EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 64

Al escuchar sus palabras, Cristal no sabía cómo reaccionar. Por un lado, estaba feliz de que Joaquín hubiera despertado, de que estuviera vivo y pudiera conocer y compartir con su hijo, y por otra, no pudo evitar sentirse devastada, un sentimiento de profunda tristeza y preocupación la inundó.

No podía imaginarse el miedo que estaba sintiendo en ese momento, después de haber estado en coma durante tanto tiempo y despertar para descubrir que no podía ver, no debía ser fácil la sensación de estar atrapado en la oscuridad, sin poder ver nada.

Lo único que podía hacer era estar allí para él, apoyarlo y ayudarlo a superar esta difícil situación. Se acercó y le tomó la mano con firmeza.

—Joaquín, escúchame, todo va a estar bien. Vamos a encontrar una solución. —dijo Cristal con voz suave y tranquilizadora.

—¡No puedo tranquilizarme! ¿Cómo lo voy a hacer si no veo nada? ¡¿Por qué no veo?! —preguntó con la voz llena de miedo.

—Tranquilo Joaquín, cuando te practicamos los exámenes no había ningún daño físico que te impidiera ver —pronunció uno de los médicos con voz suave, pero firme—, necesitas tiempo para recuperarte, esa pérdida de la vista es temporal, a veces se produce por factores psicológicos, estrés, ansiedad que con el tiempo, vuelve a la normalidad. Lo más importante es que ya despertaste del coma.

Sin embargo, Joaquín no se tranquilizó, siguió gritando y llorando, aferrado a la mano de Cristal como si fuera su única conexión con el mundo y no era para menos, se sentía demasiado angustiado, vulnerable.

Le costaba respirar, no podía creer que le estuviera pasando todo eso, tenía la sensación de que estaba en una terrible pesadilla, se clavó las uñas en las manos hasta que le salió sangre, deseando de una vez poder despertar, pero a pesar de su empeño nada cambió, todo siguió igual porque esa era su realidad.

Cuando Joaquín cayó en cuenta del alcance de lo que estaba sucediendo, apartó la mano femenina como si quemara y de pronto habló con un tono de voz bajo y con una expresión dura.

—¡No quiero verte! ¡Vete! —le ordenó a Cristal.

—Pero Joaquín, no puedes echarme, tu hijo y yo… —comenzó a decir la chica, pero él la detuvo.

—No Cristal, tú hiciste tu vida con el tal Amador, y mi hijo lo conoce más a él que a mí, ninguno de los dos tiene nada que hacer con un ciego, ¿Qué le voy a enseñar? ¿Qué te voy a dar a ti? ¡Huye de mi lado! Salomé tomó la decisión correcta al no volver con un perdedor y tú también deberías hacer lo mismo, porque no tengo nada que ofrecerte. ¡Aléjate de mí!

—¿Es eso verdad? Eres un buen hombre ¿Acaso no has podido superar a Salomé? ¿A pesar de los años aún la sigues amando? —le preguntó con una expresión triste que él no podía ver.

Joaquín escuchó sus palabras y su primera intención fue negarse, decirle que había dejado de amar a Salomé, pero supo que esa podía ser la única forma de alejarla de su vida a ella y a su hijo, ninguno de ellos dos merecían atar su vida a un ciego, a un hombre que sería más una carga que una ayuda para ellos, por eso sin ninguna expresión, pero con firmeza señaló.

—Sí, tienes razón… esa es la verdad, aún amo a Salomé, a ti no, solo me emocioné, cuando te vi al darme cuenta de que estabas viva y que tuvimos un hijo, sin embargo, no hay ningún sentimiento hacia ti —pronunció mientras sentía como si sus propias palabras lo hirieran profundamente, pero era lo mejor.

Cristal sintió cómo el corazón se le partía en mil pedazos al escuchar esas palabras, por un momento había dudado si él aún seguía enamorado de Salomé, porque cuando ella lo conoció él aún seguía anclado a su pasado, pero escucharlo ahora decirlo de esa manera tan fría y contundente la golpeó profundamente, sentía una profunda tristeza que laceraba su alma, se mordió el labio inferior para contener el llanto.

—No puedo creer que estés diciendo esto, Joaquín. Yo pensé cuando me viste, que había un sentimiento de ti hacia mí, y ahora escucharte decir todo esto, no es para nada fácil —sus palabras salieron entre sollozos al mismo tiempo que trataba de mantenerse fuerte y contener la recóndita tristeza que la embargaba.

Joaquín inclinó la cabeza, porque sentía las lágrimas pugnando por salir, se sentía culpable por herirla de esa manera. Sabía que estaba mintiendo, que por supuesto que existían sentimientos en su interior por ella, pero creía que alejarla era lo mejor para todos.

No quería ser un obstáculo en la vida de Cristal y su hijo, ni cargarlos con la responsabilidad de cuidar un discapacitado.

—Lo siento, Cristal. Sé que te lastimo con mis palabras, pero es lo mejor para todos. Salomé es la persona que amo. No puedo ofrecerte nada más que dolor y dificultades en esta situación. Por favor, entiende.

