El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 42

Me parecía tan surrealista todo lo que había vivido a su lado en aquel corto espacio tiempo que llevábamos recorrido,que me era completamente creíble aunque un tanto  asombroso que me quisiera de aquella manera.

No me entiendan mal. No era que no me sintiera igual. Era más bien, que tenía pavor de aceptarlo tan gráficamente como lo estaba haciendo él.

A veces la constancia de las personas sobre la magnitud de tus sentimientos, es una desventaja para tí y una gran ventaja para ellos. Tienden a aprovecharse y ya Alexander se había aprovechado bastante de mí, a pesar de que a esas alturas ya no me importaba.

Finalmente nos habíamos empezado a pertenecer de manera más entregada y aquello, era como dar cien pasos hacia adelante.

El hecho de que me tuviera en el mismo marco fotográfico y conceptual, que a su hijo, era un detalle enorme  y ambos, lo sabíamos.

—No alusiones,¿vale?...—bajó sus manos a mi cintura y me encorvó hacia atrás para besarme profundamente mientras me aferraba a su cuello y sus manos rodeaban al completo mi cintura por detrás —vamos paso a paso, al ritmo que quieras pero me gusta tenerte cerca y cuando trabajo,no encuentro otra manera de mirarte que en esa foto. Y el hecho de que estés al lado de mi hijo, es porque son lo único puro,inocente y sincero que he tenido en la vida... al primero lo perdí hace mucho y a tí,...a tí nena,quiero conservarte por mucho tiempo. Haré las cosas mejor y conseguiré que te quedes.

—Alexander...—enmarqué su rostro y  me apretó contra él un poco más,casi al punto de levantar mis pies del suelo y sostenerme solo con su fuerza al abrazarme de aquella manera —a veces eres muy negro a la hora de hablar y esa oscuridad me asusta. Siempre usas la perspectiva del adiós y la distancia y me preocupa que haya razones poderosas para que actúes así. Por favor para ya. Estamos juntos y así seguiremos. Deja de vivir como si tuviéramos las horas contadas. Víveme y déjame vivirte sin la presión del posible final...

Sin darle tiempo a responder otro de sus negativos razonamientos lo besé. 

En esa ocasión sí me levantó del suelo y profundizó el beso mientras daba vueltas conmigo encima y ambos sonreímos dentro del beso.

Teníamos una historia torcida en un principio pero que se iba perfilando tan bonita, que me costaba entender el porqué él estaba insistiendo constantemente en ponerle fecha de caducidad.

Un nuevo sonido de su intercomunicador nos interrumpió la euforia romántica en la que estábamos y sentí como mis pies tocaban el suelo nuevamente.

—Lo siento —se disculpó él.

—Era mejor que alguien nos detuviera o la liaríamos aquí Alexander —ambos sonreímos y yo entorné los ojos divertida. Él alzó ambas cejas pero me devolvió la sonrisa. Se le veía tan relajado a mi lado, que disfrutaba de eso tanto como él.

Cuando contestó la llamada de su secretaria, ella le anunció que venía en el elevador una persona que él estaba esperando. Que quería conservar el anonimato y que había subido porque él mismo le había dado acceso.

A pesar de sentirme muy a gusto a su lado, guardaba cierta impresión de estar interrumpiendo su ritmo de trabajo.

—De acuerdo Lina, que pase directamente —dispuso sin dejar de mirarme y colgó.

—¿Quieres que me vaya?... Puedo esperar en otro lado y vuelvo cuando se  haya ido tu cliente—propuse porque no me quería interponer en su vida laboral. Ya sentía que la estaba variando bastante por mí.

—Ni quiero que te vayas, ni él es un cliente —se sentó en su sillón de trabajo y colocó ambos antebrazos sobre su mesa, inclinándose para sacarme de la ignorancia—el cliente soy  yo...y tú. Es un investigador privado que trabaja con gente de altura de este país y prefiere mantener el anonimato,  nada más.

—¡Ah, vale!...entonces iré al tocador y vuelvo.

La intensidad de su mirada... su presencia imponente... su poder para hacerme sentir intimidada y su aura egolatra que me hacía querer huir a ratos de él.  No era un hombre fácil de resistir y saberlo mirándome constantemente era verdaderamente intenso.

Salí, prácticamente huyendo y me recosté contra la puerta,justo del otro lado de su oficina y bajo la sugerente y divertida mirada de su secretaria.

Me separé enseguida y traté de enderezar mi postura cuando noté que ella me observaba hacer el ridículo.

—Poderoso y profundo, ¿eh?...

Su pregunta a medias me hizo gracia. Sonreí un poco y me acerqué a ella, que a pesar de su belleza robusta y su elegancia escandalosa para vestir,me cayó bien. No parecía la típica secretaria que suspiraba por el jefe y odiaba a la novia. Había sido y seguía siendo bastante empática conmigo desde que había llegado, q pesar del poco tiempo que llevaba allí y las dos escasas veces que la había visto.

—¡Inspirador! —nos reímos juntas y ella asintió.

Y siendo perfectamente consciente del tremendo autocontrol que el megaeducado de Alexander estaba exponiendo en ese momento, me dejé llevar por él hascia el pasillo que antes me había indicado su secretaria y la misma, se apresuró en obedecer las órdenes de su jefe, guiando a Preston al despacho.

Mi comprador por su parte, me colocó q su lado y apretó su mano en mi cintura con más fuerza de la que debería.  Estaba molesto y lo supe incluso antes de que sucediera lo obvio.

Llegamos a un lujoso baño, efectivamente al final de un desértico pasillo y nada más entrar, nos tropezamos con la señora de la limpieza que se asombró muchísimo de ver al jefe. De verlo en el baño de mujeres y sobre todo, de verlo con una mujer tomada de la cintura y con expresión de asesino en serie.

—¡Déjanos solos!... por favor.

Trató  de arreglarlo al final, pero ya la pobre señora se había asustado y comenzaba a marcharse con la cabeza gacha y lo más rápido posible.

Cuando ella consiguió sacar el carrito de la limpieza, él fue hasta la puerta de cada baño y comprobó que estuviéramos solos y así era. Entonces, pasó a la puerta y puso seguro antes de girarse para increparme.

—¿De qué  lo conoces!—fue la única pregunta que hizo y podía ver su mandíbula temblar por la presión de sus dientes y sus narices abrirse y cerrarse por la manera descontrolada con la que respiraba. Parecía un toro embravecido.

—Es una larga historia Alexander —traté de ganar un poco de tiempo y de desviar la conversación pata darle la ocasión o no, de calmarse.

—Tengo tiempo...

Sabía que él no iba a dejar pasar ese asunto así como así y me hacía gracia verlo en plan celoso, cuando sabía que  era absolutamente suya y no tenía escapatoria de todos modos.

Llenándome de valor, para todo lo que vendría detrás de lo que le confesaría, me aventuré...

—Es un antiguo amigo... un ex y un antiguo cliente, Alexander.

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