La propuesta de Conrado cayó como una bomba en la mente de Salomé. Aunque lo amaba con toda su alma, nunca se había planteado la posibilidad de volver a casarse, no después de lo que había vivido con Joaquín.
Pero al mismo tiempo, la idea de formar una familia perfecta junto a Conrado y sus hijas era muy tentadora, en ese tiempo se había dado cuenta de que aunque era arisco con los desconocidos y muchas veces malhumorado, era paciente, cariñoso y dedicado con las niñas, y ahora con ella.
—¿Casarnos? ¿Me estás proponiendo matrimonio?
—Sí, te lo estoy proponiendo, pero no pienses que es solo por la situación con las niñas, igual te lo iba a pedir en cualquier momento… —al ver la duda en el rostro de ella, supo que no había empezado con buen pie— ¡Diablos! Creo que esta es la manera más antiromántica de pedir matrimonio. Mira amor, estoy seguro de que quiero pasar el resto de mi vida contigo, y por supuesto que también quiero darles a nuestras hijas un hogar estable, una familia completa. ¿Qué dices?
Salomé se sintió abrumada por la emoción y el miedo, lo miró a los ojos mientras sentía que su corazón iba a caer de su pecho, parecía un caballo desbocado de lo fuerte que latía y aunque la idea le atraía también le daba demasiado temor.
Salomé se tomó unos segundos para pensar en la propuesta, pero antes de que pudiera responder, Conrado continuó hablando.
—No lo tomes como una presión, mi amor. Solo quiero que sepas que independientemente dé tu respuesta, Grecia y tú me tendrán a su lado siempre. Las amo, a las tres, ustedes son la razón más grande y hermosa que tengo para vivir.
Salomé sintió un nudo en la garganta al ver la sinceridad en los ojos de Conrado, sabía que él la amaba y que quería lo mejor para ella y sus hijas.
—Conrado, yo también te amo con toda mi alma, pero no sé si estoy lista para volver a casarme todavía, después de lo que ocurrió con Joaquín, no sé si pueda pasar por eso, sentirme de nuevo tan vulnerable, tengo miedo de sufrir.
—Escúchame, hagamos algo, vamos a firmar un contrato matrimonial, donde vamos a dejar establecido las condiciones de nuestro matrimonio y la separación en caso de ocurrir, aunque estoy seguro de que nuestro matrimonio será para toda la vida, lo haremos solo para que te sientas más tranquila, por eso en caso de divorcio independientemente de la causa, tendremos la custodia compartida de las niñas y una pensión para ti y ellas… —las palabras fueron interrumpidas por Salomé.
—Yo no quiero tu dinero… quiero trabajar, ser independiente económicamente, ganarme las cosas por mí misma, también quiero hacer una fundación para todas aquellas mujeres que estén pasando por lo que yo pasé, no tienes idea de lo horrible que es sentirse vulnerable, perdido, aunque claro lo principal ahora es la recuperación de nuestra hija.
—Lo sé mi amor, entonces firmemos el contrato matrimonial, y cuando Grecia se recupere, entonces comienzas a trabajar como es tu deseo.
—Está bien, también quiero practicarle una prueba de ADN a Fabiana y a Grecia, para comprobar la verdad, después de lo ocurrido, no quiero que resulte después que ninguna es mi hija.
—Entonces lo haremos, mañana vamos a tomar esas muestras y a practicar las pruebas, para que no haya duda de la verdad ¿Te parece?
Salomé asintió con la cabeza, agradecida por la comprensión y la paciencia de Conrado. Porque aunque la proposición había sido nada romántica, se dio cuenta de que era práctica y considerada. Algo en su interior le decía que Conrado era el hombre indicado para ella, y aunque el miedo seguía presente, decidió darle una oportunidad al amor.
—Necesito todos tus documentos para entregar al abogado y que ellos se encarguen de realizar los trámites, en más tardar dentro de dos semanas celebraremos la boda, y se me había olvidado de darte un regalo que te había comprado.
Abrió un cajón del escritorio y sacó un móvil de última generación, ella abrió los ojos sorprendida.
—¿Esto?
