EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 31

Salomé no podía creer lo que estaba escuchando, ¿cómo podía pensar que ella estaba enamorada de su ex? Entonces, se dio cuenta de lo que había pasado.

—¿Nos viste besando? —inquirió ella y él hizo una mueca de disgusto.

—Por lo menos lo reconoces —dijo poniendo distancia entre ellos, mientras rechinaba los dientes del disgusto.

—¿Lo reconozco? Eres un tonto, crees que soy tan mente estrecha para permitir que un hombre trapeé el piso conmigo y volver con él para que lo siga haciendo… —suspiró exasperada—, a veces las cosas no son como las vemos, como cuando vi que me perseguías y pensé que era un secuestro —pronunció y él levantó la vista para verla.

—Dime ¿De qué manera se puedo malinterpretar un beso? ¡Yo lo vi, te estaba besando y tú recibiéndolo gustosa! —exclamó con una expresión de molestia, pero con una mirada de tristeza que ella sintió encogerse su corazón en el pecho.

—¡No estaba gustosa! Estaba sorprendida, él me siguió hasta allí y se me tiró encima.

—Claro, justo cuando no estaba la niñera… qué conveniente —masculló con sarcasmo.

—¡Por Dios Conrado! Si te hubieras quedado un poco más te habrías dado cuenta de que lo rechacé. Juro que a veces me provoca darte un martillazo en la cabeza a ver si las neuronas te dejan de hacer cortocircuito —le dijo molesta—, si Joaquín me importara, me habría ido con él, y no me quedaría con un troglodita como tú… dándote explicaciones porque en un ataque de celos, de idiota cancelaste la boda… seguro porque no querías casarte para no ofender a tu amada suegrita… —dijo con sorna.

—¡Ella no es mi amada suegrita! ¡Es una vieja bruja! —espetó molesto—, sé que estaba planeando algo.

—¿Y aun sabiendo eso caíste en la trampa? ¿Vas a dejar que se salga con la suya? ¿Dar por terminado todo? —pronunció ella, y cuando lo vio, se dio cuenta de su expresión tormentosa, por eso se acercó y lo abrazó.

Él no la rechazó, se dejó abrazar, por un momento estuvieron en silencio, hasta que él fue el primero en hablar.

—Tengo miedo de que te des cuenta de que lo amas y no quieras estar conmigo, a veces pienso que todo pasó tan rápido que pudieras estar confundida —profirió en tono tan bajo que ella tuvo que hacer un esfuerzo para escucharlo.

Ella se apartó, lo miró a la cara y se dio cuenta de su tristeza, extendió su mano, y lo acarició.

—Eres un tonto, eso no va a pasar nunca ¿Y sabe por qué? —mirándolo a los ojos—, porque te amo con todo mi corazón. Si te sirve de alivio, que Joaquín me haya besado fue como besar un hielo, en cambio, cuando te beso a ti, es como si se tratara de un arsenal de fuegos artificiales.

Hizo amago de darle un beso en los labios, pero Conrado la detuvo poniendo su mano en la boca, ella abrió los ojos sorprendida.

—No me beses, ¡Ven! —la haló hacia el baño.

—¡¿Qué haces?! —interrogó sorprendida y casi se le salen los ojos de sus órbitas cuando lo vio tomar un cepillo y agregarle crema dental —¡¿Me vas a cepillar los dientes?! —exclamó sorprendida.

—¡Abre la boca! Que no te voy a besar después que el idiota ese te besó, vamos a quitarte su baba, y si pudiera también te bañaría para quitarte sus huellas, aunque tengo otra forma de borrártelas —dijo en tono soberbio.

Ella iba a protestar, pero prefirió callar, solo sonrió, lo dejó hacer. Cuando terminó de cepillarla, la alzó, ella cruzó sus piernas en las caderas de Conrado y él sonrió.

—¡Ahora sí! —exclamó Conrado triunfal.

La llevó de vuelta al despacho y se sentó con ella en la silla, dejándola a horcajadas en su regazo, y comenzó a besarla con pasión.

Sus manos se movían sobre su cuerpo, acariciando cada curva a través de la ropa, como si quisiera memorizarla. Ella se dejó llevar, respondiendo a cada beso, cada toque, con la misma intensidad, estaban sumidos en esa vorágine de deseos, sintiendo cómo el fuego del deseo recorría su sangre, como una especie de lava ardiente.

Finalmente, se separaron, porque ambos estaban sin aliento y con los ojos brillando producto de la pasión.

—Te amo, Salomé, y eso hace que sea aún más difícil lidiar con los celos, no puedo evitarlo, ese es otro de mis defectos, y a veces me da miedo que al ver tantos que tengo termines huyendo —pronunció Conrado, acariciando su mejilla con suavidad.

—Y yo te amo a ti, con todos tus defectos, porque eso te hace un hombre adorable, perfectamente imperfecto —pronunció ella con una sonrisa mientras empezaba a moverse encima de él, no debió hacer mucho esfuerzo, porque pronto su excitación se hizo notar en la dureza de su entrepierna.

—Usted anda buscando pelea señora, y yo se la voy a dar.

