Alexander
La asfixia estaba empezando a ganar terreno en mi sistema respiratorio.
Cada vez me costaba menos aguantar la respiración bajo el agua. Podía darme cuenta de que estaba ahogándome y me sentía cada vez más cerca de mi mujer y mi hijo.
¡Dios...como los extrañaba!
Una fuerza ajena a mi voluntad me intentaba sacar de mi estado de plenitud a las puertas de la muerte. Del inicio de mi descanso de aquella infernal vida.
Después de haber deseado a Loreine hasta morir, no había vuelto a querer tanto nada, como desaparecerme en el fondo de ese mar.
—No voy a dejar que mueras imbécil. Vas a vivir pase lo que pase.
La voz de mi hermano Kyle me hablaba lejana y sentía unos golpes en mi pecho que no entendía por qué me daban. Unos azotes de aire entraban por mi boca y de pronto noté, que ya no flotaba ni me movía en el ritmo del mar.
¡Me habían salvado de morir!
Pero yo no lo quería.
Mi deseo era el suicidio, descansar. Irme tras ellos y ser libre de toda mi mierda por fin y para siempre.
Pero ya no podía hacer nada.
Ahora era la mujer de otro. Posesión de alguien más y propiedad de la venganza fallida que me desterró al país del sufrimiento, porque todo lo que había conocido hasta ahora, era doloroso y traicionero.
Me mantenía al tanto de la salud de mi esposo a través de Patricia, que se había mantenido viviendo con Joseph en la mansión, puesto que yo no podía escapar de las garras del hombre que me tenía sometida a su dominio y chantaje.
En el momento justo en que decidí vengarme de Alexander y de paso ayudarlo a entender lo cruel que podía llegar a ser él, cuando se lo proponía, acabé más destrozada de lo que ya estaba, porque ahora me mantenían cautiva, bajo las cuentas pendientes de un político, que tenía todo en mi contra y que hasta que no me divorciara de Alex para ser absolutamente suya, no me dejaría escapar de mi propia cárcel, esa que él llamaba...nuestro hogar.
Habían pasado dos meses enteros, y yo seguía amando al único hombre que no debía... pero no puedo luchar contra mis propios tempos, soy suya, él supo ser mío y ahora todo ha cambiado para los dos.
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