—¿Dónde estás?—no lo dejé ni saludar cuando contestó el teléfono. De todos modos tampoco es que lo hubiera hecho. Más bien se escuchaba como disperso.
—¿Qué ha pasado Loreine?—le sentía respirar de manera acelerada, como si estuviera corriendo. O haciendo algún tipo de ejercicio físico. ¡Raro!
—No me has respondido Alexander —puntualicé, frunciendo el ceño.
Se excusó diciendo que tenía que colgar un minuto y que enseguida estaría conmigo.
Retorcí mis ojos en un gesto de incredulidad y me quedé mirando al móvil, confundida. No podía cometer errores en esto, pero tampoco podía desconfiar de mi propio marido, en algo como aquello.
Es que no. Ni de coña.
Ya habíamos pasado por suficientes cosas, como para desconfiar en algo así.
Pero si me remitía a las pruebas, era bastante fácil desconfiar...
Alexander, se había ido incluso sin su chófer de siempre y me había traído hasta aquí acompañada por joss, en helicóptero, si él también hubiese pensado en venir, no nos íbamos a cruzar por las carreteras. Era un movimiento muy bien realizado y estudiado. De darse el caso. Por otro lado,se había mantenido muy comprensivo con el tema de su otro hermano, y me sabía raro, aquella palabrita de "corazón ", en el texto del mensaje. Y encima lo llamo y me contesta hosco y con jadeos de sobresfuerzo. Era eso, o estaría follando con otra y quería pensar que cometía un error al sacar aquellas dos conclusiones tan dolorosas como hipotéticas.
En el mismo tiempo en que pensaba aquello, me di un coscorrón mental y concluí que: él no podía haber llegado tan rápido aquí en coche y que si hubiese sido él, quien me había mandado el mensaje, no lo habría firmado con algo tan obvio entre nosotros como esa palabra. Estaba siendo una estúpida al pensar en algo así. Y confiaba lo suficiente en Alexander como para saberlo fiel. No podía volver a retroceder lo que habíamos avanzado sembrando la desconfianza entre ambos.
Entraron los hermanos de mi marido casi que al mismo tiempo y con la misma cantidad de respiraciones por minuto,mostrando su acelerada frecuencia por la carrera y el esfuerzo de ambos, tratando de pillar a un encapuchado que me había mandado un mensaje confuso. Tal vez alguien tratando de hacerme enojar con alex. O cosas mucho peores.
Y otra vez, tuve un encontronazo con el posible desacierto en mi mente... ¿por qué tenía que ser la misma persona, la que mando el mensaje y el encapuchado en mi casa?...
Podía ser pura coincidencia o, algún error de tiempo en las previsiones del tipo que, evidentemente había escapado de mis cuñados.
Alexander y yo, luego de cenar en casa y sin saber del todo que era lo que había estado haciendo cuando lo llamé, pues me aseguró que estaba en medio de una junta problemática, nunca dijo los motivos, nos fuimos a la cama y extrañamente ambos mantuvimos una prudente distancia que no entendía, pero en mi caso necesitaba.
En medio de la noche, cuando llegó la hora de la cita con el desconocido. Cometí el error nuevamente de ir sola y sin avisar a nadie.
Logré sortear a mi marido en mi cama y salí sigilosa hacia el encuentro con quien fuera, llevando un spray que tomé del despacho de Alex sin saber que más usar para defenderme en caso de necesitarlo.
Podía haber usado un cuchillo pero no quería seguir arriesgándome a lastimar a nadie como la vez anterior. También divisé un abrecartas allí, pero con la misma mentalidad, decidí usar mejor el spray y me puse calzado y ropa cómoda para el encuentro.
Solamente tuve que cerrar la puerta para encontrar una nueva dificultad. Y por consiguiente avanzar hasta un segundo error, que nos llevaría hasta otro mucho más grande...
—¿Donde vas...?
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