—Santiago, ¿fuiste tú quien consiguió que el Señor Lamarque nos ayudara a cobrar nuestro dinero de Diseños Glamorosos? Ahora que nos han pagado, nuestra empresa vuelve a estar en pie. Mi madre dijo que todo fue gracias al Señor Lamarque. —María lo miró con ojos esperanzados.
Ella esperaba que fuera Santiago quien contactara con Tomás. Porque si en realidad era él, entonces sus padres aprobarían por fin su relación con él. Además, sus padres estarían impresionados por la relación de Santiago con una figura formidable como Tomás.
—¿Señor Lamarque? —Santiago quedó sorprendido, pero logró reaccionar en un instante y dijo—: Ah, sí. Le mencioné el asunto al Señor Lamarque, pero no esperaba que lo resolviera con tanta eficacia. Me siento aliviado ahora que el dinero ha sido cobrado.
—¡Nunca hubiera esperado que fueras un conocido de alguien como el Señor Lamarque! Santiago, ¡eres increíble! —María se lanzó a los brazos de Santiago mientras gritaba de emoción. Luego lo besó y le dijo—: ¡Mi mamá me dijo que te trajera a cenar! A ver si después de esto mi padre sigue sin admirarte.
Con la felicidad impresa en su rostro, María se agarró al brazo de Santiago mientras caminaban hacia el aparcamiento. Jaime, por su parte, acababa de llegar a casa. A su llegada, Elena le preguntó ansiosa:
—Jaime, ¿qué tal la entrevista? ¿Te han dado trabajo?
—Mamá, la entrevista fue un éxito. Ahora soy vendedor, y los beneficios no son tan malos. —Jaime esbozó una leve sonrisa.
—Oh, ¡qué bien! Entonces le debemos nuestra gratitud a María. Deberíamos buscar una oportunidad para ir a darle las gracias en persona. Estoy menos preocupada ahora que tienes un trabajo adecuado. —Elena sonreía con satisfacción.
Jaime no pudo evitar guardar silencio al ver lo feliz que estaba su madre.
—Jaime, ve a cambiarte. El Señor Salcedo nos ha invitado a cenar. —Gustavo tenía el móvil en la mano cuando entró a casa.
—Gustavo, ¿por qué ha hecho eso Francisco? Después de lo que ha hecho por Jaime, ¡deberíamos invitarlo nosotros a cenar! —Elena estaba desconcertada.
—Como esto pertenece a la Familia Serrano, ¡tal vez pueda obtener un veinte por ciento de descuento si les muestro mi credencial del trabajo! —dijo Santiago con orgullo.
—¡Es cierto! ¡Estamos contribuyendo a sus ingresos al cenar aquí! —María entró mientras tomaba a Santiago de la mano.
Llegaron a uno de los salones privados del restaurante. Cuando abrieron la puerta, Francisco y Frida ya estaban sentados en la mesa del comedor.
—¡Hola, señor y señora Salcedo! —Santiago saludó muy cordial.
—¡Hola! —Frida se levantó apresurada y dijo—: Toma asiento, Santiago. Somos como de la familia. No seas tímido.
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