El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 34

Había una brasa de candela imaginaria entre todos allí. Sentía que me estaba quemando entre tantos pasados, presentes y algunos futuros juntos.

Éramos diversas mentes tratando de entrelazar nuestros pensamientos de manera casi telepática, hasta ver si éramos todos capaces de explicarnos una sola cosa, de muchas que quedarían suspendidas en el limbo de la incertidumbre...

— Tú... ¿Qué clase de persona eres?

No había nadie allí que pudistes tener la capacidad de ignorancia suficiente como para no querer hacer la misma pregunta que hacía yo, y que en el fondo se hacían todos.

— Lore — dijo, empático y tratando de acercarse a mí, yo retrocedí y nadie reaccionaba, solo se escuchaba el beep beep del equipo que ventilaba los pulmones de Cristel — vete por favor. Hablaré contigo luego, esto no te concierne.

— ¿¡Perdona!?... ¿Que has dicho?,¿Que no me concierne?

Era casi imposible que pudiera tener todavía más cinismo dentro de su personalidad pero era evidente que aún cargaba con esas municiones y estaban sin seguro y listas para disparar.

— Después de todo lo que ha pasado, descubro que tú mujer ha estado bajo este mismo techo, medio muerta y tú lo único que te atreves a decir es «¿ Lore no te concierne?»... ¿Es enserio?

Me había ido acercando a él y eso nos había puesto más cerca de lo que deberíamos.

Todos nos veían como alusinado y esperando que algo verdaderamente esclarecedor saliera de aquella discusión que apenas empezaba y que definitivamente no tenía nada de obviedad. Allí todo era tan improbable, imposible e increíble, que las expectativas eran prácticamente invisibles e infinitas.

Me giré hacia la señora, viendo cómo Alexander se reservaba el derecho de contestar y ella adoptó una postura un poco defensiva, según pude notar...

— ¿Cuánto tiempo lleva su hija en coma?

— ¡No te atrevas Dulce! — exclamó alzando la voz él objeto de mi desasosiego y ella lo miró por encima de mi hombro, negó con la cabeza y murmuró cabizbaja un « No puedo decirlo »

Silenciar... Eso es lo que hacía el con todos allí, silenciarlos de una manera o de otra.

Miré a Mónica y me dió un guiño que no llegué a entender y tomando una jeringa le inyectó algo en el suero a Cristel, que evidentemente, estaba un poco alterada pues toda la indumentaria que la rodeaba había comenzado a pitar de forma molesta.

— ¿Vas a mantener a todos callados Alexander?

Me giré hacia él y puse mis brazos en jarra sobre mi cintura, obviamente frustrada.

El enderezó su espalda y endureció la expresión de su rostro y aquel simple gesto fue un detonante hacia el comprador.

— Espera en la habitación corazón — ahí estaba la palabra mágica — ahora bajo y disperso tus dudas.

Con arrogancia repugnante se dió la vuelta y manteniendo las manos en sus bolsillos, dejó que su vista se perdiera por los prados de la propiedad, alzando su mentón de manera altanera y cuadrando aquella espalda magnífica qué horas antes había soportado el peso de su cuerpo penetrando el mío.

Hay momentos en la vida que no tenemos los suficientes contrastes como para matizar los daños.

De esos momentos que marcan distancias que algunas vez creímos  irrecorribles dónde decir que nunca pensé llegar a esto es un eufemismo.

Aunque nadie pudiera entender la magnitud de lo que ese hombre frío, duro, calculador y adorablemente siniestro representaba en mi vida, para mí se hacía demasiado simple... El era todo para mí.

Pocas personas en el mundo pueden sentir lo que es un todo, y yo lo sentía con él. Simplemente me lo daba todo... Desde lo más sublime hasta lo más miserable.

Todas y cada una de sus faceta llenaban mi vida de un todo inexplicable... Me llenaban de el comprador.

El me había dado de todo lo que jamás pensé tener y lo peor era en ese entonces... Que me daría todavía más.

Llegados a este punto debería decir, que yo llegaría a conocer lo que era, mucho más que todo.

Si él no hubiera estado sosteniendo mia piernas, yo me abría caído al suelo y no en sus muslos.

La rabia, el desconcierto, el dolor, la ira y mucho más que me provocó aquella noticia, me dejó silenciada.

Nos mirábamos de maneras distintas, pero a la misma vez y al mismo sitio... Nuestros ojos.

— Cristel está en coma justo desde el día en que murió tu madre y tu padre — repitió como poniendo en contexto algo que había quedado bastante claro — yo sé que puede parecer muchas cosas Lore, pero no quiero que pienses que te traje aquí para tener una mujer de repuesto en mi cama. No fue así y tienes que entenderlo.

Yo no entendía nada. Me había sentado horrible lo que sucedía y todo apuntaba a mucho más de lo que se hablaba aquí.

Es que era muy difícil entender lo contrario cuando parecía que él me había traído aquí para divertirse conmigo mientras volvía su mujer.

— Sabes que el contrato especifica que no nos acostaríamos y que no habría una relación romántica entre los dos — en eso tenía su parte de razón y el me daba respuestas a preguntas que no llegaban a salir de mi boca pero es que eran tan obvias que sobraba la pregunta incluso cuando dabas la respuesta — lo que ha pasado entre los dos es sincero y ajeno al contrato. Me gustas, te deseo, y siento cosas por tí tan fuertes como parecen y aunque no me creas quiero que lo tengas presente sobre sabiendo que no soy fácil de expresar está cosas ni ninguna otra. Sabes que no soy de dar explicación alguna y tienes que sentir tanto como yo, que hay algo mucho más allá de nuestro control entre los dos.

Era todo tan enorme y tan pragmático que era difícil creer que había sentimientos reales involucrados.

Se me hacía bola todo lo que le decía y solo podía concentrarme, en cuanto había de cálculo en aquella situación.

Sentía que todo estaba aún por decirse y tal vez, solo tal vez, este era mi momento para hacer la gran pregunta que podía resultar respondida en este justo momento que era posiblemente el más cercano a la verdad, que había vivido con él.

Lo que nunca creí es que si capacidad de silenciar, podía extrapolar a él mismo casi como efecto búmeran...

— Si de verdad estás siendo sincero Alexander — mi voz salía como demasiado fuerte para lo que yo acostumbraba a proyectar — dime la única cosa que puede hacer que te crea eso que has dicho — me miró expectante y yo relamí mis labios bajo su atenta mirada...

— ¿Qué es lo que quieres comprarme?...

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