Durante el trayecto, la mente de Conrado se llenó de preguntas e incertidumbre. ¿Qué revelaría la investigación? ¿Encontraría respuestas o solo más preguntas? A pesar de las dudas, se aferró a la esperanza de encontrar a su hija biológica, aunque no quería perder a Grecia, porque ella era suya, la amaba como si fuese su hija, aunque si sus sospechas eran ciertas, había la posibilidad de que se mantuvieran juntos.
Al llegar al lugar, Conrado se encontró con el detective Tomás, luego de saludarse el hombre le dio la información.
—Sr. Conrado, he recopilado la información, me dirigí al hospital privado donde nació su hija y ese día nacieron dos niñas más, pero solo dos fueron intercambiadas, las que nacieron a la misma hora.
Conrado sintió su corazón latiendo a mil por hora, mientras su cerebro trabajaba para procesar la noticia. "Dos niñas intercambiadas", pensó mientras se preguntaba cómo era posible que algo así pudiera suceder en un hospital privado de renombre. Miró al detective Tomás y le pidió más detalles.
—¿Dos niñas intercambiadas? ¿Cómo pudo ser eso posible?
El detective Tomás lo pensó un momento y respondió con voz firme:
—Señor, las dos mujeres estaban dando a luz en salas contiguas, pero en ese momento hubo una falla de la energía eléctrica y la planta se tardó en encender y las enfermeras colocaron a las niñas en cunas invertidas.
—Si ese día recuerdo que cuando yo llegué mi suegra me dijo que mi hija ya había nacido ¿Dónde estaba el papá de la otra niña? ¿Por qué no entró a acompañar a su esposa en el nacimiento de su hija?
—De acuerdo a la información que me suministraron, el hombre se desmayó cuando vio a su esposa dar a luz.
—¿Tiene el nombre de la mujer? —preguntó sintiendo que el corazón se le iba a salir por la boca.
—Sí, aquí lo tiene, solo tengo que buscar la dirección de la familia, el hospital se va a encargar de hacer una investigación exhaustiva —sentenció Tomás, justo en el momento en que Conrado leía el nombre, saltó de la silla como si hubiera sido impulsado por un resorte.
—¡Por Dios! ¡Esto es increíble! —exclamó sin poder contener la emoción en su pecho—, pase por mi oficina mañana, para que me dé los detalles, yo le ordenó a mi asistente que le realice el pago.
Con el papel en la mano, Conrado salió corriendo del sitio donde se había citado con el detective, subió al coche. Y condujo a toda velocidad para su casa, necesitaba procesar esa información y decirle a ella lo que había ocurrido, porque eso resolvería muchas interrogantes, pero de pronto sintió miedo, de que al saberse la verdad las cosas se aclararan, pero la perdiera a ella… no podía hacerlo.
Mientras conducía, su mente estaba en un completo estado de excitación, llena de emociones que no podía contener: la alegría, la esperanza, la tristeza, el miedo; el camino se le hizo más largo a medida que devoraba los kilómetros de carretera.
******
Luego de que Salomé llegó a la casa, jugó un momento con su hija, se ducharon y bajó a cenar con ella, estaba demasiado hambrienta, pero justo cuando estaba en la mesa del comedor, llegó la cuñada de Conrado.
—¿Crees que por ser la amante de Conrado eres la señora de esta casa? —inquirió con malicia.
El cuerpo de Salomé se tensó, pero se mantuvo en silencio, mas eso no detuvo a Ninibeth que siguió tratando de colmarle la paciencia.
—¿No me creíste lo que te dije temprano? Si no me crees a mí, tengo una persona a la que si le vas a creer ¡Cleo! —gritó como la mujer no aparecía continúo llamándola— ¡Cleo!
Salomé no quería disputas, no le parecía bien que la cuñada de Conrado llamara al ama de llaves para alimentar ese tipo de conflictos, pero no necesitaba ser un genio para saber que solo estaba tratando de crear problemas. Por un momento, pensó en levantarse de la mesa e ir a su habitación, pero la llegada de la señora Cleo la detuvo.
—Cleo responde ¿Para qué dijo Conrado que venía Salomé? —interrogó malintencionadamente.
—Señorita Ninibeth, yo no estoy aquí para cuestionar las decisiones de mis jefes —dijo la mujer un poco nerviosa.
—No la vas a cuestionar, vas a responder en una frase de máximo tres palabras,
Salomé se levantó de la mesa molesta.
—No sé cuáles son tus intenciones, pero yo estoy enamorada de Conrado y él… —no continúo hablando porque ella la interrumpió con unas sonoras carcajadas.
