Miré el móvil en mi mano y estuve tentada de lanzarlo por la borda y largarme de allí sin darle ninguna explicación, que por otra parte era algo que él solía hacer.
Aunque mis intenciones iniciales fueron otras, suspiré resignada y me dí la vuelta poco a poco hacia él, debatiéndome en el dilema habitual :¿Qué tan acertado o no, es confiar en el comprador?
Lo miré agotada de tanto ir a contracorriente con él y obtuve una gran similitud de su expresión con la mía.
Su cuerpo escultural en bóxer se movía al ritmo de su acelerada respiración y supe por algún gesto suelto que hizo, que se sentía como yo. Completamente drenado de fuerzas para esconder una lucha interna que no teníamos porqué estar librando.
—¿Vamos a dejar de hacer esto?¿A rendirnos ya?... estoy cansada de ir contra el mundo por tí Alex, necesito que volvamos a lo que teníamos o lo dejemos de una vez.
Algo de su complejidad esquemática se resquebrajó en su mente y lo supe en algún gesto indefinido que no escapó a mi conocimiento de él y que fue la inauguración de nuestra vuelta a los juegos de la confianza entre ambos,nuevamente.
—Ven aquí...
Abrió sus brazos para mí y esas simples dos palabras, se encargaron de cerrar la brecha dolorosa que se había extendido por mi corazón cuando el dió aquella marcha atrás tan brutal en nuestra historia.
Alexander me abrazó y me acurruqué en su pecho, conservando aún el movil en la mano y aprovechando del silencio que sucedió a sus palabras aparcadas en el mundo de la paciencia.
Por aquel espacio de tiempo, él se sintió tan necesitado de mí como yo de él y ambos nos reconciliabamos con lo que sentiamos por el otro, sin ganas de romper ese romance aletargado del que no quería salir jamás.
Nuestra vida juntos había sido tan corta como intensa. Siempre en una montaña rusa de sucesos y sensaciones que se escapaba de nuestro control la mayoría de las veces y que a su vez iban muy de la mano con la hostilidad del mundo que nos rodeaba; pero los momentos de modorra y parálisis del modo hiper mega intenso de nuestra relación, eran tan únicos como nuestros y solo nosotros los podíamos sentir, sopesar y disfrutar. Normalmente llegaban en ese instante de pareja al que solo nosotros dos nos podíamos asomar.
Habíamos ido creando, probablemente sin saberlo, un vínculo indisoluble entre los dos, de llegar al punto de compenetración gigante en el que nos diagnosticabamos hasta el deseo de parar que tenía el otro. Él y yo, éramos ya, ese tipo de parejas que se ponen un tope, un límite invisible pero palpable, en el que una vez alcanzado saben que tienen que parar y ni siquiera se resisten a hacerlo. Y Alexander y Loreine, estaban en ese límite exactamente en aquel instante en el que solo necesitamos del abrazo del otro para detener la avalancha de circunstancias que estaba deslavando hacia nosotros.
—¡Te había extrañado tanto!—confesé dejando que me cargara sobre su cuerpo y nos guiara hasta uno de los sofás del yate.
—Lo sé... lo siento —susurró en mi pelo y tomó mi barbilla para subir mi boca a la suya y así, en aquella intima posición, besarme.
Me sentía de nuevo en casa. Quería beberme por completo sus ganas y volar hacia el planeta de los orgasmos, pero había demasiado pendiente y no era momento de ponerse cachondo. Aquel beso era mucho más que sexo, mucho más que un estado de vapor. Era, para entrega, confesiones silenciosas y sosiego compartido, por sabernos de regreso al otro.
—Era tu hermano Kyle —pronuncié despacio para no romper la paz momentánea y volátil que había, éramos muy volubles en cuanto a ese sentido los dos.
Ese artefacto que te atrae y te apunta, no sabes con cual de sus disparos va a matarte pero te quedas, confías y no puedes irte. Disfrutas la liberación de adrenalina de tu propio cuerpo y entiendes que naciste para morir en sus manos.
Así era para mí, vivir a Alexander. Si llegaba a sobrevivirlo, podría jurar desde ya que me haría la vida todo un reto. Un subir y bajar... ir y venir constante, que por otro lado era lo que daba sentido a cada explosión de sensaciones que me provocaba y por eso, una y otra vez seguía cayendo en su embrujo. Amaba lo que me hacía sentir se hechizo, era un sortilegio perenne del que no quería escapar.
Me encontré de pronto confiando nuevamente en él, pero manteniendo algunas cosas a salvo dentro de mí y tomando medidas para no volver a caer en aquel estado cíclico al que no quería pertenecer eternamente y para eso, había que arrancar el parche y tirar de los pelos con fuerza y de un solo golpe...
—La única manera de seguir adelante Alexander y dejar de temer es batallar cariño. No podemos estar escondidos en el otro para siempre.
—¿Qué propones...?
Adoré la disposición que mostró, así como adoré el punto perfecto en el que sabíamos pararnos, donde él y hasta yo también a veces, podíamos renunciar a nuestras propias interrogantes por seguir las migas que iba dejando el otro por el camino de ambos. Era una sensación indescifrable para los demás pero equidistante para nosotros,que nos llevaba al punto exacto y la dosis perfecta de lo que ambos necesitábamos.
—Iremos juntos a arrancarnos de un solo golpe el parche que significa tu padre en nuestras vidas...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)