Cristal se quedó en silencio por unos segundos, sin saber qué decir. Las palabras de Joaquín le dolieron más de lo que habría podido imaginar. Después de escucharlo hablar, se dio cuenta de que no tendría una oportunidad con él, porque el amor que sentía por Salomé era inmenso, por eso lo mejor era que no podía permitirse enamorarse de alguien que nunca podría corresponderle.
Cristal se puso a jugar con las niñas, tratando de borrar las palabras de Joaquín de su mente que se repetían una y otra vez, para que no siguieran afectándola, se puso seria y dejó de sonreír.
Joaquín se dio cuenta de que algo pasaba con ella, la observaba de reojo y se preguntaba que la había hecho cambiar de actitud.
—¿Pasa algo? ¿Te hizo molestar tu hermano? —interrogó.
Cristal levantó la mirada y lo miró directamente a los ojos, tratando de ocultar el dolor que sentía. No quería que Joaquín notara lo afectada que estaba por sus palabras, pero se le estaba haciendo más difícil de lo que creía.
—No, no es eso —dijo finalmente, tratando de sonar convincente—. Solo estoy un poco cansada, nada más, no te preocupes.
Joaquín asintió, sin estar completamente convencido. Podía ver la tristeza en los ojos de Cristal, tenía la sospecha de que sabía que algo más estaba pasando. Pero decidió no preguntarle, que ella le contara si quisiera.
Así que decidió continuar jugando con las niñas, tratando de disfrutar el momento y no darle demasiada importancia a lo que había sucedido. Sin embargo, por más que trataron de evitarlo, el ambiente estaba tenso y había un silencio incómodo que llenaba el aire.
Cristal intentaba seguir el juego, pero por dentro los pensamientos sobre Joaquín seguían atormentándola. ¿Cómo podía enamorarse de alguien que nunca la correspondería? ¿Cómo podía seguir estando cerca de alguien que podía hacerle daño en cualquier momento porque la hacía sentir tan vulnerable?
Los minutos pasaban y la tensión continuaba, hasta que Joaquín decidió que era hora de hablar. Se acercó a Cristal con una mirada preocupada en su rostro y la tomó del brazo para captar su atención.
—Cristal, aunque no quieras decirme algo te está pasando, porque habíamos pasado el día entre conversaciones, juegos y risas, pero ahora veo como si tu chispa se hubiera apagado. ¿Quieres hablarlo? —preguntó suavemente.
—No te preocupes, todo está bien… me llevaré a las niñas para bañarlas y vestirlas para sentarlas a la mesa durante la cena —articuló haciendo un gesto para tomar a Grecia y llevárselas, pero él negó.
—¿Por qué? Me gustaría acompañarte a bañarlas y vestirlas.
—En realidad no quiero problemas con mi hermano, temo que pueda molestarse, ya viste que no le agradó la idea de encontrarte en la casa, creo que fue un error, lo mejor será que te quedes en la sala, mientras arreglo a las niñas —señaló con firmeza.
Joaquín se quedó en la sala como le indicó Cristal, y minutos después vio bajar a Conrado, se paró del sofá y se quedaron viendo fijamente.
—¿Por qué viniste a mi casa? —preguntó con seriedad Conrado.
—Anoche me dijiste que tenía a las niñas, que por ellas debía vivir, y aunque fui a mi oficina, no me sentía tranquilo, quería verlas y compartir con ellas, no pensé que tus palabras eran solo una formalidad o una manera de darme esperanzas y que desistiera de mis intenciones —respondió con sinceridad.
—Claro que eran sinceras, pero debiste llamarme a mí antes de venir, y no aparecerte de esta manera, porque me siento amenazado al incluir el regalo que le hiciste a la niña en el trato que hicimos —le reclamó y Joaquín frunció el ceño sin entender.
—¿De qué estás hablando? —preguntó.
—De que fuiste muy hábil al habilitarle un cuarto de juego con todo lujo para las niñas, eso te hizo subir puntaje ante Salomé.
