Aturdida,las palabras de aquella señora resonaban en mi mente en estéreo. Incluso hasta con eco.
Me tambalee incluso estando sentada. Tenía vértigo de lo que me había dicho. Vértigo de pensar que fuera cierto.
Vértigo de saber que Alexander me había mentido todo este tiempo y cuando me decía que los que me habían demandado exigían su dinero era él, quien lo hacía. Para su esposa.
El mismo hombre que me había llevado a un cementerio días atrás, y contratado un espacio precioso para que descansarán las cenizas de mis padres y yo tuviese un lugar al que ir a verlos cuando necesitara su cercanía. Él mismo hombre que amaba con mi alma entera y que me decía amar, así como lo demostraba a su manera oscura.
—Por favor, dígame que miente. Tiene que haber una explicación... debe haberla —me levanté temblorosa de la silla y Cristel se acercó a mí, pero la detuve con un brazo, necesitaba salir de ahí. Verlo a él.
¡Dios... eso no podía ser cierto!
—Que tu querido marido te la dé, si es que la hay.
Dulce. Aquella señora tierna que un día conocí, se había convertido en una bruja malvada y se le veía disfrutar de sus ironías. Era entendible que no me profesara cariño siendo la mujer que reemplazó de alguna manera a su hija, pero es que Alexander y Cristel, tuvieron una historia distinta a la que yo tenía con él; pero claro, ¿quién podía tener una historia con alguien como la que nosotros habíamos escrito juntos?
Salí de allí, completamente perdida y atolondrada. Estaba tratando de encajar en mi mente la frase :"tiene que haber un error ". Luchaba conmigo misma para creer que él, no podía haberme escondido algo así, sabiendo que no tuve ni oportunidad de despedir a mis padres por todo lo que pasó esa noche. Y justo ahí, entendí, todo.
¿Cómo se puede confiar en alguien que te observa matar a un ser humano y no hace nada por impedirlo?
¿Alguien que me vio luchar por mi integridad física y se quedó mirando y esperando que el desenlace le favoreciera en sus intereses?
—Él te quiere Loreine —afirmaba Cristel, ya en la calle, tratando de detenerme cuando me subía al coche —le cuesta amar y a tí te ama. Mi madre está dolida con él, pero mi enfermedad no es su culpa. Él de verdad te quiere y yo sé, mejor que nadie, cómo ama Alexander. Ha amado a mi hijo, y sé que te ama a tí. Dale un poco mas de tu perdón. No lo dejes ahora. No sabes lo roto que está ese hombre y lo mal que gestiona las pérdidas. Quizás un día lo entiendas.
En mi paso por la vida de Alexander, yo sentía que iba pisando error tras error. Me dejaba guiar por sentimientos que él había sabido cosechar muy bien de mí, y me dejaba arrasada, cada vez que recogía su siembra. Se lo daba todo y me moría por darle más.
—¡Gracias ¡—le dije solamente eso y me subí al coche, dando por finalizada mi visita al pueblo y me dirigí de regreso a la mansión, para encontrarme con mi marido.
Iba todo el camino pensando en cada segundo a su lado. En lo mucho que habíamos hecho juntos y así como en todo lo malo que había pasado con él y por él, también analicé las cosas maravillosas que viví a su lado y los crímenes que cometió por mí.
Nuestra historia había sido de parte y parte y no podía borrar o separar, lo malo de lo bueno. Eran como el pack que lo significaba todo.
Llegué a la mansión y supe, que él ya sabia todo. O lo que era lo mismo, Cristel le había informado.
Sereno y templado, como era Alexander, estaba encima de su caballo y me miraba bajar del auto, como si no temiera mi furia.
Sin perder contacto con sus ojos, como siempre, sintiéndome hipnotizada por él, entregué al esposo de Mery las llaves del coche y me encaminé hacia mi marido que me ofreció una mano, y se echó hacia atrás, dejando el estribo libre para que yo pusiera mi pie y me ayudó a colocarme delante de su cuerpo justo antes de comenzar a galopar por los terrenos de la mansión.
—¡Yo te amo! —susurraba en mi oído mientras saltábamos junto al animal que iba libre por los montes —me equivoco, llevo dos meses haciéndolo pero te amo, y soy capaz de todo, con tal de tenerte conmigo nena, yo te amo. Te amo. Te amo. Te amo...
—¡Basta ya!—me quejé al mis mi o tiempo que detuvo al animal y se bajó de el,tomándome por la cintura para dejarme en el suelo donde lo empujé y me giré furiosa —lo que has hecho es demasiado Alexander, dime ahora,¿cómo te perdono?...¿cómo lo hago?, joder ,¿cómo ?
—Le había prometido a Luca cuidar de su madre. Le juré un día, que siempre la cuidaría y me volví loco cuando sentí que le fallaba a la única cosa que podía darle aún a mi hijo. Sé —se detuvo cuando vió que me dí la vuelta para oírlo pero prosiguió —que no tengo excusa, que no es fácil comprender y que vas a terminar casándote de perdonarme pero estoy intentando cambiar por ti. Quiero mejorar las cosas y te amo, nena. Juro por Dios, que te amo con mi vida entera. No te vayas. Por favor, quédate.
