El despertar del Dragón romance Capítulo 103

Carlos era humilde y servil, mientras, de manera furtiva, le lanzaba miradas a Jaime. Hacía mucho que Jaime había notado esto, así que con mucha discreción movió la mano y lo despidió.

Cuando los demás en la habitación, vieron que este había salido, al instante, comenzaron a hacer un alboroto.

—¡Vaya! ¡Es un Louis XIII! ¡Es un vino muy reconocido! ¡Escuché que la botella cuesta cien mil!

—Nunca, en mis sueños más irracionales, ¡habría pensado que sería capaz de beber un vino tan caro!

—¡Es increíble! Gracias al Señor Cano podamos beber un vino, ¡cuya botella cuesta cien mil!

—Bueno, no me atrevo a beberlo, ya que un sorbo de este vale el salario de un mes para mí.

Todos se reunieron alrededor de las dos botellas, los ojos casi se les salen de sus cuencas. Después de todo, viniendo de una clase trabajadora, era probable que ellos no pudieran beber un vino de primera calidad en toda su vida, si no fuera por la oportunidad que se les presentaba hoy.

En ese momento, los ojos de Santiago también estaban un poco enrojecidos. Como él tenía un salario de decenas de miles al mes, no se atrevía a beber una botella de vino que costaba cien mil. ¡Era demasiado extravagante para él!

Sin embargo, no podía parecer demasiado ansioso, ya que, de otra forma, sería muy mortificante.

—Está bien, es suficiente. Dejen de amontonarse alrededor de las dos botellas de vino. Hace que se vean como campesinos. Es solo un Louis XIII, ¿no? ¡No es la gran cosa! Muy seguido bebo esta clase de vino, cuando estoy con ese amigo mío. ¡Incluso bebemos Remy Martin y otros similares! —fanfarroneó, fingiendo indiferencia.

A decir verdad, acababa de alardear con su amigo imaginario. Considerando su actual capacidad, él no era tan rico, como para poder pagar con frecuencia un vino como el Louis XIII.

—¿En qué clase de negocios está su amigo, Señor Cano? ¡Es demasiado rico! Aparte de eso, incluso tiene muchas conexiones, ¡tanto que en realidad conoce a Tomás Lamarque! —le preguntó alguien a Santiago.

—Bueno, mi amigo… Mi amigo es… —Santiago dudó un poco, pues era un amigo que acababa de crear, así que no podía inventar toda su historia tan rápido.

De pronto, sus ojos se iluminaron, y él mintió:

Después de descorchar las dos botellas de Louis XIII, él le sirvió a cada persona una pequeña copa, pero no a Jaime.

—María, tú tampoco deberías quedarte tan tarde. De lo contrario, el Señor Salcedo se preocupará. —Le recordó Jaime antes de marcharse.

Al instante, con su rostro mostrando disgusto, María replicó:

—¡Eso no es de tu incumbencia! ¿Acaso eres uno de mis padres? ¿O eres mi hermano? ¡Me quedaré tan tarde como quiera! ¡Qué hombre tan entrometido!

—Solo lleva a tu novia a su casa, Jaime. ¡No necesitas preocuparte por la mía! ¡Qué impertinente! —gruñó Santiago.

Jaime no dijo nada más a María. Ya que ella se negaba a marcharse, no iba a molestarse más con eso. Cuando Jaime e Hilda llegaron a casa, Claudia todavía estaba esperando por Hilda en el parque del vecindario.

Tan pronto como vio que esta regresaba con Jaime, ella rio entre dientes.

—Debiste decirme que saldrías con Jaime, Hilda. ¡Me he preocupado por nada!

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