El despertar del Dragón romance Capítulo 127

Si no fuera porque el objetivo era Jaime, Félix no se habría comportado así.

En cuanto a Javier, estaba visiblemente deprimido tras salir de la oficina.

No solo perdió un millón, sino que además no consiguió hacerle ni un rasguño a Jaime, lo que fue una terrible vergüenza para él.

—¡Ahhh! —gritó Javier a pleno pulmón para desahogar su frustración tras salir del Restaurante Antaño.

Mientras tanto, la Calle Fresno de Ciudad Higuera era famosa por su comida callejera.

Durante el día, estaba desierta. Pero por la noche se llena de gente y de puestos a ambos lados de la calle.

Jaime e Hilda encontraron un puesto con buena pinta y tomaron asiento. Tras pedir la comida, esperaron con paciencia.

Dado lo concurrido que estaba el puesto, acabaron esperando bastante tiempo.

—Jaime, el paseo en el Bentley fue magnífico. ¿De verdad es de tu amigo? —preguntó emocionada.

—Por supuesto. ¿Por qué iba a mentirte? El conductor es el empleado de mi amigo. —En teoría, estaba diciendo la verdad. Al fin y al cabo, más allá de ser su subordinado, Tomás era también su amigo.

—Tu amigo es un hombre de negocios? Es millonario. —Tenía curiosidad por saber a qué se dedicaba su amigo.

—No estoy muy seguro. Es probable que se dedique al comercio y que aún esté soltero. Si no es mucho mayor que nosotros, por qué no te lo presento... —Pensó que no sería mala idea si no hubiera una diferencia de edad muy notoria.

—No. Si de mí dependiera, preferiría a alguien como tú —respondió con una mirada anhelante.

Sin embargo, Jaime desvió pronto la mirada, sin atreverse a mirarla a los ojos.

—Ya llegó la comida. Pidamos una cerveza.

En ese momento, la llegada de la comida rescató a Jaime de su incómoda situación. O bien, en realidad no sabía cómo responderle.

Su afecto por él era tan evidente que hasta un tonto podría verlo.

Levantando la vista, se puso en pie de un salto.

—Yolanda, ¿no se supone que estás en el extranjero? ¿Cuándo volviste?

La mujer sonrió con incomodidad.

—¿Cómo que en el extranjero? He estado aquí todo este tiempo. Eso fue una mentira que les dije a mis padres.

—En ese caso, ¿qué estás haciendo ahora? —preguntó Hilda mientras la observaba.

Tras un breve silencio, Yolanda respondió titubeante:

—Estoy en Relaciones Públicas.

Después de mirarla bien, Jaime se dio cuenta de cuál era su trabajo. No cabe duda de que había un elemento sospechoso en él.

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