Ya que Jaime estaba en problemas por su culpa, ella decidió sacrificar su vida. Después de todo, no podía permanecer quieta y ver como mataban a Jaime frente a sus ojos.
Cuando el enorme chorro de aire pasó soplando contra su rostro, ella cerró los ojos del miedo. Hilda apretó a Jaime con fuerza, para poderlo mantener detrás de sí misma.
—¡Hilda! —María no pudo evitar gritar.
Aunque apenas la había conocido, a ella le agradaba por su gran personalidad. Por eso, no pudo evitarlo. Además, sentía que era una lástima, que Hilda muriera por Jaime.
Al mismo tiempo, el ver la rapidez con la que el puño de Beto se acercaba, hizo que Hilda sintiera que la muerte tocaba a su puerta. Después de que el fuerte chorro de viento se calmara, nada sucedió. Cuando al fin, ella abrió los ojos, se dio cuenta que el puño de Beto se detuvo algunos centímetros antes de su rostro. Jaime había interceptado el golpe y así detuvo el ataque.
Al instante, los ojos de todos se abrieron asombrados, pues no podían creer lo que vieron. Beto, en especial, quedó por completo pasmado. Él pudo sentir la energía ilimitada que Jaime estaba emitiendo. Sin importar lo mucho que se esforzara incrementando su energía, todos sus esfuerzos fueron en vano.
—Si no fueran unos subordinados de Tomás, todos ustedes ya estarían muertos.
Con un empujón gentil, el cuerpo de Beto retrocedió unos pasos hacia atrás, antes de estrellarse contra el suelo. Cuando Carlos vio lo que sucedió, se enfureció.
—¡Hijo de p*ta! No eres más que un pedazo de basura. ¿Cómo pudiste ser derrotado por un niño? —Carlos le propinó un golpe a Beto.
Levantándose con rapidez, Beto bajó su cabeza avergonzado. Aunque había caído, no fue herido. Jaime mostró misericordia, porque, en realidad, Beto era un subordinado.
—Permitan que nos vayamos y este asunto habrá terminado, o de lo contrario, en definitiva, lo lamentarás —le advirtió Jaime a Carlos.
—Vigílalos de cerca y no dejes que nadie escape. Le haré una llamada al Señor Lamarque.
Con esto, Carlos dejó la oficina con el teléfono en su mano. Al ver que este iba a consultar a Tomás, Santiago y los otros comenzaron a sentir pánico. Después de todo, Tomás tenía una reputación, en Ciudad Higuera, de ser infame por su crueldad y tendencia para matar sin parpadear.
Si Tomás era involucrado, con toda seguridad ellos serían asesinados. De hecho, era muy posible que fueran torturados antes de que perdieran la vida.
Cuando Santiago vio que Carlos se iba para hacerle una llamada a Tomás, miró a Jaime y lo regañó:
—¡Jaime! ¡Idiota! ¿Por qué tenías que involucrar al Señor Lamarque en esto? Todos estamos muertos.
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