Sentirlo era inexplicable.
La sensación más desgarradora y arrasadora que podía meterse bajo mi piel, y encima, solo me la podía provocar él, así como solo la podía disfrutar porque venía de él. No tenía palabras explicarle a nadie, lo que me hacía sentir ser la Loreine de mi Alex. Puede leerse enfermizo pero es mi historia de amor con él y no puedo evitar amarlo solo porque sea consciente de lo poco saludable que ha sido y será, porque de eso no tengo dudas. Pero mientras llegan esas otras complicaciones poco sanas, quiero disfrutarlo y sentirme a mi misma lo que soy cuando estoy en sus manos.
Su olor me inundaba las fosas nasales. Sus besos a mi cuello se sentían calientes, desnudos de intrigas y vestidos de promesas que no iban a dejar de cumplirse.
Por mucho que quisiera lastimarlo y apartarlo de mí, mi adicción velozmente desarrollada a aquella sensación me lo impedía. Era demasiado suya como para impedirle tenerme.
Mi historia con él era la típica tóxica que no puedes dejar de amar.
Pero la atípica que el dolor se acompaña de la sanación y en todas las facetas del camino, hemos sido capaces de entregarnos intensamente y drenar del otro, tanto lo bueno como lo mano.
Quizás en el fondo no sea una historia del todo errada, porque tiene de todo y demanda mucho más incluso; pero al menos es nuestra y ambos sabemos lo que hacemos mal, el daño que nos provoca eso y aún así lo asumimos solo por la posibilidad de tener estos pequeños momentos en los que él me derrota y yo lo someto en dos besos medio húmedos en el inicio de una guerra sin rumbo fijo.
–¡Me extrañas! —susurró en mi oído, seguro del efecto que provocaba la verdad que exponía —tu cuerpo me saluda. Tu boca se entreabre porque me desea. Tu piel se torna brillosa por el nervio de mi cercanía y tu corazón late tan fuerte que lo siento desde aquí atrás contra mi pecho.
Me deslizaba la nariz por el hueso del cuello y mis ojos se negaban a abrirse. Querían saborear su delicadeza a ciegas y no ponerle rostro a mi tentador.
—Un corazón que deseabas hasta el punto de querer tomarlo entre tus manos para ponerlo en el cuerpo de otra.
Su respiración cambió bruscamente y supe que le había lastimado aquella verdad que a mí me rompió la vida y sin posibilidad de reparación.
—Nada de lo que diga me exonera o me redime pero nada de lo que digas tú —apretó con sus manos mis caderas y me abrazó con sus propios hombros desde atrás queriendo encerrarme en su cuerpo —me hará detenerme Loreine, voy a recuperar a mi mujer y esa eres tú. Voy a pagar el precio que sea, pero te prometo que te quiero de vuelta y de vuelta estarás. Nena. Mírame...
Apreté mucho más mis ojos porque no quería mirarlo. Sus ojos azules me devorarían y caería de rodillas otra vez y en esta ocasión, la nueva Lore, no sería de nadie. La nueva yo venía a cortar con el pasado pero eso tenía que hacerlo desde el presente.
—No quiero nada contigo Alex —sabía que odiaba que le llamara así y por eso lo hacía pero nada parecía perturbarlo. Ni siquiera reclamó eso.
—Mentira —masculló mordiendo mi hombro con cuidado y subiendo a decir en mi oído —si quieres vivir entonces me quieres a mí. Ambos lo sabemos, no nos mientas. Solo estas dolida y lo entiendo y asumiré todas y cada una de las consecuencias que haya traído mi estupidez, pero me quieres y me quieres para todo amor, así como yo hago contigo. ¡Quédate conmigo desde ahora!
Independientemente de que lo que decía era verdad y por mucho que me hubiese querido matar yo lo amaba y no planeaba menos para él, por eso justamente lo sabía, me parecía que era un insulto que no tuviera dudas de que lo quería.
—No sigas diciendo algo que es tremendamente opuesto a lo que has demostrado Alexander. Querías matarme —le recordé con pesar y frialdad a la vez, empujándome a mi misma de sus brazos y lastimándome el alma al poner su belleza frente a mis enamorados ojos.
—Tú conseguirás hacerlo conmigo un día nena —trató de tomar mi mano y me aparté abrazando mi cuerpo —pero hasta entonces voy a amarte y a hacer que me ames con más fuerza incluso.
Buscaba en sus ojos azules impresionantes algún destello de duda, de miedo o precaución y solo veía deseo de más tiempo a mi lado. Mucho más deseo de mí y de hacerme suya otra vez. Eso no podía disimularlo y yo no podía dejar de verlo a través de su lenguaje corporal.
Alexander estaba vacío de nervios y lleno de confianza. En él, en mí y en todo lo que sabía que podía provocar si le daba la oportunidad y el tiempo de conseguir llevarme a su brazos otra vez.
Y si supiera la agonía que había vivido al estar sin él creyendo que había muerto por mí, por lo que me había intentado hacer y por lo que habíamos planeado para él, sabría que estaba más en sus manos que antes, cuando me chantajeaba por haber asesinado a aquel hombre en sus narices.
En medio de la salida al mar de aquella poderosa maquina, su hermano se alejaba en una moto acuática y me hacía saber que nos estaba dejando solos en un sitio donde Alexander y yo, no cabíamos sin dejarnos llevar por la pasión.
—No quiero —contesté sosteniendo su mirada increíble.
—No quieres, ¿qué?...
—No quiero estar aquí, contigo, respondiendo a nada. No lo mereces.
Me sonrió de medio lado y su pelo rubio se levantaba al ritmo del viento del mar y mis ojos le miraban atónitos y hambrientos.
Alexander me recorrió el cuerpo con voluntad y conciencia y cuando sus ojos volvieron a mi rostro, se detuvo en mis ojos, sentía que el mundo estaba detenido en el azul de sus ojos y sonriendo dijo...
—¡Convénceme!
Y sin que pudiera convencerlo de nada, se acercó a mi cuerpo y me empujó hacia atrás, soportando el peso de mi cuerpo mientras me hacía caer sobre te el suelo del yate y se detuvo a centímetros de mis labios, mientras yo respiraba agitada y él sonreía seguro de lo que iba a hacer conmigo y de mí, pero sin contar con lo que yo pretendía hacer de él.
—Bésame de una vez —exigí tomando su pelo y jadeando en sus labios.
—¡Convénceme!...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)