Cuando Javier vio la mirada traviesa de Jaime, sintió un escalofrío. Se controló y contestó con rapidez:
—¿De qué estás hablando? Lo único que importa es que regresaste.
—Jaime, volviste en un mal momento, ya terminamos por hoy. Si todavía quieres comer, hay algunas sobras que puedes tomar. Si no, se van a desperdiciar —sugirió Santiago con sarcasmo.
Su comentario hizo que todos estallaran en risas burlonas.
—¿Oh? ¿Ya no te duele la boca? —espetó Jaime con una sonrisa de satisfacción.
Santiago se encogió ante el comentario mientras se cubría la cara con ambas manos.
—Santiago, no le hagas caso. Vamos. —Preocupada de que Jaime volviera a golpearlo, María lo apartó a toda prisa.
Cuando todos se fueron, solo quedaron Jaime e Hilda en la habitación.
—Jaime, si tienes hambre, podemos comer algo fuera en lugar de comer las sobras aquí —le propuso.
—¿No te llenaste? —La miró sorprendido.
—Cuando te llevaron, me preocupé por ti. Así que... —admitió que no comió casi nada.
Cuando la mirada de ella lo hizo sentirse culpable, Jaime respondió con una sonrisa:
—Ven, vamos a comer algo.
Con eso, se marcharon.
Mientras tanto, en el exterior del Restaurante Antaño, Santiago le abrió la puerta del auto a Javier.
—Señor Llano, por favor...
Tras dar un paso, Javier retrocedió.
—Vayan ustedes. Acabo de recordar que tengo algunos asuntos pendientes que tratar. —Quería interrogar a Félix sobre lo ocurrido. Si había fallado, entonces quería recuperar su dinero.
—Jaime, ¿no llegaste en un Bentley? Ahora que nos vamos, ¿viene a recogerte? Como no he visto uno nunca, ¿puedes hacer que tu amigo lo traiga para enseñármelo? —sugirió Lidia en tono sarcástico de repente.
—¡Sí! ¡Yo también quiero ver un Bentley!
—Recemos para que no haya venido en un Bentley y se regrese en patines.
—Hoy en día es demasiado fácil salirse con la suya fanfarroneando. Si fuera ilegal, te habrían detenido hace mucho tiempo.
—No importa si lo fuera. Después de todo, ya han arrestado a Jaime antes. ¿Acaso olvidas que hace poco salió de la cárcel?
Con el apoyo de la multitud, acribillaron a Jaime con comentarios sarcásticos, por el simple hecho de querer congraciarse con Santiago.
Al oír sus comentarios, Santiago se dejó llevar por su fervor y olvidó el dolor que había sufrido antes. De ahí que aumentara los insultos.
—Me enteré de que engañaron a Jaime cuando salió de la cárcel. Teniendo en cuenta el perdedor que es, ¿cómo se atreve a presumir delante de nosotros?
Con una expresión sombría, Jaime levantó la mano, infundiéndole miedo.
De hecho, Santiago estaba tan aterrorizado que se cubrió la cara con ambas manos y se escondió detrás de María.
—Jaime, ¿qué estás haciendo? ¡Si te atreves a tocarlo, no dejaré que te salgas con la tuya! —María arrugó la frente.
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