Cristal luchó por mantener la calma mientras se levantaba de la cama, sintiendo cómo su corazón latía tan fuerte como si quisiera salirse de su pecho y es que no era para menos, los recuerdos habían llegado tan claros como si nunca los hubiese perdido.
Respiró hondo, tratando de calmarse y ordenar sus pensamientos antes de preguntarle a Lea:
—¿Dónde están? ¿En el hospital? —interrogó sin poder contener su ansiedad.
—Si en el Del Sur, también aquí está Conrado y Salomé —le respondió Lea.
—Voy para allá enseguida, déjame despertar a Amador para que me preste su auto y se quede con su ahijado —dijo Cristal.
Se despidió de Lea, besó a su niño en la frente, tomó la llave de la habitación y fue a tocarle a Amador que estaba hospedado al frente, este abrió la puerta en poco tiempo, andaba en bóxer y sin camisa.
—¡Descarado! Deberías vestirte y no andar mostrándote como un regalado —lo reprendió Cristal.
Él ni se inmutó, y se sonrió.
—¿Quién te manda a tocarme la puerta a estas horas de la noche? Ya estaba acostado, además, tuve la esperanza que fuera Lea.
—¿Y sales a recibirla así? ¿No te da pena?
—Claro que no, lo que quiero es que ella vea todo lo que se está perdiendo —dijo descaradamente, mientras entraba a la habitación, se ponía el pantalón del pijama y salía de nuevo—¿A qué debo esta visita inesperada?.
—Necesito dos favores, el primero, que te quedes con Gael y el segundo, que me prestes tu auto —pidió ella sin ocultar su afán y la expresión de preocupación en su rostro.
—¿Y eso? Sabes que pienso que prestar el auto, es como si me pidieran prestar a la mujer —señaló con desconfianza, mientras ella respiraba profundo.
—Bueno, perfecto, tú no tienes mujer y si tuvieras, como a mí no me gustan las mujeres, si me la prestas no le haré nada, como tampoco se lo haré a tu auto —respondió con agilidad.
—Eres muy graciosa, ¿Me puedes decir para qué lo quieres? —preguntó con interés.
—¡Cómo eres de chismoso! Lo necesito para ir al hospital Del Sur, me acaba de llamar Lea, que Joaquín tuvo un accidente y al parecer está grave, ella se encuentra allá.
—Y si no recuerdas nada de él, ¿Por qué quieres ir? —interrogó con curiosidad.
—Uno porque es el padre de Gael y dos… porque recordé lo ocurrido entre Joaquín y yo, a los dos besándonos mientras armábamos la habitación de mi sobrina, luego… ambos en el baño y yo sentada tú sabes… —dijo aclarándose la garganta—, y como latía furioso mi corazón feliz de observarlo… estaba muy enamorada de él… por eso quiero acompañarlo, darle mi fuerza para que supere esto… necesito ir, no puedo quedarme.
Amador asintió.
—Llevémonos a Gael y vamos —expresó Amador con firmeza.
—Yo quería ir sola, para que te quedaras con él —explicó, pero Amador se negó categóricamente.
—No, no voy a dejarte ir sola, ¿Si se te pincha una llanta, te accidentas? Creo que lo mejor es que vaya contigo, ve arreglar al niño mientras yo me visto, de todas maneras puede que a él le haga bien ver también a su hijo.
Cristal asintió y salió de la habitación, sintiendo cómo la adrenalina recorrió su cuerpo, se dirigió a la habitación, tomó algunas prendas para Gael, luego lo vistió, cuando salió, Amador la estaba esperando en la puerta.
Se fueron al hospital, sin embargo, durante el camino nadie emitió ninguna palabra, Cristal estaba sumida en sus propios pensamientos y preocupaciones por Joaquín.
Cuando finalmente, llegaron al hospital, se dirigieron a la sala de espera, donde se encontraron con Conrado y Salomé, la madre de Joaquín y Lea.
Cristal los saludó a todos, mientas la mirada de Conrado se posó en ella, no puedo evitar sentir vergüenza, recordó las últimas palabras que le había dicho él, y no quiso incomodarlo, prefirió no decir nada y se dirigió a Salomé llamándola aparte.
