—Por favor, siga a ese coche.
El chófer del taxi obedece mi orden y mis nervios empiezan a aflorar.
No existe posibilidad alguna de que asocie los motivos por los cuales aquellas tres personas podían ir en el mismo vehículo hasta donde sea que fueren.
Mientras los seguíamos por el rumbo hacia una especie de lugar apartado porque solo se veía carretera y más carretera de nada más que hierba en kilómetros a la redonda, el taxista se quejaba.
—Esta ruta da a un camino de salida muerta señora. Al final de esta carretera no hay nada, esta cerrado.
—Esos que van delante son conocidos míos y si han tomado este destino por algo será. Quiero saberlo.
—Usted no me estará metiendo en algún lío, ¿No...?
Resoplo molesta pero entiendo su preocupación, podría ser una psicópata y terminar matando a todos los de delante de nosotros.
Pero no es el caso.
—Quien conduce ese coche es mi cuñado y un jefe de la policía, no tiene de que preocuparse.
El asintió más calmado y continuó aquel camino que parecía nunca acabar.
Tenía la sensación de que cada vez íbamos más rápido y la nube de polvo que levantaba el coche de Kyle era tremendamente molesta. Casi no podía ver. Y encontraba riesgoso seguir detrás de alguien que tapaba la vista al conducir.
Pasaron unos veinte minutos y otros desvío nos hizo llegar hasta una especie de polígono abandonado. Era todo muy extraño.
El chófer del taxi mantuvo un poco la distancia y se adentró en un tipo de paraje improvisado y allí detuvo su coche.
—Espere aquí, vuelvo enseguida. Le pagaré bien.
—Señorita...
—Señora, Mcgregor. —rectifico dándole algo de mi información personal para que se sienta más confiado al tener algún dato mío.
—Señora Mcgregor,— repite con actitud —por favor evite ponerse en riesgo o tendré que abandonarla aquí, ya he estado en prisión por errores ajenos y no quiero volver. Esto es muy extraño todo.
—No se preocupe, no va a pasar nada y le prometo que si confía en mí, le ofreceré un trato más favorable para usted. Solo espéreme aquí y tome, —le escribí un número de teléfono en un papel —si pasa demasiado tiempo y no he vuelto, llame a ese número, el dueño se llama Alexander, es mi esposo y sabrá buscarme.
—Así lo haré, Señora. Tenga cuidado.
Bajo del coche con recelo, mirando a todos lados a la espera de que algo me ponga en alerta pero de momento no hay más que un galpón a lo lejos hacia el que me veo avanzando sin opción. Necesito saber que demonios pasa aquí.
A medida que camino, mis zapatos van encajandose en el fango y la hierba pero consigo seguir avanzando hasta que finalmente y con trabajo entro por una puerta oxidada pequeña, agachandome para lograrlo y lo que mis ojos ven nada más alzar la vista es aterrador e inquietante.
—¡Habla! ¡Dilo, maldición o te prendo candela!
La escena que tenia delante de mí era increíblemente real; pero completamente surrealista a la vez.
Cristel, estaba amenazando a un señor de unos sesenta años más o menos, desnudo del torso hacia arriba y lleno de tatuajes para su edad, con un mechero en la mano mientras Mónica da saltos de un pie al otro en postura nerviosa y Kyle vacía un pomo de lo que parece ser kerosene por el olor que me llega, en si cabeza calva y rueda por todo su cuerpo amarrado a una silla de aluminio.
Parece que lo están torturando y no puedo asociar ningún motivo lógico a aquel comportamiento animal.
—Pero, ¿Qué demonios hacen?
Los cuatro, incluso el señor, me miran desconcertados y yo pongo los brazos en jarra esperando una respuesta.
Esperé... bueno, en realidad no se que esperaba encontrar allí, pero desde luego eso no era.
—¿Qué haces aquí, nena? ¡ Madre mía, joder!
Kyle parecía verdaderamente preocupado por mi presencia y eso me pone más inquieta aún, es evidente que soy una pieza clave en esta historia cuando él me mintió antes y ahora me observa asustado.
Se lleva las manos a la cabeza y cruza sus brazos sobre ella, esperando que alguno de los otros emita sonido alguno.
El tipo calvo de la silla se queja como puede, pues tiene un trato en la boca. No sé como pretendían que hablara si su boca está tapada. Pero en fin, que las dos mujeres esperan porque el policía tome una decisión y es ahí cuando exijo...
—¿Cuál de todos me va a decir lo que está pasando aquí?
El silencio de aquel lugar era abrumador, nadie emitía más que jadeos y solo se sintió de pronto el despegue de unas palomas que alzaron vuelo en el mismo momento en que se sintió un disparo.
Caí al suelo asustada y Mónica corrió hasta mí, tomándome de la cintura y juntos a Cristel que la imitó nos empujó para salir de allí, agachadas como si nos estuvieran disparando más personas.
—¿Que carajos paso, Mónica?
—Ten en cuenta Loreine, que Alexander ha intentado matarse por tí. Es muy reciente y su salud mental no es óptima ahora mismo. No hay más que oírlo hablara de tí para saber que está demasiado frágil y si le damos los elementos para empeorar, te aseguro que sabrá hacerlo y volverás a desandar en camino andando.
Me quedo pensando en las palabras de Mónica y suspiro cansada al entender que tiene razón.
Mi marido es muy extraño mi isla a la hora de tomar decisiones y esto puede hacer que busque la manera de activar su enfermedad para conseguir noticias sobre Luca, perderíamos lo que hemos hecho en todo este tiempo.
Y mi sacrificio, mi necesidad infinita reprimida de estar con él sería en vano porque rompería todo de nuevo en pedazos con tal de obtener su fin.
—¿De quién eran los disparos?
—La policía —me responde Cristel —ese hombre es un criminal buscado y supuestamente Kyle lo capturó en el pueblo, por eso teníamos que apuntarnos por obtener la información pero él se niega, dice que solo hablará con Alexander o su esposa, no sabemos por qué pero lo están investigando aún. Cuando Kyle lo descubra, hablaremos con ustedes, evidentemente la esposa a la que se refiere no soy yo, sino me hubiese dicho todo hace dos días cuando casi lo mato.
"¿Solo hablará con Alexander o conmigo?"
No lo entiendo.
Cuando murió supuestamente el niño, Alex y yo no éramos nada. Ni pensábamos serlo.
Hoy, estamos a las puertas del divorcio, así que no sé como podría alguien asociar la muerte de Luca con Alex y yo.
Todo el misterio que siempre rodeaba al comprador era inquietante, pero aquello lo superaba con creces y verlo en ese mismo instante llamándome al móvil, era de miedo.
—!Hola, Alexander!
Las chicas me miraron inquietas y el chófer seguía la ruta que Mónica le había indicado.
Ella se quedaría en la ciudad y yo llevaría a Cristel al pueblo, a fin que para allá iba antes de que pasara toda esta locura.
—Me estoy muriendo aquí amor, por favor ven. Te necesito.
Y ahí tenía mis respuestas al estado de mi esposo. Se escuchaba completamente perdido y sumarle noticias como aquellas no creo que fuese inteligente en ese momento.
Así que efectivamente decidí callarme hasta ver cómo se iba solucionando el asunto con el comprador.
—Estoy en camino, amor. Ya llego.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El comprador (COMPLETO)