El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 32

— Sabía que eras cínico — le dije, poniéndome la bata nuevamente y sintiéndome sucia, por haberme estado acostando con el marido de otra y por ser yo misma, quien me había puesto en esta situación deplorable — pero cruel y mesquino, ya es sumar demasiado en tu contra.

— Enserio necesito irme, lo siento. Saldremos ahora mismo. Lo siento mucho — dijo poniéndose una bata como la mía, que antes no había visto que llevaba.

— No seas mentiroso que un cabrón como tú no siente nada. ¿Dónde me quedaré yo? — espeté furiosa y confundida.

— Te dije que Cristel no sería un problema para tí y nuestro contrato sigue vigente, así como cada una de sus normas. El que me tenga que ir inmediatamente no cambia eso. Tú irás para la casa, como mismo estabas antes de esa llamada. Nada ha cambiado.

— ¡Todo ha cambiado maldito! — le grité asqueada de ver la forma tan fría en la que llevaba el asunto y persiguiendolo por la nave, pues iba directo a la sala de mandos — ¿Cómo eres tan miserable de pretender hacer invisible lo que hemos hecho hace segundos atrás?

— La vida entera son segundos corazón — decía tranquilo, encendiendo las luces y arrancando los motores — da lo mismo diez que cien mil millones atrás, todo se reduce a segundos de vivencias. Se madura y asume que hemos hecho lo que no ha apetecido, que hemos dado los dos nuestro permiso a cruzar ciertos límites y que la distancia a la que estuviera Cristel de nosotros no significa que no existiera en mi vida. Asume que nos saltamos las normas y ya está.¿Que me estaba planteando tener algo más contigo? ... Sí, pero ahora mismo tengo que irme y no es que me muera por darle un beso y un abrazo a mi mujer — su tono era duro, pero no gritaba, simplemente contaba su historia mientras levaba el ancla y se ponía en marcha a pesar de la oscuridad de la noche — es que acaba de volver de un jodido coma.

Ahí mismo me detuve en seco. Sentí que me frenaba el mundo entero a mis pies.

Había estado acostándome con el marido de una mujer comatosa. Sabrá Dios y él desde hace cuanto tiempo está en coma y encima, me había burlado de su ausencia delante del hermano policía de mi comprador.

Cómo no sabía muy bien que hacer, salí de allí, dejándolo solo en sus comunicaciones con la naviera y el puerto, indicando nuestro regreso nocturno y pidiendo que alguien saliera a mar afuera a esperarnos y guiarlo al muelle.

Me fuí hasta el camarote y me tiré en la cama, analizando todo lo que podía estar por venir.

Había estado confundiendo todo. Había asumido que su mujer andaba por alguna parte del mundo, haciendo lo que quería de su vida y por alguna razón, no le importaba su marido ni lo que esté hacía.

Pero resulta que quizás, ella sí lo amaba y él había sido tan cabrón como para querer pasar con otra su tiempo libre mientras su esposa estaba entre la vida y la muerte.

El en este mes y un poco más que llevaba conmigo en su casa, no había salido, solo para supuestamente trabajar, pero quizás estuviera con ella, visitándola en el hospital. Dios, que repugnante todo.

Por eso su hermano, el policía, había dicho que qué pensaba su mujer de todo esto. Claro... Era un indirecta y yo había quedado como idiota cuando comenté lo que comenté, y seguro hasta la amiguita policía sabía, que Cristel no podía opinar nada, pues ella después de oír lo que dije se había reído disimuladamente.

Pero, ¿Y Mónica?

Ella no dijo nada que pudiera parecer una indirecta.

Ella parecía saber todo de Alexander, pero sin embargo eso no lo mencionó de ninguna manera y no creo, que siendo médico, no supiera lo que sea que le haya pasado a su mujer.

Había hablado como si se me fuera la vida en ello, pero es que no podía detener mi indignación hecha palabras.

Trató de tomar  mi mano en el asiento y lo esquivé. No podía dejar que me tocara otra vez. Mucho menos ahora.

— Hay algo en lo que tienes razón — acepté, bajando mi ventanilla para que me diera un poco el aire — Cristel no cambia nada en mi situación — esa frase llamó su atención y nos miramos a los ojos antes de que continuara — pero yo sí lo hago y no tengo porqué dejar de seguir encerrada en tu casa, el tiempo que me queda contigo. Mi contrato dice que puedo salir contigo o Joseph, pues maravilloso, así será y también especifica, que no tendría que acostarme contigo, por lo que no quiero que vuelvas a tocarme de esa manera. Del resto, sabré cumplir como así lo he hecho hasta ahora y me obliga mi firma en el documento.

Rompí el contacto visual y me congratulé de ver, que el mantuvo el silencio hasta que llegamos.

Y justo cuando creí que no podía haber más confusión en mi mente de la que ya había. Otra más se sumó a la ecuación.

— ¿Que hace la señora de la pensión aquí? — pregunté, mientras el coche se detenía en la entrada de la casa y podía verla aunque no recordara su nombre.

El suspiró largo y cansado antes de decir, mientras el chófer le habría la puerta para que bajara.

— Es mi suegra...

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)