—¿Quién es Roger, qué es eso de que me busca alguien,y cómo que nos vamos a a casar?... Alexander, explícate, porque son demasiadas cosas que me atañen y no me entero de nada...¡Habla ya!
Era consciente de que estaba gritando un poco. Sin embargo, era incapaz de evitarlo y tampoco hacía mucho por evitarlo.
Él se recostó sobre su asiento, manteniendo la calma,como era su característica personalidad,mientras yo estaba que me subía por las paredes... como expresión figurada,lógicamente.
—Alguien pretende volver a abrir el caso con el seguro, y demandarte para que pagues la deuda del accidente de tu madre, pero eso es asunto mío y lo sabes, yo voy a ocuparme de averiguarlo todo y cancelar esas deudas, ahora... para hacerlo más efectivo y ganar un poco de tiempo mientras lo investigamos todo, nos vamos del país y a casarnos. No hay opción Lore y no pediré tu consentimiento, es algo que haremos y Roger, es uno de mis hombres de confianza de la seguridad. Él llevará a Patricia para que te acompañe y sea tu testigo. Yo ya tengo al mío aquí.
Lo había dicho todo tan rápido y tan decidido que me había quedado sin argumentos preparados para rebatir instantáneamente;pero una vez que lo pensé, segundos después, conseguí reaccionar.
—¿Eres consciente de todos los problemas que te estoy ocasionando y de que un matrimonio es algo bastante permanente y radical? —giró la cabeza hacia donde identificaba el sonido de mi voz y sus azules ojos me miraron despiertos y profundo.
—Eso es justamente lo que quiero de tí —mi asombro se reflejó perfectamente en la unión de mi entrecejo —solucionar todos tus problemas convirtiéndolos en los míos y que de manera radical y permanente pases a ser mi vida entera Loreine...te quiero a cada segundo y en cada espacio de mi alma. No voy a dejarte ir y el trámite de hacerlo oficial, tendrá que dejar de ser romántico para ser efectivo nena.
Un intento de sonrisa se asomó a mi boca sin llegar a materializarse del todo, porque tenia pavor de que el destino de pronto decidiera que no éramos el camino del otro y terminara estropeando nuestra burbuja de perfección.
Aunque, mirando esos ojos azules, que intentaban de todas las maneras ayudarme a salir de todos mis caóticos problemas, y muy a pesar de que había una gran parte que escondía grandes secretos y manipulaciones pasadas, no pude negarme a ser suya. A ser feliz por el espacio de tiempo que pudiera y rezando para que pudiésemos llegar al final del cuento.
—¡Vale!—fue todo lo que dije y le provoqué un larguísimo suspiro —yo no sé si esta historia tenga un bonito final, pero me quedo contigo. Te elijo y escojo lidiar con lo que venga y asumir el reto de limpiar el turbio camino que nos ha traído hasta aquí... así, que sí... nos casamos.
—¡Te quiero Lore,dios lo sabe!... de todo lo que he hecho es en lo único que puedo apostar mi vida sin perderla, y que sea cierto. Yo, Alexander Mcgregor, tu comprador, te quiere, te ama y no existo más sin tí.
Todo el viaje en el avión lo pase sobre sus piernas. No nos importaba quien mirara, quien pudiera opinar ni quien estuviera en desacuerdo. Simplemente éramos libres de amarnos y en aquellos momentos, no existía nadie más que nosotros y nuestro amor, en aquel avión privado.
Mientras nosotros volabamos hacia las baleares, Patri lo hacía en otro transporte aéreo, para encontrarse conmigo allí, y como en todo lo demás a lo largo de mi vida, estar a mi lado en el momento de casarme.
¿Que era una locura...?, ¡Si,lo era!
Pero eso no podía importarme menos mientras sus brazos me abrazaban. Su boca me besaba la piel del rostro al completo y el cuello tan sensible a él.
Por primera vez en mi vida, aún a riesgo de que fuera efímero, yo estaba siendo feliz. Completa y absolutamente feliz.
Él se veía relajado y devorado por la misma sensación de plenitud y alegría que yo. Reíamos por todo. Nos pellizcabamos la piel, nos mordiamos los labios y estábamos fundidos en el otro, como nunca pensamos que podíamos y yo no quería renunciar a eso, así como él tampoco parecía querer hacerlo.
—Pagaría todo mi dinero, en todas las vidas que viva, con tal de tenerte así una sola vez más —susurró en el.hueco debajo de mi garganta y dejó un beso allí, mientras yo me removía risueña sobre sus piernas.
Alexander había mandado a los estilistas del hotel para que me vistieran y maquillaran para el pequeño evento.
No hacía falta más que ver a mi amiga a los ojos, para saber que estaba feliz de lo que iba a suceder. Según ella misma me dijo, eso podía significar más protección a largo tiempo para el asunto que nos había traído hasta la casa y la vida del comprador.
Mi vestido era de encaje bordado, no era propiamente un vestido blanco de boda, pero era perfecto para volverme su mujer.
Todo color hueso, sin espalda, marcando mi cuerpo en los lugares especiales y dejando muchísima piel expuesta, largo hasta el suelo y dejando detrás una pequeña estela de tela que no se podía denominar como una cola propiamente dicha, pero era una excelente imitación a una.
Descalza y con un ramo de lilas en las manos, el pelo suelto con una tiara improvisada de otras lilas más, me sentía la novia más ideal y hermosa del mundo. No lo necesitaba más que a él para convencerme de hacer aquella locura, casi sin pensarlo; pero cuando llegué a la orilla del mar, y lo ví, allí, vestido de lino, en rojo vino y también descalzo, con aquel pelo tan rubio y desordenado perfeccionando sus ojos azules, supe que él sería mi vida y mi muerte enteras.
Desde aquel momento, supe, que iba a quererlo hasta morir y que tenía que correr sin miedo hasta él.
A la orilla de aquella playa, me volví su mujer y él mi marido y la presencia de un cura en la ceremonia, era la única confusa certeza de que Alexander había preparado todo para que fuera un vínculo indisoluble pues nos estaba casando para toda la vida, con cierta poesía en sus actos pero con fines tácitos de reclamo implícito.
Enamorada de cada gesto suyo, de cada cosa que no se pareciera a mí y fuera absolutamente él, me perdí en el amor que le tenía, en aquella locura que podía contarme mucho,pero que pagaba a gusto.
Allí, con el mar como testigo me hice suya...
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