EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 74

El rostro de Armando palideció, por un momento dudó, y debatió en su interior si ceder o no ante la petición del hombre, lo miró una vez más y vio la expresión de firmeza en su rostro, ni un solo momento lo notó parpadear, allí supo que no mentía y que por su bien quizás lo mejor era atenderlo y saber de qué se trataba.

—Está bien, vayamos a esa audiencia de conciliación —accedió Armando, con voz seca.

Caminaron al salón contiguo, Julia estaba nerviosa, no sabía que podía tener Dino que pudiera presionar a Armando, pero confiaba en él, se notaba que era un hombre inteligente y esperaba que pudiera conseguir un acuerdo justo, ella no tenía intenciones de prohibirle a su hija de compartir con padre, pero tampoco quería que como madre se le negara ese derecho.

Armando se sentó al otro lado de la mesa, rodeado de sus abogados, y con una expresión de superioridad en su rostro, mientras miraba a Julián con desdén y a Dino y a los demás abogados con burla.

—Ya conoces mi condición Julia, no sé ni para qué haces esto ¿Quieres tener a tu hija contigo? Ya te dije lo que debes hacer, tienes que regresar a la casa, dejar de trabajar y terminar tu amistad con Salomé, porque ella es la culpable de meterte cosas en la cabeza… claro como ella dejó a su marido, para irse con otro con una posición más elevada está tratando de influir en ti —expresó con molestia.

La tensión en el rostro de Dino era evidente, y antes que Julia pudiera debatirlo, lo hizo él.

—Te agradezco que te abstengas de hacer malos comentarios respecto a Salomé y a su esposo, no eres digno ni siquiera de pronunciar sus nombres en su boca y mucho menos poner en tela de juicio su moralidad… y ahora vayamos al grano… —comenzó a decir con firmeza—, ¿Desde hace cuánto tiempo está trabajando de funcionario de Hacienda? —interrogó y el rostro del hombre palideció.

—No entiendo ¿Eso qué tiene que ver con este proceso? —inquirió Armando un poco nervioso mirando fijamente a los ojos de Dino.

Este le sostuvo la mirada, y ya no fue necesario que respondiera la pregunta porque tan solo ver la expresión de diversión en sus ojos, después de interrogarlo, supo que no podía dejarlo hablar delante de toda esa gente.

—Déjenme solo con el señor Soler —ordenó con voz temblorosa.

Julia dudó, vio a Dino y este afirmó con la cabeza, todos salieron

—¿Qué pretende? ¿Está tratando de chantajearme? ¿Crees que tienes la capacidad para ponerme a mí contra la pared? —gritó furioso, parándose de manera amenazadora frente a Dino, lo tomó por el cuello, pero este solo sonrió con suspicacia.

—Hablemos claro Armando —dijo Dino apartando las manos de Armando con fuerza, al mismo tiempo que se levantaba de su asiento y este retrocedió sorprendido, sin embargo, no quería dejarse intimidar—, no te confundas conmigo, ¡¿Crees que me vas a amedrentar?! Ni siquiera sabes quién soy yo.

—¿Estás tratando de amenazar? ¿Quieres enfrentarte a mí? —inquirió de nuevo Armando con esa expresión de soberbia—, yo conozco gente en el bajo mundo, con solo una llamada puedo hacer que tus horas de respirar se extingan.

—¿En serio? ¡Hazlo! No te tengo miedo, llama a tus conocidos y pregúntales si conocen a “El confesor”, además, si la influencia de tu gente fuera mayor a la mía, no tendría en mi poder esto —pronunció sacando un legajo de papeles y arrojándolos sin ninguna ceremonia encima de la mesa.

Armando miró con sospecha, aunque a la vez temeroso de que las palabras de Dino fueran ciertas.

—Tienen cinco minutos para firmar este documento —le dijo colocando una carpeta en la mesa—, en donde le otorgas la custodia total a Julia sobre su hija.

—¡Jamás lo haré! Yo tengo derecho a compartir con mi hija, a tomar decisiones sobre ella ¿Crees que estoy loco para firmar eso y dársela a ella? —refutó con una mezcla de rabia y de burla.

