El comprador (COMPLETO) romance Capítulo 52

Cuando la reunión con mi cuñado llegó a su fin, el impaciente de mi marido parecía haberlo adivinado y entró en la oficina como un tiro, incluso tropezando conmigo que intentaba salir con Kyle detrás, y provocando que nos atascaramos los tres bajo el marco de aluminio de la puerta. Chocando entre todos.

—Si que estabas impaciente Alex... —comentó el capitán para picar a su hermano.

—Cuando mi mujer no está a mi lado suelo estarlo —contra atacó mi marido tomando una de mis manos para pegarme a su cuerpo y caminar a mi lado, en la misma dirección que indicaba Kyle —y si se encuentra al tuyo, más todavía.

—¡Alexander, por favor!—le recriminé.

La mano anclada a mi cintura por detrás, me apretaba demasiado. No podía dilucidar si se trataba de castigo o nerviosismo pero me ví en la necesidad de suavizar su agarre tirando de una de sus manos con la mía. Él me miró serio y ambos desviamos rápido la mirada para no delatar la situación frente a los demás. Como quiera que fueran las cosas, si algo estaba claro es que los dos nos podíamos hundir en el mismo barco si se descubría el crimen que habíamos cometido, cada cual a su manera

Sorteando las pocas mesas que habían en aquel sitio de población policial pobre, llegamos a un pasillo por el que accedimos a la sala de identificación de criminales. La típica que tiene un cristal de visibilidad por un solo lado y que es utilizada para evitar que los delincuentes marquen a quienes los delatan. Allí, en un sitio tan horroroso como ese,estaba yo, que debía haber tenido una vida tranquila y austera, que era todo lo que un día había soñado y que sin embargo estaba en el sentido contrario de obtenerlo.

—¿Estás lista?—me preguntó Kyle, mirándome solo a mí y asentí —no podrá verte pero eso no significa que no necesite que tomes una decisión cuando lo hayas identificado Loreine —las manos de mi marido me guiaron hasta pararme de frente al cristal y con mi espalda en su pecho, dándome un apoyo que me confundía pero que agradecía y necesitaba —necesito saber cual es su intención con ese video. Él solo ha hablado del tema conmigo,por lo que asumo, que sabe más de tu vida de lo que nos gustaría y me muero por saber, ¿qué demonios quiere de tí?

Inspiré hondo y mi tórax se distendió todo lo que mis costillas podían permitirse sin fracturarse, cuando vi como iban entrando de uno en uno, más de cinco presos de los cuales, dos, me eran muy familiares.

Durante toda mi vida, Patricia había sido esa amiga desvalida que empastaba perfectamente con mi personalidad solitaria.

Yo me había dedicado a ayudar a mi is padres y ella a sobrevivir como podía, con una tía que murió de pronto y la dejó a la merced de un padre alcohólico que la vendió al que hoy era su marido y que hizo de ella lo que, más mal que bien, le pareció. Con los años ella se resignó y yo entré en su mundo, al menos el laboral, por obligación de tomar medidas desesperadas.

Lo demás es historia que involucra al hombre que me abraza hoy, y que hasta ese momento pensaba en ella como pasado, hasta que la mirada desorientada del padre de mi amiga me convirtió ese historia, nuevamente en presente.

—Ese hombre de ahí —señalé al calvo tatuado incluso en su cabeza —lo conozco perfectamente pero no sé si me recuerde.

—Te recuerda muy bien Loreine —confirmó Kyle —te lo aseguro, es él quién tiene el video.

—Pero a ese otro también lo conozco y estoy segura que algo tienen que ver y no es casualidad que estén juntos en el mismo lugar —le interrumpí incapaz de no hacerlo y traté de ignorar lo que había dicho.

El moreno que había señalado, era uno de los clientes que generalmente asistía al club, las mismas noches que Christian lo hacía, y no podía asegurar que no se conocieran o lo frecuentaran con el miso fin, pero lo que sí me quedaba claro, era que tenía que ver a mi supuesto investigador privado justo antes de que se pusiera en marcha el plan para salir de la vida de Alexander de manera permanente, de conseguirlo, porque ya luego me escondería en el fin del mundo, donde él no volviese a lastimarme.

—Ese otro está aquí por estafa —comentó el capitán mientras yo seguía mirando a ambos hombres que alguna similitud en sus crímenes les tenía que haber llevado hasta allí y des de luego, no podía confiar en Christian para averiguarlo —es un caso completamente diferente y en ningún momento se ha pronunciado en ese sentido querida cuñada... aquí, está pasando algo que tengo que averiguar o no me dejará vivir en paz.

Lo miré desconfiada pero agradecida hasta cierto punto. Era demasiado complicado todo lo que se venía contra mí, y me sentía como a la orilla de una playa viendo el mar te tirarse y esperando el tsunami que sin duda vendrá a arrasar conmigo.

Debí saber mejor lo que estaba haciendo cuando me dejé guiar hasta las garras de aquel hombre del cual la mayor cantidad de información que tenía, era lo barato que podía ser como ser humano. Una especie lumbre andante que se enciende con cualquier mechero que se prenda para hacer daño premeditado y eso, era justo lo que venía detrás de la presentación de su persona, nuevamente en la vida de mi amiga y por primera vez en la mía directamente.

Cuando me quedé sola, en aquella pequeña habitación oscura, sin ventanas y solo una mesa y dos sillas entre ese hombre y yo, su sonrisa fue casi satánica y sus palabras todavía más diabólicas.

—Hola mi amor... ¿Has extrañado a tu padrino?, acércate cariño, me dejan saludar a mis hijas, son ustedes las únicas que me pueden dar su afecto cariño... ¡Ven!

Quedando completamente desorientada con las mentiras que estaba contando, y su extraña actitud que me decía que algo había detrás de todo aquello, me acerqué lentamente hacia él, como guiada por una fuerza sobrenatural a la que no podía dejar de obedecer. Ni yo misma entendí que me pasó, pero así sucedió hasta que alguien intercedió por mí, que había quedado anonadada.

Efectivamente, él  nunca consiguió esa cercanía conmigo, porque las manos de mi marido se interpusieron entre los dos y me echó para atrás impidiendo que aquel hombre me tocara...pero; lo que no pudimos impedir ninguno de los dos fue lo que dijo después, que me confirmó la llegada del anunciado tsunami de problemas.

—No te atrevas a tocar a mi mujer y deja de mentir... ella no es nada tuyo—Alexander mantenía su tono calmado y estudiado,pero férreo a la vez.

Aquel hombre nunca desvió su mirada escabrosa de mi rostro perdido, y concluyó:

—Ellas no querrán que mienta aquí, bajo la ley policial —seguía sin mirarlo y sin dejar de intimidarme a mi en el mismo acto hasta que decretó —¿Lo quieres tú?

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