—¿Acaso eres una adolescente para creer en enamoramientos? ¿En verdad piensas que Conrado te ama a ti? Para él eres valiosa solo porque tienes el mismo tipo de sangre que su hija y mientras te usa para eso, te tiene como amante para pasar el rato, cuando no te necesite te va a echar a la calle y te irás de aquí de la misma forma como te fuiste —expresó con maldad.
Justo en ese momento se escucharon unos pasos y no quedó duda de que eran los de Conrado, pero Ninibeth en vez de quedarse callada, la acució.
—¿Si tan segura estás de que estoy equivocada, pregúntale a Conrado las razones por la que te trajo a esta casa y cuáles eran sus planes?
Conrado entró en la habitación con una expresión fría y distante en su rostro. Salomé no podía soportar el palpable silencio que llenaba la habitación.
Ella sabía que no podría soportar otra confrontación como esa. Sin embargo, ella necesitaba saber la verdad, era mejor caerse de una sola vez y recibir un solo golpe, que ir cayendo dé a poquito y lastimándose en el camino.
—¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó Conrado con voz sería mientras observaba la escena.
—Conrado, necesito que me respondas a una pregunta, por muy dura que esta sea quiero la verdad ¿Con qué intenciones me ayudaste? ¿Por qué nos compraste ropa a mi hija y a mí? ¿Por qué nos trataste con amabilidad?
Cuando ella le hizo la pregunta, sus miradas se cruzaron, sin embargo, en el rostro de Conrado se reflejaron la culpa, la tristeza y el arrepentimiento, pero también algo más, algo que ella no lograba descifrar.
Llegó al despacho, la sentó en el sofá y cerró la puerta con seguro.
—Escúchame con atención Salomé —comenzó a decir con firmeza—, es verdad, al principio mi intención era colmarte de favores para que estuvieras agradecida y siguieras donando sangre a mi hija, pero cuando te aprendí a conocer, vi el ser humano que eres… me di cuenta de que mi conexión contigo era más profunda que eso. Me enamoré de ti, Salomé. Y aunque salvar a mi hija es lo más importante, eso no cambia lo que siento por ti, por eso busqué otros donantes, porque no te quería poner en riesgo y te lleve a la cama, no por mi hija, sino por mí, estoy locamente enamorado de ti mujer, paso todas las horas del día pensándote.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Salomé mientras procesaba sus palabras. Ella lo miró a los ojos, buscando la sinceridad en su mirada.
—¿En verdad te enamoraste de mi Conrado?
Conrado le apretó sus manos con ternura y respondió con convicción.
—Sí, Salomé. Te amo con todo mi corazón y no me preguntes en qué momento, simplemente ocurrió.
Las palabras de Conrado resonaron en el corazón de Salomé, disipando sus dudas y miedos, se abrazaron y se sumieron entre besos y caricias.
Él respiró profundo, pero sabía que debía decirle lo que había descubierto.
—Salomé, —comenzó a preguntarle— ¿Qué harías tú si descubrieras que tu hija fue cambiada y que Fabiana no es tu hija biológica y tu verdadera hija biológica vive con otra familia? —preguntó y vio los ojos de Salomé abrirse de par en par.
—¿Es eso posible? ¡Ay Dios! Creo que enloquecería —dijo con una expresión de angustia en su rostro—, si eso llegase a pasar, yo buscaría recuperar a mi hija biológica, pero por nada del mundo renunciaría a Fabiana, yo la amo, y para mí ella también es mi hija
Ella dudó, tenía miedo de que el pedazo de su mundo que le quedaba en pie, terminara de caerse ¿Y si era verdad? ¿Si había pasado algo?, la angustia le apretó el corazón como si quisiera extraerla la vida.
—Salomé, te recuerdas que te dije que las niñas nacieron el mismo día, a la misma hora en el mismo hospital privado —ella asintió sin poder simular su miedo—, contraté un detective, porque de la prueba de ADN practicada a Grecia, se determinó que no es hija biológica ni mía ni de mi esposa, fue intercambiada en el hospital.
Ella trataba de procesar sus palabras, pero la impresión era demasiado fuerte y no podía controlar el temblor de su cuerpo y los latidos acelerados de su corazón.
—¿Qué quieres decir? —pronunció con voz entrecortada, negándose a entender lo que le estaba diciendo.
—Ese día se fue la corriente eléctrica, falló la planta, y unas enfermeras se equivocaron, nos dieron a nosotros a Grecia y a Fabiana se las dieron a ustedes. Salomé, las niñas fueron intercambiadas, Grecia es la hija biológica tuya y de tu exesposo y Fabiana es la mía y de mi esposa.
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