—¿Cómo está? —le preguntó a Salomé.
—Igual, las próximas horas son cruciales.
—¿Quiero entrar a conversar con él? ¿Se podrá? —preguntó y por un momento las miradas de Salomé se encontraron.
—Recordaste —más que una pregunta fue una afirmación de Salomé.
—No todo, mi enamoramiento con Joaquín, la droga que le di para poder conquistarlo porque Imelda y Ninibeth me hicieron creer que se trataba de una buena idea y yo de idiota les creí… pero no recuerdo nada más de lo que pasó después con Joaquín.
—No te preocupes que ya pronto vendrán los demás recuerdos.
Cristal asintió y una expresión de tristeza se dibujó su rostro.
—¿Por qué tienes esa carita? No debería entristecerte, todo lo contrario, deberías estar feliz de que tus recuerdos hayan vuelto.
—Pero no todos son buenos… como cuando por mi culpa perdiste a mi sobrino… eso nunca me lo voy a perdonar —pronunció sin poder contener un sollozo.
—No es nada, señorita es un movimiento involuntario.
—Pero movió sus párpados repetidamente como si quisiera abrirlos y apretó un poco la mano —insistió.
—Es un reflejo, él no ha despertado y dado su situación, no es posible.
Ella no siguió discutiendo, sin embargo, en el fondo de su corazón sentía que no se trataba de ningún movimiento involuntario.
Los siguientes cinco días, Cristal acudió sin falta desde la casa de sus padres que se habían comprado en Danoka y con quienes se había reencontrado para ver a Joaquín, le hablaba, le cantaba canciones, e incluso contraviniendo al personal médico que no le permitían visita infantil, con ayuda de Amador y Lea, logró colarse e ingresar a su pequeño hijo Gael.
—Aquí te traje a Gael… si abres los ojos, quizás puedas ver de cerca a tu hijo —expresó—, es hermoso, bueno, salió a ti, es tan inquieto, le fascinan los autos, creo que va a ser corredor de Fórmula Uno.
Ella posó su mirada en Joaquín y de repente lo vio abrir los ojos de par en par, pero su mirada recorrió el lugar, como si estuviera evaluando donde posarlo o como si no estuviera viendo, lo cual hizo que ella frunciera el ceño, aunque tenía una leve cortada encima de unas de sus cejas, el médico no le había dicho nada de que tuviera algún problema.
Sus manos temblaron al sentir una pequeña presión en la suya, era como si Joaquín quisiera decirle algo.
—Joaquín, ¿Me estás escuchando? ¿Nos ves? —preguntó con voz esperanzada.
Los ojos de Joaquín se movieron un poco hacia ella, pero sin mirarla y no emitió sonido alguno.
—¡Oh por Dios! —exclamó Cristal con una mezcla de emoción y preocupación, tocó el timbre y allí estaba el personal médico.
Cuando llegaron, los médicos comenzaron a examinarlo, mientras ella permanecía a un lado con el niño, verificaron que efectivamente Joaquín había despertado del coma, le quitaron los tubos, pero, él no hablaba, se veía alterado y la expresión de su rostro era de miedo.
—Tranquilo Joaquín, todo está bien, vamos a humedecerte los labios, debes humectar tu garganta para que puedas hablar, por favor con calma.
Mientras le humedecían los labios, y lo vieron apretando los ojos con fuerza, al mismo tiempo que las lágrimas empezaban a salir de sus ojos.
—Joaquín ¿Qué te ocurre? —preguntó otro—Nos escuchas —ante la pregunta, afirmó, pero cuando iba a hablar la voz no le salía clara, le dieron un poco más de agua.
—¿Está todo bien? —preguntó otro médico y él comenzó a negar enérgicamente con la cabeza, hasta que por fin pudo encontrar su voz.
—¡¡No veo!! ¡No estoy viendo nada! ¿Por qué no veo? —preguntó en tono alterado, mientras intentaba levantarse con una expresión por completa fuera de sí.
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