Nos miramos un poco mas de tiempo y mantuvimos un silencio que se rompió, cuando se abalanzó sobre mí y me tumbó en la hierba, ávido de saber que seguía siendo suya, que no iba a dejarlo y que nuevamente miraba para otro lado, en lo que a sus psicosis se refería.
El día de la fiesta me desperté mientras Alexander me sacaba las sábanas de encima y se acomodaba sobre mi cuerpo para perderse dentro de él.
Habíamos vuelto a superar de a poco los acontecimientos de los días pasados y sus labios en los míos, eran fuego puro.
—¡Tómame!—le rogué cuando sentí sus labios bajando por mis pechos, rozando el espacio en el centro de mi vientre y sus manos separando mis piernas, para lamer allí, con su boca que se sentía glotona entre mis pliegues.
Yo me revolvía contra su boca mientras el se tomaba su tiempo para adorarme allí debajo. Sus dedos aferrados a mis muslos eran garras ardientes en mis deseos de más. Lloraba mi sexo en su boca, gimiendo por sentirlo entrar.
Me hundió dos dedos y resbaló hasta el final, mordiendo mi clitoris palpitante, provocando gritos y gemidos profundos en mí. Mis muslos abrazaron sus caderas cuando se decidió a hundirse queriendo abarcar cada espacio, cada grito, y una vez que su miembro poderoso y repleto de un vigor que conocía y amaba, entró en mi caliente espacio hambriento de él, nos fundimos en un incontable número de besos y mordidas, gemidos y jadeos, que nos llevaron galopantes hasta el clímax de nuestro placer.
Había pesando que Alexander era un hombre que lo tenía todo, además de un gran problema para resistirse a las compras, por lo que no sabía que regalarle al otro día, cuando amaneciera y fuera su cumpleaños.
Pensando en la variedad de cosas materiales que poseía,y lo vacías que estaban las gavetas de su alma, me decidí a ofrecerle como presente, algo que no poseía y que significaría mucho para él... rompería el contrato de la compra, y le regalaría en aquel gesto, el corazón que me había querido comprar, que de cualquier modo ya le había entregado y así, estaría devolviendole también los diez millones de dólares que habíamos firmado para entregar ese mismo día.
Verme con él, bailando entre la multitud y sintiendo que nadie más existía, era de otro mundo y de otra sensación de vivir.
Besarlo como nadie podía creer que lo hacía. Sentirme bañada en su sonrisa y con mi pelo envuelto en el sabor de sus labios por todas las veces que lo besó. Esa noche, durante aquella fiesta, Alexander me hizo sentir que éramos otras personas, en un mundo alternativo dónde solo existía la felicidad extrema.
Dejando a todos disfrutando de la buena música orquestada y los carísimos canapés en el jardín, lo tomé de la mano entre risas y me lo llevé hasta el despacho, para darle su regalo.
Había tomado de mi casa, el día que había ido con Kyle, mi propio contrato que tenía allí guardado y lo uní al suyo, para destrozarlos a la misma vez, y empezar la que soñaba, como nuestra nueva vida.
Sin embargo cuando le anuncié cuál era mi regalo, él palideció y no dejaba de mirar los papeles en mis manos.
—No hace falta Lore, mi regalo eres tú —decía tratando de que no abriera los sobres.
—Seré completamente tuya, cuando rompa esto mi vida —le decía yo, como la tonta enamorada que era.
Tuve que darme la vuelta para abrirlos y en el momento justo, en que Alexander vio como rompía en dos los documentos, pude ver notablemente, como soltaba toda la respiración de un solo golpe y me saltaba encima para abrazarme con unos temblores que no supe controlar por él.
—Feliz cumpleaños mi vida —dije en su oído, mirando la hora del reloj en la pared detrás de él, frente a mí.
Sintiendo como me apretaba sobrepasando mi umbral del dolor, bajé como por casualidad, un azar y juego del destino, la vista al suelo y pude ver claramente unas palabras que jamás olvidaré en los documentos que antes había roto...
*Corazon(órgano vital en perfecto estado)*
Aquellas palabras fueron como un efecto dominó en mi mente y todas las otras fichas fueron cayendo una detrás de la otra en forma de imágenes en repetición. Un maldito puzzle en el que cada pieza encajaba perfectamente y me gritaba lo que yo me cubría los oídos para no oír y los ojos para no ver.
"Alexander Mcgregor no había querido comprar mi corazón de manera romántica... él siempre estuvo detrás de mi órgano vital, ese sin el que no puedo vivir. Ese que me hace amarlo y odiarlo hasta que me lo saquen de dentro "
—Dime solo una cosa Alexander, solo una —pregunté sin permitirme derramar una sola lágrima y estando aún abrazada a él. Susurré justo en su oído —¿Estabas dispuesto a matarme, llegando incluso a arrancarme el corazón?...
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