—No, eso no es de esa manera, con lo de las niñas no estaba tratando de impresionar a Salomé, sino a ellas, al principio solo quería compartir, pasar un rato, luego le pedí consejos a tu hermana de qué regalo podía hacerles, y ella fue la de la propuesta, de hecho ella llamó a los sitios y encargó todo, yo solo pagué y armé.
—Entiendo, pensé que era algo que tenía que ver con nuestro trato de cinco días para hacer cosas para enamorar a Salomé —declaró con sinceridad, y ninguno se dio cuenta de que Salomé había bajado y los había escuchado.
Frunció el ceño molesta, por lo que acababa de oír, su primera reacción fue insultarlos y mandarlos a ambos al carajo, pero luego respiró profundo, se calmó y caminó los pasos que la separaban de ellos y con toda la calma del mundo pidió explicaciones.
—Quiero que uno de los dos me explique ¿De qué trato están hablando? ¿Y por qué lo hicieron? ¿Acaso creen que soy un trofeo que pueden disputarse? —inquirió con evidente molestia.
Conrado y Joaquín se giraron con la culpabilidad marcada en su rostro.
—Lo siento Salomé, ¡¿Estás diciendo que puedes escogerlo a él? ¿Qué serías capaz de volver con Joaquín? —preguntó Conrado sintiéndose como si le hubiesen dado un fuerte impacto en el estómago.
Salomé se cruzó de brazos y lo miró fijamente a los ojos.
—Claro que sí, Conrado. Si Joaquín hace algo que me impresione más que lo que tú puedas hacer, entonces tendré que considerarlo seriamente. Pero no te preocupes, recuerda que tú tendrás también tu oportunidad de impresionarme. Quiero ver lo que son capaces de hacer para ganarse mi corazón, y no solo por un trato absurdo que hayan hecho entre ustedes, sino porque realmente me aman y quieren demostrármelo.
Joaquín asintió en silencio, mientras que Conrado se sentía cada vez más enojado y nervioso, sabía que había metido la pata al aceptar ese trato tan estúpido, porque la conocía lo suficiente para saber que estaba haciendo eso porque estaba enfadada.
Salomé sonrió maliciosamente, disfrutando del poder que ejercía en ese momento sobre la situación y sobre todo en Conrado. Tenía un plan, y no iba a dejar que nada ni nadie la detuviera.
—No te preocupes, Conrado. Puede que continúe o no contigo. Pero de lo que estoy clara es que no voy a dejarme manipular por ti o por Joaquín. Quiero ver lo que son capaces de hacer para impresionarme, y después decidiré quién es el ganador.
Conrado la miró fijamente, tratando de descifrar sus verdaderas intenciones.
—No entiendo por qué tienes que hacer esto, Salomé. ¿No te das cuenta de que estás jugando con nuestros sentimientos?
—Oh, ¿Estoy jugando con sus sentimientos? ¿Y ustedes acaso no era eso que pretendían? ¿Jugar con los míos? ¿Qué pensabas hacer Conrado si Joaquín ganaba? ¿Entregarme como un presente? Cuéntame ¿Qué ibas a hacer en ese caso? ¿Meterme en una caja o envolverme en papel de regalo y me enviabas a la puerta de su casa? —inquirió molesta.
—¡Nada Salomé! ¡No iba a hacer nada! Porque no iba a perder, porque te amo y tú me amas, y cuando eso pasa la imaginación no tiene límites para que el corazón demuestre su amor. Además, yo te lo dije, después de hacer el amor te lo conté… y cuando esperaba tu reacción te habías quedado dormida y no me escuchaste. ¡Olvídate de eso! ¡Por qué no se hará nada! —exclamó tan indignado como ella.
—¡Pues se hará! Si yo digo que se hace, ¡Se hará y punto! —gritó con firmeza, parándose frente a él con la mano en la cintura y mirándolo con firmeza.
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