—Si eso es lo que realmente quieres, Joaquín, si ya has tomado tu decisión, entonces lo mejor será poner distancia entre nosotros, yo te amo, siempre lo he hecho, pero así como lo hago, también puedo dejar de hacerlo, no te preocupes, que haré que tarde o temprano mi amor por ti desaparezca.

Joaquín no respondió. En su interior, se sintió lleno de dolor, pero no tenía otra alternativa, estaba claro que sus palabras estaban lastimando a Cristal, pese a ello creía que era lo mejor para ella y para su hijo, no quería que ella sufriera por su culpa, ni atarla a una vida llena de inquietudes, de sin sabores, donde terminara odiándolo y tampoco que su hijo creciera con un padre discapacitado, que no podría jugar ni hacer nada con él, esos pensamientos lo atormentaban y lo habían llevado a tomar esa decisión.

Aunque no pudo ver, escuchó unos pasos alejándose y era así, Cristal se dio la vuelta lentamente y salió de la habitación, dejando a Joaquín sumido en la oscuridad tanto física como emocional. Sus lágrimas seguían fluyeron mientras caminaba por los pasillos del hospital. Sentía una mezcla de tristeza, decepción y amor no correspondido.

—¿Qué pasa? —interrogó Conrado y Salomé que estaban recién llegando y la vieron con el rostro bañado en lágrimas e hipando.

—Joaquín… me rechazó… me dijo que seguía amando a Salomé y que ya no quería verme —murmuró mientras comenzaba a llorar de nuevo y les contaba todo lo que había ocurrido.

—¡Dios mío! ¡¿Ciego?!—exclamó Conrado al terminar de escucharla y ella asintió con dolor.

—¡Eso no es cierto que esté enamorado de mí! No existe ningún sentimiento de él hacia mí, está mintiendo —dijo Salomé con firmeza.

—¡Lo mato! —gritó Conrado y caminó para la habitación para ver a Joaquín.

—¿Y qué debo hacer? —preguntó finalmente.

—Lo primero es que tienes que estar dispuesto a trabajar en tu recuperación, Joaquín. Te vamos a referir a un terapeuta, para que pueda ayudarte a resolver el conflicto subyacente que está afectando tu salud.

Joaquín se quedó en silencio, aturdido por lo que acababa de escuchar. ¿Sería posible que todo estuviera solo en su mente? ¿Qué estaba haciendo todo esto por una necesidad de atención? Se sintió avergonzado y enojado consigo mismo por no haber sido capaz de afrontar sus problemas de una manera madura.

—Entonces hagan lo que tengan que hacer —pronunció y los médicos se despidieron, pensó que había quedado solo hasta que escuchó la voz de Conrado.

—Venía a partirte la cara porque según te seguía gustando mi mujer, y ahora me encuentro con que si amas a mi hermana. Y entonces explícame, ¿Por qué eres tan idiota para alejarla de ti? —le dijo Conrado.

—¿Quieres que cargue con un ciego? Si no me querías para ella cuando estaba sano, ¿Por qué me quieres ahora? —interrogó con una expresión de tristeza.

—Porque ella me contó lo ocurrido, me dijo que no solo te drogó, sino que también aceptó de buena manera estar contigo.

—Me está protegiendo, no la merezco, mejor que se quede con su esposo, él es la mejor opción para ella… además, no entiendo por qué quería permanecer conmigo cuando está casada con él.

—Por una de dos, el matrimonio no es real, están mintiendo, quizás para protegerla, o es real y no se han acostado porque es Gay —señaló Conrado convencido.

Ninguno de los dos se dio cuenta cuando la puerta se abrió, si no cuando escucharon la voz de un hombre, Conrado supo al verlo quien era, y Joaquín al escuchar sus palabras.

—¿En serio creen que soy Gay? —preguntó sonriente—, ¡¡Es la primera vez que dudan de mi hombría!! Es un duro golpe a mi ego, pero no lo soy, ¡Soy un varón macho! —dijo con una carcajada.

Conrado se quedó viéndolo y aunque quería que el hombre le cayera mal, la verdad resultaba todo lo contrario.

—¿Y qué? No hay nada de malo en ser Gay, es una forma de ser, no una enfermedad. —le contestó Conrado.

—Es correcto, pero para el tormento de Joaquín no lo soy, así que tiene competencia… mira hombre, hablemos claro deja de ser tan cobarde, amas a Cristal, yo también la quiero, y cómo no creo que después de lo que hiciste tengas buenos los puntos con ella, vamos a enfrentarnos por su amor, si tú ganas, me divorcio y la dejo contigo, si yo gano me la llevo lejos y no la ves más. ¿Qué dices? ¿O acaso eres una gallina que tiene miedo a perder frente a mí? —pronunció con un tono de picardía, mientras Joaquín fruncía el ceño, porque esas palabras le parecían terriblemente familiares, las mismas que él le había dicho Conrado ¿Sería mera casualidad?, se preguntó sorprendido.

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