Justo cuando sus labios se estaban posando en el vaso, entró corriendo Cristal, quien había recibido la llamada de Conrado, patinó en el piso y chocó con Salomé haciéndole que el vaso de jugo le cayera encima de la ropa, ante la sorpresa de esta.
—Lo siento cuñis, ¡Soy tan torpe! —le dijo haciéndole señas a Salomé e inclinándose hacia adelante, susurró—, ni se te ocurra tomarte eso… Conrado me llamó y te mandó a decir que no tomes nada, que no prepares tu misma o Cleo.
—Tú nunca maduras, Cristal, de verdad que no pareces de una familia de dinero, sino una salvaje ¿No ves por donde caminas? —inquirió Imelda indignada.
—Fue un lamentable accidente, y de verdad que no entiendo ¿Por qué hay tanta molestia de tu parte? Si Salomé que fue a quien bañé con el jugo, no la veo reclamándome.
—Porque ella es muy educada para eso —la aduló la mujer y Salomé casi termina ahogada con saliva—, tendré que servirle otro.
Antes de que le sirviera otro vaso la detuvo.
—No es necesario, ya las ganas de tomar jugo se me han quitado —pronunció con seriedad Salomé.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo ocurrido “¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué Conrado me mandó a decir que no tomara nada que no hubiera preparado Cleo? O yo misma”, se preguntó mientras la ansiedad en su interior y la tensión en el ambiente se hizo aún más palpable, por eso intentó alzar a las niñas, pero al momento de inclinarse empezó a sentirse mareada, la habitación comenzó a darle vueltas, su vista se nubló. Cayó al suelo, y terminó desmayándose.
Cuando volvió en sí, estaba recostada en su cama. Cristal estaba a su lado, sujetando su mano con fuerza.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Salomé con voz débil.
—Te desmayaste, le avisé a Conrado y ya viene para acá ¿Acaso tomaste algo de ese jugo?
—No, recuerdo que cuando lo puse en mis labios y lo iba a tomar tú lo tiraste —respondió con sinceridad, mientras Cristal suspiraba con alivio.
En ese momento, Conrado entró en la habitación con una expresión preocupada en el rostro, acompañado del mismo doctor que la había atendido cuando se resfrió
—¿Cómo estás? —preguntó mientras se acercaba a la cama.
—Me siento un poco débil, mareada...no sé qué ha pasado —respondió Salomé con voz temblorosa.
—Doctor, por favor revísela, temo que la hayan intentado envenenar —pronunció temeroso.
—No, yo no logré tomar nada… —de pronto sintió náuseas y se levantó corriendo y se fue al baño seguida de Conrado.
Al llegar al baño, Salomé se inclinó en la letrina y vomitó violentamente todo el contenido de su estómago mientras, Conrado le sostenía el cabello, al mismo tiempo que la tomaba por la cintura.
Cuando ella expulsó todo lo que había comido, se sintió un poco mejor, pero sentía que las piernas no le respondían, le temblaban como si fuera de gelatina, intentó dar un paso, fue en vano.
Conrado la ayudó a sostenerse, la llevó hasta el lavamanos para que se cepillara los dientes, y luego la llevó de vuelta a la cama y el doctor la examinó detenidamente.
—Vamos a practicarle unas pruebas de laboratorio, no parece haber nada anormal, solo debe descansar, mantenerse hidratada y recuperarse ¿Señora Salomé? ¿Cuándo fue su última menstruación? —interrogó el médico y tanto ella como Conrado abrieron los ojos desorbitados.
Salomé se quedó en silencio por un momento, tratando de recordar, pero luego la respuesta llegó a su mente, y su rostro palideció.
—¿Mi última menstruación? —preguntó sorprendida y el médico asintió—. No me ha llegado, tengo una semana de retraso, la última vez que me vino fue hace cinco semanas —contestó en voz baja, rápidamente cubriendo su estómago con las manos, como si pudiera proteger al pequeño ser que crecía en su interior.
El doctor asintió y anotó algo en su libreta antes de dirigirse a ellos.
—Bien, es posible que esté embarazada. Necesitamos hacer algunas pruebas adicionales para confirmarlo, pero por ahora es lo más probable.
Conrado, luego de salir de la sorpresa, la tomó de la mano, sin poder ocultar la alegría en su rostro.
—Entonces, ¡estás embarazada! Seremos padres de otra bebé —exclamó visiblemente emocionado.
Salomé sintió cómo su corazón se aceleraba en su pecho, no sabía cómo sentirse en ese momento. Por un lado, se sentía feliz, pero, por otro lado, estaba asustada de lo que podrían hacer las viejas brujas cuando se enteraran de su embarazo.
No pudo contener las decenas de preguntas que llegaban a su mente, ¿estarían listos para ser padres de nuevo? ¿Podría ella manejar otro embarazo y otro bebé? Todas estas dudas se agolpaban en su mente mientras el médico y Conrado hablaban sobre los próximos pasos que debían seguir.
El médico le pidió ir a su consultorio al día siguiente para comprobar la noticia, se despidió de ella y Conrado lo acompañó hasta la puerta de la habitación, y le pidió a su hermana que lo acompañara hasta la entrada principal de la sala.
Cuando Conrado se giró, vio que Salomé se había levantado de la cama.
Aunque se sentía débil, quiso mirarse en el espejo para grabar ese momento en su mente, miró fijamente su reflejo, tratando de procesar todo lo que había sucedido y se llevó una mano a su vientre, acariciándolo con suavidad, le parecía increíble esa noticia.
Conrado se acercó, le quitó la blusa manchada y la abrazó por detrás, la sujetó por la cintura, y la recostó en su pecho.
Salomé sonrió, sintiéndose, por una parte, contenta por la alegría de Conrado, pero, por otra parte, no podía dejar de sentirse preocupada, no podía quitarse de la cabeza la idea de que las brujas no estarían contenta con la noticia y que intentarían dañarla, solo pedía al cielo, que no lo lograran.
Cuando salieron de allí, Conrado le dio la noticia.
—Mi amor, te quería dar una sorpresa.
—¿Qué será? —interrogó ella.
—Si te digo dejará de ser una sorpresa.
Condujo con ella por media hora hasta llegar a una zona residencial de la ciudad donde había varios edificios elegantes.
Conrado estacionó el auto y antes de bajar le preguntó.
—¿Me permite ponerte una venda en los ojos para que no veas la sorpresa antes de tiempo? —ella asintió y él le colocó una cinta con suavidad.
—¿Qué pasa, Conrado? ¿A dónde me llevas?
—Ya te dije doña curiosa, es una sorpresa, mi amor. Te prometo que te va a encantar.
La llevó caminando por el pavimento, mientras ella se preguntaba de qué sorpresa se trataba, la detuvo de pronto y le habló con suavidad.
—Voy a quitarte la venda de los ojos, me habías dicho de un sueño que tenías y yo quiero ayudarte a que los cumplas, por eso destiné este complejo para eso.
Le quitó la venda y allí vio un cartel que decía:
“Aquí funcionará la Fundación Salomé Hill”, ella abrió los ojos de par en par producto de la sorpresa, y luego esbozó una leve sonrisa, al mismo tiempo que sonreía las lágrimas comenzaron a caer por sus ojos, no podía creerlo y de su boca solo salió una palabra entrecortada.
—Gracias.
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