El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 39

Aterrada miraba mi móvil, ese que me había devuelto él,y que en aquel justo momento,hubiese preferido no haberlo recuperado jamás.

El video siniestro del momento en que maté a aquel hombre que quería abusar de mí, y que no tuve más alternativa que proceder de aquella forma,estaba siendo reproducido en mi mano, sin audio pero con tomas perfectas de todo lo que allí había sucedido aquella nefasta noche.

Caminé  hacia atrás y me dejé  caer en la primera silla que encontré haciendo  contacto visual con Alexander que tenía la misma postura que yo, aunque no la misma proyección facial.

—Voy a investigar esto Lore, no podemos esperar a que nos chantajee alguien, porque es obvio que eventualmente lo harán —comentaba él tranquilamente y vino hasta mí  cuando vió lo aterrada que lucía, se arrodilló a mis pies y continuó —no dejaré  que esto te perjudique mi amor—besó mis temblorosos labios unos segundos antes de decir algo que no había analizado y que me hacia sentir un poco, solo un poco mas tranquila —la persona que envió esto, simplemente te ha dado una excusa para huir de mí, con ese video tuyo, y este mío,  soy yo el perjudicado y no tú. Alguien te quiere alejar de mí y ha usado esto para darte la opción de escapar y a mi de ir a la cárcel. Tu video muestra como te defendiste y el mío  como limpié la escena de un crimen.¿Entiendes?

Perfectamente entendía.

Asentí y él tomó  el movil de mi mano, lo lanzó al otro extremo y me recorrió  el rostro con sus dos palmas muy abiertas, quitando de mi angustiada expresión los cabellos sueltos.

—Te están dando el arma perfecta para irte de mi lado Loreine—su tono delataba un dolor implícito, que era hasta contagioso porque a pesar de todo, yo ya lo amaba y no quería separarme de él —no puedo renunciar a tí, no voy a saber estar sin tí y no puedo dejar que te arrebaten de mi lado.

Alexander era un hombre imponente, seguro de sí mismo rozando la arrogancia, era un hombre que no proyectaba miedos porque sabía muy bien medir cada paso que daba y no hacía ningún movimiento en falso,pero esto era una mancha negra en su impecable currículo. Esto lo ponía sobre aviso de que algo estaba pasando a nuestras espaldas y estaba segura, de que a ninguno de los dos nos iba a gustar el resultado.

—No voy a dejarte Alexander, y mucho menos por manipulación de desconocidos —suspiró largo y me tomó de los hombros para obligarme a abrazarlo —muéstrame tu video.

Se paralizó en el abrazo y supe, que había tocado algo muy sensible para él.

Ya no era el hombre dominante,que ordenaba o impedía que hiciera cosas. Ahora lo estaba intentado y yo lo sabía, él  trataba con todas sus fuerzas de mantener una relación normal conmigo, sin órdenes ni prohibiciones,  por lo que estaba claro que no iba a negarme ver ese video, pero lo afectaba sobremanera el hacerlo.

Simplemente se levantó  en silencio, metió una mano dentro de su traje elegante y sacó  nuevamente su movil, extendió  su brazo hasta mí y tomé el aparato buscando enseguida lo que quería ver.

Él sin embargo, me dió la espalda, caminó hasta la ventana y con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón a medida, se quedó  mirando a la nada mientras yo veía el maldito vídeo.

Era asombros notar el poco civismo que existía en el los seres humanos. ¿ Cómo era posible que vieran a otras personas cometiendo actos criminales y se detuvieran a grabar videos en vez de impedir crímenes?

Pues tristemente así era.

Con el corazón llorando de pena, pude ver como el mismo hombre que hoy amaba, que me regalaba las noches más espléndidas que alguna vez viví y el mismo que intentaba protegerme de todo menos de sí mismo, había sido tan miserable como para hacer algo tan bajo y cruel como aquello.

Él mismo,con la ayuda de su hermano Joseph habían limpiado todo en el salón de mi casa y el video acababa en el lamento exacto en que ambos metían el cadáver envuelto en un naylon negro dentro del maletero de su lujoso coche, donde minutos después íbamos juntos hacia nuestro destino,ajena yo,al paquete que cargabamos.

—Tiene la matricula de tu auto Alexander, no hay forma de salvarse de algo como esto, como una prueba tan infalible.

Susurraba, porque no me salía la voz en su tono normal. Estaba anonadada, asustada,impresionada y sobre todo... dolida.

Alexander por su parte, dejó  escapar el aire con fuerza de su nariz y se giro, me miró compungido, haciendo de aquel momento,algo trascendental.  Nunca olvidariamos el momento en que ambos supimos perverso que podía llegar a ser él,  cuando estaba en su traje de comprador... Un cabrón como ningún otro.

Era un virtuoso de la manipulación. Pero lo amaba. Contra todo pronóstico me había enamorado de él y contra eso, no había mucho que hacer llegados a aquel punto en el que ambos navegabamos sobre las mismas aguas.

—He tratado de buscar las palabras adecuadas para disculparme contigo Lore, pero es que esto...

—No tiene perdón  Alexander —le interrumpí y le respondí  al mismo tiempo —así  que no busques más, porque no vas a encontrar nada que decir que justifique lo despreciable de tus actos.

—Deben pensar que soy tu amante —sin poder evitarlo me ví  exponiendo mis ideas en voz alta y automáticamente él se detuvo,haciendo que Joseph y yo frenaramos violentamente nuestro andar.

—Ya te dije jna vez que no me interesa lo que piense nadie porque a nadie nunca le ha importado lo que piense yo, pero si te hace sentir mejor, me arrodillo aquí mismo, te pido matrimonio otra vez y te beso con las ganas desesperadas que tengo por dentro acumulándose cada vez más, para dejar claro que eres mí mujer, y no hay nadie más que tú en mi miserable vida.

Sopesé en mi mente esa posibilidad y por muy atractiva que sonara, no era tan infantil como para exigir algo como eso.

Sonreí. Me miró serio. Tiré de su mano y alzó  una ceja en señal de confusión; pero se dejó guiar hacia los ascensores a los que antes de mi infortunado comentario nos dirigíamos.

—Me muero por besarte Lore y me duele que lo evites, pero sabré  esperar.

—Ahora no Alexander...

No podía dejar que me hiciera chantaje emocional, a pesar de también sentir unas ganas increíbles de besarlo, pero no podia y no iba a ceder. Necesitaba un poco más de tiempo y estar en lugar con menos público.

Subimos a su despacho y todo el viaje en ascensor lo tuve detrás de mí,  acariciando los espacios desnudos de mi espalda y respirando en mi cuello, como si su hermano no estuviera allí.

Finalmente llegamos a su piso y como ya me había estado temiendo durante toda la mañana, mi teléfono sonó indicando un nuevo mensaje entrante y como si fuera poco y no tuviésemos suficientes problemas, justo cuando los tres nos detuvimos en el medio del lugar compartiendo miradas asombradas y expectantes, la puerta del despacho del hombre que me llevaba de la mano se abrió...

—¡¿Alex?!...

Solo de verla y oír su voz, me puse tan nerviosa que traté  de soltarme de su agarre pero él  me miró  ceñudo y bajó  la vista hacia justas manos unidas, donde ella también clavó  su mirada, y yo solo quería  morirme de la vergüenza.

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