Salomé sintió un zumbido en sus oídos, tuvo la sensación de que su mundo se desmoronaba como si fuera un castillo de naipes. Las palabras de Conrado resonaban en su mente, sin embargo, ella se negaba a aceptar esa cruda verdad.
Las lágrimas comenzaron a caer de manera copiosa de sus ojos, miró fijamente a Conrado por un momento, tratando de encontrar alguna señal de que todo se trataba de un mal chiste, de un juego, pero no era así, su rostro reflejaba una mezcla de seriedad, tristeza y dolor, que la hizo estremecerse de los pies a la cabeza de puro temor.
—Dime por favor que eso no es cierto… eso no puede ser —susurró con voz apagada, sintiendo que todas las fuerzas abandonaban su cuerpo— ¿Cómo pasó? ¿Quién hizo todo esto? ¡Ay, Dios mío, no! —exclamó con su voz desgarrada por el dolor, mientras cubría su rostro con ambas manos y las frotaba allí de forma desesperada.
No podía contenerse, hubiese sido preferible que le enterraran un puñal en el pecho y no tener que escuchar esa dolorosa verdad que le desgarraba el alma, que la atravesaba de manera inmisericorde, destruyendo sin compasión su vida.
Se levantó del sofá y dio algunos pasos hacia atrás, como si quisiera alejarse de esa realidad que le resultaba incomprensible y devastadora.
—Mi hija... Mi niña no es realmente mi hija… la niña que he criado, que he amado como si fuera mía, no tiene mi sangre… —murmuró—, y mi verdadera hija se está muriendo —concluyó con voz quebrada, dejando escapar un sollozo, se sentía desgarraba por dentro, sintió que el aire le faltaba y debió respirar varias veces, para poder llevar aire a sus pulmones—, Me vas a quitar a Fabiana y ¿cómo voy a hacer? ¿Cómo salvaré a Grecia? Yo… —se quebró por completo y comenzó a llorar con desesperación, como si no hubiera un mañana, gemidos desgarradores salían de su garganta, mientras no paraba de jalarse los cabellos sin poder contener el miedo y el sufrimiento que la atormentaba.
—No mi amor, jamás te voy a quitar a Fabiana, ella te ama y tú la amas a ella, eres la única madre que conoce… piensa que ahora solo tendrás una nueva hija, sé que amarás a Grecia, y no va a morir porque yo no lo voy a permitir, no me importa lo que deba hacer, dar todo mi dinero a cambio de encontrar sangre para ella, pero te juro que lo daré todo por nuestra niña… aunque ya sabíamos que íbamos a ser cuatro, esto solo lo afianza, porque ellas dos son mis hijas, las amo sin ninguna distinción y no las dejaré solas.
Ella se dejó abrazar por él, tratando de encontrar consuelo en sus brazos, no era fácil procesar toda esa información, que las niñas habían sido cambiadas, que su esposo la había echado por creerla infiel y no sabía qué hacer, su mente era un torbellino de confusión.
No supo por cuanto tiempo estuvo sumergida en ese mar de pensamientos y emociones encontradas. Los recuerdos de los momentos compartidos con Fabiana pasaban en su mente como si alguien estuviera transmitiendo una película, sus momentos felices, lo que había vivido los últimos días, el inquebrantable vínculo que había creado con ella.
Pero al mismo tiempo, la imagen de Grecia, su verdadera hija biológica, se entrelazaba en su mente, generando una sensación de vacío y pérdida, se había perdido sus primeros años y ahora con su enfermedad podría perderla para siempre y eso provocaba más angustia dentro de ella.
¿Qué debería hacer ahora? ¿Cómo enfrentar esta nueva realidad? ¿Tendría que avisarle a Joaquín? ¿Y si él intentaba quitársela? La respuesta no llegaba fácilmente. Salomé sabía que debía tomar una decisión, pero temía las consecuencias que esta tendría para todos.
Y si Joaquín la presionaba para volver con él llevándose a Grecia, entonces perdería a Fabiana y ya a estas alturas no podía imaginar la vida sin ninguna de las niñas.
Conrado observó las diferentes expresiones que reflejaban el rostro de Salomé, sabía que no era fácil porque era lo que había estado pensando desde que sospecho lo que había ocurrido.
Pero no podía permitir que el miedo y la incertidumbre se apoderaran de ella hundiéndola, porque era la mujer más fuerte que había conocido, una guerrera, una luchadora incansable, capaz de salir adelante gracias a su coraje y determinación y esta no iba a ser la excepción.
Cuando imaginó todo lo que pasó con su hija, una mezcla de tristeza y dolor por ellas lo invadió, pero también una rabia por su exesposo, ese hombre no se merecía nada bueno, no cuando fue capaz de hacerle eso a la mujer que supuestamente amaba y a la niña que estaba criando como su hija.
Salomé seguía desolada, Conrado se separó de ella y tomó su rostro entre sus manos.
—Salomé, escúchame. Sé que esto es difícil para ti, pero la situación es la que es. No tienes por qué desesperarte, ahora tienes dos hijas que necesitan de ti, una a la que has criado y amado desde que nació y otra que necesita todo tu amor y cuidado para sobrevivir. No puedes seguir pensando en nada más.
—Tengo miedo, de que cuando Joaquín, mi ex, sepa la verdad, intenté quitárnosla —pronunció angustiada.
—Esto quizás sea un proceso difícil, pero ningún tribunal va a quitarle un hijo a su madre, además, su reacción en tu contra, la forma en que se divorció de ti acusándote de infiel, no creo que tenga las de ganar.
—Él no solo hizo eso… sino que realizó un proceso de denegación de paternidad consignando la prueba de ADN, por eso Fabiana fue despojada de su apellido, ella no es una Román, sino Hill, como yo —dijo Salomé con lágrimas en los ojos.
*****
Joaquín estaba en el despacho de su casa, pensando en qué lugar se encontraría Salomé, a medida que el tiempo pasaba sin saber de ella desde que la mandó a echar de casa de Armando, la angustia y el remordimiento lo atormentaban, estaba viendo las cosas de manera diferente, cientos de preguntas se arremolinaban en su mente, ¿Será verdad que lo engañó? ¿Cuándo lo hizo?
Justo en ese momento de reflexión, el teléfono de la casa repicó, cuando lo atendió, se trataba del director del Hospital General Privado de Danoka.
“Buenas tardes, soy el director del Hospital General Privado de Danoka… siento mucho llamarlo para darle esta noticia, pero necesito que se presente mañana a primera hora de la mañana… ocurrió algo muy grave que usted debe saber”.
Las palabras del hombre causaron preocupación en Joaquín, sintió un sudor frío recorrerle la espalda, tenía una extraña sensación.
—¿Por qué razón me está pidiendo ir? ¿Acaso se trata de mi exesposa? ¿Le pasó algo? —interrogó preocupado, mientras al otro lado de la línea se hizo un profundo silencio— ¡Hábleme! No se quede callado, si no me dice que trata la conversación no iré —manifestó con firmeza.
“Lo lamento mucho señor Román, pero el día de nacimiento de su hija hubo un problema y dos niñas fueron intercambiadas, su hija se la dieron a otra familia, y la de la otra familia, se la dieron a usted y a su esposa” confesó el hombre y Joaquín sintió que el mundo le caía encima por segunda vez.
Se llevó la mano a la cabeza, mientras el dolor y el miedo lo atravesaban de pies a cabeza, y solo un pensamiento se agitaba con fiereza en su mente “Salomé era inocente y él la había acusado injustamente”, debía encontrarla.
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