Sin pérdida de tiempo, le levantó las manos, alzó un poco su cuerpo y le sacó el ajustado vestido por la cabeza, dejándola vestida solo en ropa interior.

Salomé sonrió de manera coqueta mientras se sentaba de nuevo en el regazo de Conrado, sintiendo cómo pasaba sus dedos por su piel desnuda bajo el sostén y las bragas, haciéndola gemir de placer.

Ella se sintió vulnerable y expuesta, pero también excitada por la mirada lujuriosa de Conrado que recorría cada centímetro de su cuerpo semidesnudo.

Él la atrajo hacia sí, besando sus pechos y deslizando su mano bajo su ropa interior, acariciando suavemente ese rincón secreto de su cuerpo.

Ella gimió y se arqueó hacia él, con los ojos cerrados, ansiosa de más contactos y de sus manos, lo necesitaba como al aire que respiraba, como el sol que calentaba y acariciaba suavemente su piel.

Ella lo miró fijamente de una manera traviesa, tratando de contener el creciente deseo que se acumulaba en la parte baja de su ingle.

—¿No le parece un poco injusto que yo sea la única en ropa interior aquí? —preguntó ella mientras comenzaba a desabotonar la camisa de Conrado, pasando su mano por su tórax mientras él emitía un gemido de placer.

Él soltó una risita ronca ayudando a Salomé a quitarle la camisa. Sus manos se aferraron al cuerpo de ella con fuerza mientras la besaba de nuevo, sintiendo cómo los dedos de ella recorrían su pecho desnudo, con su suave tacto.

Sus besos se volvieron más y más profundos, pues no podían saborear lo suficiente al otro, querían más, a pesar de ya estar sumidos en el disfrute del otro.

Ambos estaban tan excitados que sus cuerpos aclamaban ansiosos la unión, mientras sentían la pasión quemarlos por dentro, Conrado y Salomé se encontraron de nuevo abrazados en la silla.

—No lo quiero cerca de mis hijas, ni de ti —espetó con fiereza.

—Él tiene derecho a conocer a su hija.

—¿Te convenció? —inquirió molesto.

—Sabes que no se trata de convencimiento, sé lo que habíamos quedado hacer, pero si somos objetivos, cuando acepté estaba dejándome llevar por la rabia, las niñas, quizás es lo único que tenga Joaquín en este momento y tú tienes a las niñas y también me tienes a mí, aunque ahora los celos parece que no te dejan pensar, en el fondo sabes que tiene derecho a conocer a Grecia.

—Es un hombre sin corazón, no le importó echar a Fabiana, ¡Por Dios era una niña! ¿Qué tiene ese imbécil en la cabeza? ¿Aserrín? ¿Qué sé yo si le hace daño para lastimarnos a nosotros? ¡No puedo Salomé! No voy a arriesgar a mis hijas —pronunció con sinceridad.

—No les haría daño, pero ahora, sé sincero conmigo ¿Tienes miedo de que se gane a las niñas? —preguntó ella y vio un atisbo de sorpresa en el rostro de Conrado.

—¡Claro que no! —lo pensó por un momento y le respondió—, sabes quizás tengas razón, con supervisión puede verlas… y, ya que él va a reclamar los derechos sobre mi hija, había estado pensando en algo estos días, tal vez no sea mala idea que demandemos a la clínica… hay algo que desde hace días me tiene pensativo.

—¿Qué será? —interrogó ella con curiosidad.

—Es demasiada casualidad que se haya ido la luz y la planta eléctrica haya fallado en ese momento, puede que haya algo que no sabemos… creo que hay alguien moviendo los hilos de mi vida y no me había dado cuenta, pero vamos a investigar y llegaremos a la verdad. Ahora, vayamos a nuestra habitación y continuemos con nuestra reconciliación.

*****

Mientras tanto afuera Imelda y Ninibeth esperaban ansiosas que saliera la pareja, las dos sonreían felices de que su plan hubiera dado resultados, tanto así que la mujer mayor terminó contándole a la madre de Conrado lo ocurrido.

—Él suspendió la boda, porque al parecer encontró a Salomé con su ex en la habitación —dijo la mujer en tono de complicidad.

Cristal la vio con molestia.

—No deberías estar hablando sin saber, desde que saliste a la cena no has dejado de intrigar en contra de Salomé, ¿Qué pretendes que mi madre la tome con ella? Te equivocas porque no te será fácil manipularnos —le dijo la chica indignada.

—¿No me creen? Ya verán cuando Conrado salga por esa puerta, hecho una fiera y corriendo a Salomé y diciéndoles a ustedes las razones por las que no va a casarse.

Terminando de hablar ella, salieron Conrado y Salomé abrazados y con una sonrisa en sus labios, la mujer se giró y abrió la boca sorprendida.

—¿Ustedes se están hablando? ¿No estás molesto con ella? —preguntó Imelda sin poderlo creer.

—¡Así que ese era tu objetivo! Siempre fuiste tú detrás de todo —pronunció Conrado negando con la cabeza—, lamento ser portador de malas noticias para ti… no estoy molesto con Salomé, y qué crees ¡Si habrá boda!

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