Joaquín sonrió triunfante, cuando vio a Conrado aceptar, aunque por dentro estaba temblando. Sabía que su rival era un hombre poderoso y que no iba a dejar las cosas fáciles. Pero estaba dispuesto a todo por Salomé, por demostrarle que la amaba, estaba dispuesto a jugarse la vida si era necesario con tal de recuperarla.
Los dos hombres se miraron de manera retadora, se dieron la mano, sellando el trato, mientras los periodistas hacían guardia a su alrededor. Era como si estuvieran a punto de presenciar un combate a muerte.
—Yo soy tan benevolente, que empezaré yo, mañana mismo, vas a observarme y aprender cómo se conquista una mujer —declaró burlesco Joaquín.
—¡Eres un idiota Joaquín! Pero vas a morder el polvo, porque yo sé cómo mantener sorprendida a mi mujer, y cuando te quede claro que soy el mejor, espero que ni se te ocurra acercársele —vio que Melquíades y los otros, habían mandado a apagar las cámaras. —, eso está bien Melquíades, porque lo mejor será que este pacto no salga al público, ¿Estamos de acuerdo? —todos asintieron.
Conrado entró a sus oficinas y de pronto se recordó de algo y le preguntó a su gente de confianza.
—Uno de ustedes averígüeme ¿Qué veneno puede producir cáncer?
Aunque ninguno dijo nada, todos estaban sorprendidos y Conrado se dio cuenta.
—No debería dar explicaciones, sin embargo, se las daré… no pienso envenenar a nadie.
Con esas palabras entró a su oficina y pocos minutos después, tenía la información encima de su escritorio, al leerla, un temor lo recorrió.
—¡Diablos! Debo llamar urgente a Salomé.
Marcó su número uno, dos, tres veces, como no le cayó, llamó a Cristal y esta si le atendió.
*****
Salomé estaba en el jardín con Cristal jugando con las niñas, pero vio a su cuñada, demasiado introspectiva, y supo que le pasaba algo.
—¿Qué te pasa Cristal? ¿Por qué estás tan reflexiva? —preguntó y vio la duda en el rostro de la chica.
—No me pasa nada —dijo con timidez.
—Sabes que puedes preguntarme de lo que sea y con gusto te responderé —pronunció con amabilidad Salomé.
Ante sus palabras la chica se quedó pensativa, hasta que se armó de valor.
—Salomé, no sé si consideres esta pregunta demasiado privada, pero si es así no dudes en decírmelo —Salomé asintió ante las palabras de la jovencita.
Cristal suspiró profundo, se armó de valor y le hizo las preguntas que le rondaban en la cabeza.
—¿Por qué dejaste a Joaquín? ¿Qué fue lo que te hizo? ¿Por qué te echó? —cuando las preguntas salieron de su boca quiso detenerlas—, no me respondas, soy muy impertinente.
—Tranquila, no hay nada malo en tu pregunta… el problema es que su madre es una bruja, y de cierta manera influenciada por ella, le hizo una prueba de ADN a Fabiana y por supuesto que las pruebas fueron negativas.
—Claro, porque las habían intercambiado ¿No me digas que creyó que le habías sido infiel? —preguntó la chica sorprendida.
—Sí, y no solo eso, me abofeteó y luego me echó esa misma noche de la casa, con Fabiana, sin dinero, sin ropa, sin nada —confesó Salomé y la chica abrió los ojos de par en par.
—Entonces es una bestia, una mala persona —habló la chica con decepción y Salomé sonrió.
—No lo es. Joaquín siempre se portó con amabilidad, amoroso, a pesar de sus traumas del pasado, tiene un lado bueno y uno malo. Supongo que todos tenemos esa dualidad en nuestro interior, pero su madre ha influido de manera negativa en él. Aunque yo ya le he perdonado por lo que pasó —respondió Salomé con tristeza, recordando los momentos felices que pasó junto a Joaquín.
Cristal la miró una expresión extraña en su rostro y le tomó la mano para reconfortarla.
—Lo siento mucho, Salomé. Debe haber sido muy difícil para ti y para Fabiana.
—Lo fue, pero gracias a Dios pudimos salir adelante. Aprendí a ser fuerte por ella y por mí misma —dijo Salomé con una sonrisa.
—¿Si aún lo amas, por qué vas a casarte con mi hermano? —preguntó y Salomé abrió los ojos de par en par.
—¡No Cristal! ¿De dónde sacas eso? —se carcajeó—, a Joaquín siempre le tendré un afecto especial, lo querré como un amigo, como el padre de mi hija, pero no lo amo, me decepcionó demasiado y el amor que tuve en el pasado murió. Ahora es Conrado quien tiene mi amor, y aunque te confieso que comencé odiándolo por su prepotencia, ese aire de dueño del mundo con la que camina y se muestra frente a todos, sin embargo, descubrí que es un alma noble, preocupado, amoroso, capaz de hacer lo que sea por quienes ama… es un ser extraordinario, es lindo por dentro y por fuera —dijo con un suspiro y Cristal soltó una carcajada.
Se estaba haciendo pipí, pero no quería dejar sola a Salomé, sentía su vejiga a punto de explotar, por eso no podía quedarse más.
—Ya vengo Salomé, espérame un momento, no hagas nada sin mí —le dijo Cristal y salió corriendo al baño.
Salomé les dio agua a sus hijas, se quedó en silencio, deseando que las mujeres se marcharan, no podía evitar sentir una extraña sensación de incomodidad en presencia de Imelda, de hecho los vellos se le erizaron con una sensación de peligro, le provocaba salir corriendo, pero también sabía que no podía huirles tenía que enfrentarlas, porque si no viviría siempre atemorizada.
—Salomé preparé un jugo de fresa ¿Quieres? —inquirió Imelda.
La muchacha se quedó por un momento pensativa y segundos después le respondió.
—Gracias, Imelda, pero no me gusta mucho la fresa, preferiría otra fruta —respondió tratando de evadir su ofrecimiento.
—Hice también uno de Sandía, me quedó delicioso —insistió.
—Realmente, por ahora no tengo sed, tal vez más tarde lo tome negó nuevamente Salomé.
Imelda se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa fingida.
—Como quieras, pero no te imaginas lo que te pierdes, está demasiado delicioso, creo que deberías probarlo —dijo sirviéndose un vaso.
Fue tanta la insistencia que Salomé asintió con la cabeza y terminó accediendo.
La mujer le puso un vaso frente a ella.
—Tómalo como un signo de buena voluntad —expresó la mujer con una sonrisa.
Salomé siguió sintiendo esa extraña tensión en el ambiente. Las niñas estaban calladas, como si también percibieran la incomodidad, y Cristal todavía no volvía del baño, respiró profundo, antes de tomar el vaso y llevárselo a la boca.
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