María había pedido antes a Francisco el número de Gustavo. Cuando contestó, le dijo con molestia:
—¿Ya viste la hora? ¿Cuánto tiempo más quieres que espere? ¡Ni siquiera te importa la puntualidad! ¡No olvides que es tu familia la que me pidió el favor! ¿Y me estás haciendo esperar?
Colgó justo después de decir eso sin darle a Gustavo ninguna oportunidad de responder. Mientras tanto, Gustavo se quedó atónito durante un largo rato después de que la conversación terminara. La vergüenza se reflejaba en su rostro, y se sintió avergonzado por haber sido sermoneado por la joven María a su edad. Pero al recordar que Jaime tenía que depender de ella para recomendarle un trabajo, soportó la humillación.
—¿Quién era, papá? —preguntó Jaime.
—Era María. Ya está esperando abajo, así que date prisa y baja. Acuérdate de hablarle con amabilidad.
Gustavo empezó a insistirle para que bajara. Cuando Jaime bajó, vio a María esperando en la entrada. Por lo tanto, se acercó a ella y murmuró disculpándose:
—Siento haberte hecho esperar.
En el momento en que María lo vio, gritó con furia grabada en su rostro:
—¡Si no fuera por las órdenes de mi padre, no habría venido a buscarte! ¡Mira cómo te vistes! ¿De qué época es ese traje? ¡Qué anticuado!
Las cejas de Jaime se fruncieron un poco, pero reprimió su enfado y explicó:
—Lo compré hace tres años, pero nunca me lo he puesto, así que sigue siendo nuevo.
—¡Nuevo mi auto! Ningún joven se pondría un traje tan anticuado. —María curvó los labios en burla.
—Entonces, ¿debo volver a subir y cambiarme? —cuestionó Jaime.
«Si mi memoria no me falla, esta empresa le pertenece a la Familia Serrano. Recuerdo que Josefina dijo que Gonzalo la fundó el día de su cumpleaños como regalo para ella».
En efecto, Josefina era la dueña legal de esa empresa. Sin embargo, no participaba en su gestión y rara vez visitaba la oficina.
—¡Sí, esta empresa pertenece a la Familia Serrano, la más rica de Ciudad Higuera! Es un gran honor poder conseguir un trabajo aquí. El sueldo y los beneficios son mucho mejores que los de otras empresas —declaró María con orgullo.
Jaime se limitó a sonreír sin hacer más comentarios. A continuación, la siguió al interior del edificio. En cuanto llegaron a la entrada, vieron a un joven alto y bien parecido, junto a la puerta. Era el novio de María, Santiago Cano. Cuando él la vio, se acercó de inmediato con una brillante sonrisa.
—¿Por qué llegas tan tarde hoy, María?
—¡Pfff! ¿Tenías que recordármelo? Mi padre me pidió que recogiera al hijo de su camarada, por eso voy un poco retrasada. —Ella hizo un gesto, dejando claro que no estaba de buen humor.
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