—Es un regalo para ti, no quiero que estés incomunicada, sino que podamos estar siempre en contacto —ella asintió y tomó el celular con una sonrisa—. Ahora usted y yo vamos a dormir a Fabiana, nos damos cariñitos un rato y…
—Nos vamos donde Grecia, porque por nada del mundo me voy a perder pasar la noche con ella —susurró Salomé emocionada.
—¿Y Fabiana? Solo está acostumbrada a ti y a mí, se pondrá muy triste.
—¿Quién dijo que la dejaré? Mi niña se irá con nosotros —dijo ella con una sonrisa.
Conrado la tomó por la cintura y la acercó más a él, para darle un beso apasionado que la hizo olvidar por completo sus miedos y preocupaciones. Salomé respondió con una intensidad igual, sabiendo que le pertenecía por completo a Conrado.
Finalmente, se separaron, y cuando iban saliendo del despacho abrazados, vieron que Ninibeth estaba en la puerta, lo cual les hizo sospechar que había escuchado toda su conversación, la molestia de Conrado no se hizo esperar.
—¿Qué haces escuchando detrás de las puertas? —inquirió el hombre sin poder ocultar su molestia.
—Yo no… —intentó negarse, pero ante la mirada penetrante de Conrado, no le quedó más salida que reconocer la verdad.
—¡Maldit4 seas mujer! No me mientas ¿Cuándo vas a entender que no puedes engañarme? Sé claramente cómo eres y de lo que eres capaz ¿Estamos?
Ante las palabras de Conrado, terminó cediendo.
—¡¿Te vas a casar con ella?! ¿Ese era el amor que le tenías a mi hermana Laura, que a solo unos meses de su muerte ya le buscaste reemplazo? —preguntó indignada Ninibeth.
Salomé y Conrado caminaron en silencio, abrazados, sintiendo la fuerza y la calidez del amor que compartían. Sabían que habría momentos difíciles, pero también confiaban en su capacidad para superarlos.
—Conrado, ella no tiene razón, yo te amo de verdad… —trató de explicar ella, pero Conrado le puso un dedo en la boca.
—Lo sé, no le prestes atención, solo habla desde la envidia, no tienes por qué aclararme nada, porque yo creo en ti —le dijo besando con suavidad sus labios.
Esa misma noche, regresaron al hospital con Fabiana y vieron a Grecia. Una vez allí, se dedicaron a mimar a la pequeña, asegurándose de que su recuperación fuera lo más cómoda posible.
*****
Joaquín al cortar la llamada pegó un grito de desesperación, la culpa lo atormentaba, porque la golpeó, la echó a la calle.
—¿Qué hice? Debo encontrarla. ¿Dónde estás mi amor? —susurró con voz quebrada.
En ese mismo momento decidió ir a casa de Armando, cuando llegó este no tardó en abrirle la puerta y lo miró sorprendido, y él, sin siquiera saludar, preguntó por Julia.
—¿Dónde está Julia? Necesito que me diga dónde está mi esposa —pronunció con voz exigente.
Julia escuchó el ruido y salió a ver qué pasaba, cuando lo vio una expresión de molestia se dibujó en su rostro, no así en el de Joaquín, quien se acercó a ella y la tomó por los hombros y la sacudió con suavidad.
—Necesito que por favor me digas el paradero de Salomé… debo encontrar a mi esposa… yo la eché y ella era inocente, nuestra hija y Fabiana fueron intercambiadas en el hospital, debo encontrarla para decirle la verdad, y para que busquemos a nuestra verdadera hija, también quiero pedirle perdón para que regrese conmigo y volvamos a ser la familia feliz que éramos, por favor dímelo.
La mujer se quedó viéndolo con una expresión de alegría en el rostro.
—Lamento que te hayas dado cuenta tan tarde la clase de mujer que tenías a tu lado, pero te recuerdo que te divorciaste de ella porque la acusaste de serte infiel, la vejaste, la humillaste, la perseguiste… no sé dónde está Salomé y si lo supiera tampoco te lo diría, tú la perdiste y jamás la vas a recuperar, porque después de todo tu pérdida es ganancia para alguien que sí pueda apreciarla —dijo la mujer apartándole las manos de sus brazos y alejándose de él.
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