—¡¿Si quieres exhibir tus derechos, pero no quieres reconocer los de Julia?! Eres tan rastrero, al pretender pedir beneficios que no quisiste otorgar, pero conmigo no podrás Armando ¡Firma de una m*****a vez! Si ella luego quiere darte acceso a su hija, eso es su problema, pero no voy a arriesgarme a que después de un tiempo vuelvas a querer joderla.

Como Dino vio la duda en su rostro, tomó los documentos y se los fue mostrando uno a uno, con cada página que pasaban el rostro de Armando palidecía.

—Y si eso no te parece lo suficientemente grave, revisa tu móvil que te estoy enviando una grabación que he conseguido —esta vez la expresión triunfal se reflejó en el rostro de Dino.

Armando vio los documentos, se trataba de constancias de transferencias de grandes sumas de dinero a cuentas en paraíso fiscales en Mónaco, Liberia, Seychelles, Brunéi, Hong Kong, Maldivas, a su nombre.

—Pero ¿Cómo?

—No deberías subestimarme Armando, he trabajado por más de diez años con el mejor ¿Crees que no iba a aprender? Al comienzo te confieso, que me interesaban otros temas, pero luego cuando vi la capacidad de Conrado, supe que debía absorber todos sus conocimientos, es un hombre a quien admiro profundamente y no deja de sorprenderme por sus estrategias. Así que no tienes otra opción porque si no firmas todo el mundo sabrá que has sobornado durante los últimos dos años a comerciantes y empresarios de este país ¿La decisión está en tus manos?

—¿De dónde sacaste la información? Esta la tenía yo guardado en… —Dino no lo dejó continuar.

—Una caja fuerte en una casa ubicada en el sur de la ciudad, lo sé, me lo dijo la gente que tengo y esas que tienes en tus manos son solo copias, porque las originales las tengo yo en un lugar bien resguardado —pronunció esta vez él mirándolo con lástima—, y no pienso dártelas porque son las garantías de que luego no saldrás intimidando a Julia. Solo te quedan cuarenta segundos, si vencido ese lapso no llegamos a un acuerdo, la información saldrá de inmediato —concluyó con firmeza mirando de manera retadora a Armando.

Este tomó la carpeta y firmó, luego extendió su mirada a Dino.

—¡Esta me la vas a pagar! —pronunció dibujando una fina línea en sus labios de manera amenazante.

—Pues, ya ves que siempre hay una primera vez, él accedió de manera voluntaria a darte la custodia total de tu hija, él solo la verá si tú lo deseas, la decisión está firmada y solo nos toca pedir la homologación del acuerdo al juez.

Julia sintió un gran alivio y sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.

—Gracias, Dino. No sé qué hubiera hecho sin ti, me has ayudado más de lo que puedo expresar con palabras.

Dino le sostuvo la mirada con ternura.

—Nunca te olvides que siempre estaré para ti y tu hija para cuidarlas y protegerlas, ustedes merecen estar y sentirse felices y yo haré lo que corresponda para lograrlo.

Julia asintió, sintió una inmensa gratitud hacia Dino por todo lo que había hecho, una hora después de que le presentaron el acuerdo a la juez para su homologación, salieron a buscar a la niña.

Antes de subir al auto, Julia de manera sorpresiva caminó y abrazó a Dino, este no se esperaba esa muestra de cariño, sintió su cuerpo temblar, correspondió al abrazo al mismo tiempo que sentía el dese agitarse en su interior.

Sin siquiera pensar un momento en lo que hacía se apartó, la tomó del mentón, acercó sus labios y comenzó a darle un profundo beso.

Julia se sorprendió por el beso repentino, pero no pudo evitar sentir su cuerpo responder a la pasión de Dino. El beso fue apasionado y desenfrenado, ambos se entregaron al momento sin importar lo que pudiera pasar después.

Finalmente, ambos se separaron y se miraron a los ojos, sabiendo que habían cruzado un límite peligroso. Dino fue quien rompió el silencio.

—Lo siento, Julia. No sé qué me pasó, no debería haber hecho eso. Te juro que no quería incomodarte —expuso con preocupación.

-—No te preocupes, Dino. Yo lo estaba deseando con locura —respondió Julia, con sinceridad, sin poder evitar sentirse atraída por Dino y más ahora que se había convertido en una especie de héroe para ella y su hija.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS