había roto y ya no estábamos tan cómodos con la compañía del otro.

Una simple frase había estropeado todo.

— No deberías hacerlo.

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