El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 31

Nos habíamos enfadado.

Él me había contestado algo tan propio de su comportamiento normal, que me dejó casi que caer de culo en la realidad.

Alexander, había dejado que se nos colara el comprador y yo  me volvía a sentir miserable con sus conductas.

Me fui a dormir enfadada. Recogí todo de la mesa y cuando dejé la cocina lista, bajé al camarote y me metí en la cama, sola y triste.

Eso era la realidad de mi vida... Triste.

Pensaba en lo fácil que parecía estar bien con él, y en lo complicado que se volvía todo, solo porque no quería contarme nada.

Es tan difícil hablar para algunos, que no analizan lo fácil que se vuelve la vida cuando practicamos el arte de la palabra.

No hay nada, que las palabras no solucionen. Nos ayudan a afrontar la realidad y nos proveen de soluciones. Pero eso e algo, que la mayoría no quiere ver y Alexander, no era la excepción.

La cama me quedaba grande sin él. Sentía que hasta las almohadas eran muchas y decidí, que no era el espacio lleno, sino el vacío. Me faltaba él.

Cómo la masoquista que tiendo a ser, no paré de esperarlo y nunca vino a la cama. Me pudo la ansiedad y la incertidumbre y me levanté, descalza y poniendo una bata por encima de mi cuerpo desnudo, salí al pasillo y subí a cubierta, para verlo, fumandose un puro sobre el sofá de cuero y mirando al cielo estrellado.

Me recosté sobre la baranda y con los brazos cruzados, esperé en la penumbra, a que se diera cuenta de mi presencia. Quería que me notara y saber si le incomodaba o no, que yo estuviera allí. Sería la última oportunidad que le daría a aquella noche y de notarlo molesto me iría a dormir y mañana esperaría que me llevara a casa para poner distancia con él.

Pero, como el bipolar en potencia que era, me notó sin siquiera mirarme.

— Podría contar los latidos de ese corazón aunque fuera sordo — dijo, inhalando su tabaco — ese corazón que me atormenta y me calma, el mismo que ahora está desbocado, galopando como el mío cada vez que te siente cerca.

— No te pongas poético ahora — le dije y tomé la mano que levantó para mí, sin mirarme, pero haciendo espacio entre sus piernas para que me sentara dentro de sus muslos poderosos.

Estaba mirando la luna llena y me ubiqué, subiendo al sofá, entre sus muslos y mi trasero quedó pegado a su miembro ya endureciendose.

Lo hicimos en aquel sofá, de manera desenfrenada y ardiente. No fue gentil. No fuí comedida. El mordía y gruñía. Yo me retorcía y gritaba.

Un rato después, me empujó contra su masculinidad y dejándose ir, muy dentro de mí, justo después de hacerlo yo, me dijo...

— ¿Estarías dispuesta a cambiar toda tu vida, nuestro acuerdo, tus planes y tu futuro, por estar conmigo... Por quedarte a mi lado?

Esa pregunta hecha, conmigo encima, con el dentro y respirando agitados por las ganas de mucho más de lo que habíamos hecho, me supo a trampa. Así no podía pensar algo objetivo para responder una cosa tan seria.

Pero sin embargo, no tuve que decir nada, porque cuando la realidad se impone, los planes suelen fracasar.

Su móvil sonó, y después de esa llamada, nada volvió a ser como habríamos querido que fuera.

— Me tengo que ir. Mi mujer ha vuelto...

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